2. Falso secuestro

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Guardaba los libros que me faltaban en mi mochila al finalizar la clase cuando sentí la cercanía de alguien.

-    Asi que...-La profunda voz de Matteo sonó a mi espalda. Como un impulso me di la vuelta- Viajaremos juntos, Dolcezza. Interesante- Rodé los ojos ante lo obvio.

-    Para mi desgracia, eso creo- El elevó una de sus cejas divertido.

-    Admítelo. Te encanta la idea de que sea yo con quien viajas.

-    ¿Disculpa?, preferiría viajar con cualquiera excepto tú- Lo, intente, fulminar con la mirada.

-    Eso dices ahora...-Dicho eso se alejó hacia su grupo de amigos. Que, por cierto, formaban parte del grupo de fútbol. En el cual cierto idiota era capitán.

Al salir de él aula y caminar unos pasillos me encontré a Steve. Cuando el me vio se acercó para darme un beso. Se lo respondí suavemente. Se que a él no le satisfacía, pero no me importaba.

-    Escuché que irás a eso de matemática..., o yo que se- Suspiré. Se viene uno de sus reclamos. -No quiero que vayas con ese Matteo, ¿Escuchaste? – Eleve la ceja lentamente. No divertida mas bien indignada.

-    Haré lo que quiera. – Le respondí cortante. Y me di media vuelta.

Hace días que estaba mal con el. No se si lo nuestro funcionaba. Él tenía cosas que no me gustaban. La única razón por la cual seguía con él es porque si no me quedaría sola. Ya lo había vivido la mayor parte del tiempo por lo que ahora me conformaba con la más mínima atención, aunque no fuera sana.

Solté un suspiro mientras avanzaba por los pasillos. La gente me felicitaba por lo del viaje. Ni si quiera los conocía. Pero lo importante era que ahora tenía amigos ¿No?

Sam me esperaba en la salida del colegio. Usualmente nos íbamos juntas, aunque aveces ella se olvidaba...

Me hablaba de cosas sin sentido durante todo el camino. Aveces aportaba algo, aunque fueran dos palabaras.

Al llegar a su casa que, por cierto, quedaba mucho más lejos que la mía, se despidió y comencé a avanzar hacia la mía. 30 minutos caminando aproximaba.

Mis piernas empezaban a doler cuando un auto se estaciono frente a mi. Uno costoso de eso estaba segura. Mi primer instinto fue que era un secuestro. Por lo que cuando el hombre del auto se bajo lo primero que hice fue darle una cachetada. Grave error.

-    ¡ALEJATE DE MI, SECUESTRADOR! – Fue lo primero que me salio. Cuando abrí los ojos casi me caigo de culo. Ahí estaba Matteo. Perplejo. Con una mano en la mejilla afectada.

-    P-pero... ¿Qué? – tartamudeo. TARTAMUDEO. Este día iba ser historico.

-    ¡Uy!, jeje. Mi error. Pensé que intentabas secuestrarme. – Me disculpe vergonzosamente. -Fue tu culpa por aparecerte así. Tan misteriosamente. – El frunció el ceño molesto haciendo que unas pequeñas arrugas aparecieran en su frente.

-    Sube al auto. Te llevaré a casa- se ofreció ignorando mi comentario. Aunque no sonó como si hubiera elección.

-    No, gracias. Estoy bien. – Seguí avanzando hacia donde quedaba mi casa.

-    Sube, Dolcezza. Si no quieres que te suba yo- Lo mire indignada. Sabía que no valdría la pena discutir. Que hombre testarudo. Por lo que, a regañadientes, me subí a su lujoso auto.

Me senté lo más cuidadosamente posible. No quería otra razón por la que me odiara. El principio del viaje arrancó en silencio, pero hubo un momento en el que no lo soporte más.

-    ¿Qué hacías por aquí?, ¿Me seguiste? – El no respondió. Idiota- Tal vez no me equivocaba con lo de secuestrador- Agregue divertida. Eso si le saco una sonrisa. Una leve, pero sonrisa, en fin.

-    ¿Caminas sola todos los días?

-    No. -Menti.

-    No te creo- Sentencio luego de unos minutos.

-     No me importa

- Si me necesitas, solo llámame. Aunque sea la maldita madrugada, vendré igual- Me di la vuelta al escuchar su comentario. Su rostro permanecía neutro.

Cuando llegamos a mi casa el se ofreció, más bien no me dio otra opción, a acompañarme a la puerta. Mi hogar era una pequeña casa en el centro del pueblo. Por afuera había varía ventanas que te mostraban el interior. El jardín, el lugar favorito de mi madre y el mío, era lo más hermoso de la zona. Distintos tipos de flores preciosas lo rodeaban. En el centro había un enorme árbol. En el cual una pequeña amaca yacía. La amaba por que en ella pasaba mis horas leyendo. Ese era mi momento favorito del día. Cuando mi madre abrió, su rostro se tiñó de sorpresa al ver a mi acompañante.

-    Hija, ¿Quién es este apuesto joven? – Me susurro al oído mientras me abrazaba.

-    Mi nombre es Matteo Rossi, es todo un honor- Al oírlo casi me daban ganas de golpearlo. ¿Por qué con los demás era tan amable y conmigo era un completo idiota?

-    Que encantador, ¿Quieres quedarte a cenar? – Le pregunto mi madre entusiasmada. Me volteé a el con la velocidad de un rayo. Le articule con mi boca un NO silencioso, pero creo que no lo entendió.

-    Por supuesto, ¿No te molesta, Amber? – Entrecerré los ojos indignada. Mi madre lo había invitado a cenar. A mi peor enemigo.

-    No...- susurre forzadamente. Él sonrió satisfecho.

Mi madre lo guió a dentro mientras él me dedicaba una de sus sonrisitas engreídas. Menudo idiota.

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HOLA

¿Que opinan? Jijiji

Se viene cena interesante...

Seguro actualice mañana porque ya escribí el capítulo próximo.

Gracias por leerrrr

Amor entre númerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora