9. La cuenta

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Los primeros minutos, me dedique a mirar a mi alrededor emocionada. Nada dejaba de sorprenderme. En cambio, Matteo actuaba como si aquello fuese lo más normal. Malditos ricos.

El largo, pero no incomodo silencio fue interrumpido por el mesero trayéndonos nuestros menús. Agradecí con una sonrisa entusiasma y mi acompañante se limitó a asentir con la cabeza, se veía molesto.

- ¿Qué te pasa ahora, Matteito? - Me miro repentinamente furioso.

- Ni se te ocurra volver a decirme así.

- ¿Así? ¿Qué me harás? - De repente una sonrisa pícara se formó en su rostro.

- ¿De verdad quieres saber? - De un momento al otro empecé a sentir que me ahogaba. El aire de la noche que antes sentía frio empezaba a sofocarme. Trague saliva disimuladamente.

- Mejor... no. A veces me das miedo. - El esbozo media sonrisa juguetona, sabiendo que esta vez había ganado. - Aparte, no sé de qué te quejas, Tú me llamas Dolcezza. Es injusto. - Pronuncie el apodo bastante mal.

- Deja de negarlo, sé que te encanta que te diga así. - Dicho eso apoyo la espalda a la silla cruzándose de brazos divertido. Su cabello rubio se había desordenado bastante con el viento.

Antes de que pudiese volver hablar el mesero se acercó hacia nosotros. Ninguno de los dos había abierto la carta en ningún momento, pero sabía que pedir. Antes de que el hablara me adelante.

- Una langosta por favor, y vino blanco. - Mientras le hablaba al mesero sentía la afilada mirada de Matteo.

Cuando el mesero ya se había ido el murmuro:

- ¿Por qué le tienes que sonreír tanto? - Lo dijo en un tono tan bajito que supuso que no lo había escuchado. - Me voy al baño - No confiaba en él, temía que tramase algo. Pero me quede donde estaba, no quería problemas.

Matteo tardo más de lo que esperaba. Por lo que cuando llego lo mire incriminatoria.

- ¿Qué hiciste?

- Nada... soy más bueno que el pan. - Entrecerré los ojos al ver su cara de supuesto angelito inocente. No le creía mucho, pero decidí mantener mi boca cerrada.

Mientras estábamos charlando de algunas cosas sin sentido se acercó una mesera, bastante incomoda a traernos nuestra comida. Inmediatamente mire a Matteo que sonreía ¨dulcemente''. Suspire con mis últimos esfuerzos para no asesinarlo.

Cuando la mesera ya se había ido lo mire recriminatoria, él estaba tan tranquilo mirando con deseo el plato.

- Matteo...  - Murmure furiosa, el levanto la mirada de su comida a mí.

- ¿Si, Dolcezza? - Cerré los ojos un momento tratando de recomponerme.

- ¿Qué le ocurrió al mesero anterior...? - Su mirada juguetona seguía fija en mí, pero podía notar los músculos de su mandíbula tensarse.

- ¿De qué hablas? Yo no recuerdo a ningún otro mesero. - Farfullo molesto – Aparte, ¿Por qué te interesa tanto...? - Sonreí divertida y me digné a probar la cena mientras Matteo continuaba con su debate interno.

Tenía mi mirada fija en la luna cuando la mesera, la cual nos había traído la comida, nos trajo la cuenta. Rápidamente, me apresuré a acercarle la tarjeta. Pero antes de que ella la agarrase, Matteo nos vio.

- Ni se te ocurra, Amber- Poso su mirada amenazante sobre mí, aunque sí digiera que no tenía efecto alguno en mí. Restándole importancia le di la tarjeta a la mosa, pero ella me miraba algo asustada y suplicante por qué no se la diera.

Cuando Matteo saco su tarjeta negra y se la extendió a la mesera con una mirada firme, lo mire indignada. Y cuando él se distrajo un segundo le saque su tarjeta de las manos, el rápidamente abrió los ojos sorprendidos para luego tratar de alcanzarla, pero no lo lograba. Esto se había convertido en una especie de guerra. La mesera miraba todo entre divertida y sorprendida.

- No dejare que pagues un centavo.

- Deja el papel de rico. Esta vez pago yo. – Tuvimos una batalla de miradas lo suficiente intensa como para lograr que él se rindiera. O eso creía.

Cuando me entrego el precio final de la comida casi me da un infarto. ¿Esto era legal? 500 euros. Matteo al ver mi estupefacto se limitó a sonreír suponiendo que lo dejaría ganar. Pero no, mi orgullo valía más que 500 euros.

Por lo que lentamente, y como toda una guerrera, le entregue mi tarjeta (Ya explotada) a la mesera que estaba a un suspiro de soltar una carcajada.

Matteo miro la situación en silencio. Me di la vuelta para verlo, tenía la boca abierta de la confusión. Me relamí mis labios secos, y el al notarlo dirigió automáticamente su mirada hacia ellos. Trague saliva difícilmente.

Cuando la mesera se había ido, decidí ir al baño. La tensión me estaba poniendo muy nerviosa.

Ya allí me mire en el espejo. Tenía la cara colorada, algo muy notorio la verdad.

Luego de unos minutos volví a la mesa, no sin antes, claro, haberme repasado el gloss.

Lo primero que me di cuenta fue de que Matteo se encontraba mucho más relajado, lo que me genero desconfianza, pero no dije nada.

Cuando me vio, esbozo una de sus típicas sonrisitas estúpidas

Estúpidamente perfectas, ¿Quieres decir?

No, cállate conciencia...

- ¿En qué piensas, Dolcezza? - Me sonrojé al pensarlo, el al notarlo me guiño un ojo coqueto.

- En nada, ya vámonos- Lo tomé de la mano y me dirigí a la salida.

De repente recordé un pequeño detalle que me dejo sin aliento... dormiríamos juntos.

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HOLAAAA, cuanto tiempooo
Les traje un capítulo interesante ¿No?
Jijijiji
Los veo prontoooo

Amor entre númerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora