Desvelo.

1.1K 144 70
                                    

Osamu Dazai estaba desconcertado por la vista que se presentaba frente a él. Había acordado con Chuya dejar que Kyouka se quedara con ellos por un tiempo, al menos mientras se aseguraban de que la mafia no iría tras ella. Odiaba pensarlo, pero seguramente Chuya ya estaba planeando las negociaciones. Después de todo, mantenía su respeto por Mori, por lo que lo hacía el indicado para lidiar con la mafia en las ocasiones en que entraba en conflicto con la Agencia.

Aunque odiara el hecho de que siguiera relacionándose con la mafia de alguna manera, Dazai estaba fascinado por lo genial que podía ser Chuya. Lo había visto negociar alguna vez con agentes tanto del gobierno como con criminales, y la facilidad que tenía para expresarse era maravillosa. Además, le encantaba el contraste de lo calmado que era en las negociaciones con su personalidad ansiosa en casa. Chuya siempre le decía que era porque él tenía un talento para ponerlo de los nervios, y a Dazai le gustaba creer que era su manera de decirle que era especial para él.

Y, a pesar de lo increíble que era su esposo, ahí estaba, sentado en silencio frente a una niña, sin saber cómo dirigirse hacia ella. Era una vista curiosa, pero no lo culpaba: la llegada de Kyouka había sido repentina, pues esperaban recibirla al menos al día siguiente. Sin embargo, encajaba con la personalidad de la chica que se hubiera presentado en su casa de inmediato.

Dazai terminó de servir las tazas de té junto a un plato con dulces y se dirigió a la sala, tomando asiento a lado de Chuya, frente a Kyouka. Ambos bebieron al mismo tiempo, observando a la niña que no mostraba ninguna emoción en su rostro, ni tampoco parecía tener intención de romper el silencio que gobernaba la sala.

—Puedes usar cualquier cosa del departamento —Ofreció Dazai, incapaz de soportar el silencio por más tiempo—. Aunque tendremos que hacer compras... ¿Qué necesita una chica?

—Estoy bien —Respondió Kyouka—. Traje todo lo necesario conmigo.

—Deberías aprovecharte de Chuya —Siguió hablando Dazai, dándole un suave codazo al hombre sentado a su lado—. Tiene una debilidad por las personas adorables como tú.

—¿No sabes cuándo cerrar la boca? —Le preguntó Chuya, con irritación. Eso era mentira: si en realidad fuera débil a las cosas adorables no se hubiera casado con Dazai, en primer lugar, pues adorable sería la última palabra que utilizaría para describirlo.

—Pero es verdad —Se defendió Dazai, antes de volver a dirigirse hacia la chica—. Escucha esto, Kyouka: Chuya se encargó de preparar absolutamente todos los detalles para la celebración del último cumpleaños de Kenji. Incluso le regaló una vaca.

—¿Una vaca? —Preguntó Kyouka, desconcertada con la información.

—¿Te gustan las vacas? —Preguntó Dazai, súbitamente animado—. Podemos comprarte una. Aunque no sé dónde la pondríamos...

—No tendremos una vaca —Lo cortó Chuya, mirándolo con incredulidad.

—Me gustan los conejos —Intercedió Kyouka.

—Ya la escuchaste, Chuya —Le dijo el castaño, emocionado, como si el conejo fuera para él.

—Cierto, tienes un muñeco de conejo —Le sonrió Chuya a la chica, recordando el peluche que colgaba de su mano cuando llegó y ahora descansaba en la cama de la que sería su habitación—. Aunque me temo que no podemos tener uno de verdad, sí es posible comprarte otro muñeco.

—Qué aburrido —Se quejó Dazai—. Así nunca te ganarás su corazón.

—Por cierto... —Interrumpió Kyouka, cambiando el ritmo de la conversación. Ambos hombres la miraron con atención— ¿Por qué me mandaron a vivir aquí?

Care. (Soukoku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora