Misión.

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—¿Vamos a buscar... un perrito? —Preguntó Chuya, desconcertado. Fukuzawa asintió, con su rostro impasible, como siempre.

—Lo haría yo, pero sabes que detesto a los perros —Se excusó Dazai, que estaba sentado a un lado suyo, leyendo la hoja con los detalles del trabajo del día que el presidente de la Agencia le acababa de entregar personalmente a Chuya.

—Me interesa que sean Chuya y Kyouka los que se hagan cargo de esto —Dijo Fukuzawa, excluyendo a Dazai del plan. El castaño simplemente soltó un suspiro, mientras se levantaba del asiento de Kenji, que quedaba junto al de Chuya, para regresar a su lugar. Había aprovechado que el joven rubio salió a atender una misión para pasar el tiempo con su esposo, pero ahora que le habían encargado algo a él también, tendría que buscarse otro entretenimiento.

—¿No es demasiado...? —Comenzó a preguntar Chuya, sin terminar la oración.

—¿Tienes alguna queja? —Preguntó Fukuzawa, con la misma expresión de siempre.

—No —Negó Chuya, apartando la mirada. Estaba mintiendo, pero no sabía cómo expresar sus sentimientos de manera correcta, por lo que optó por quedarse callado. Así lidiaba con las cosas en la Agencia, ignorando siempre el sentimiento de incomodidad que lo rodeaba todos los días. Se aclaró la garganta, callando sus sentimientos, y dirigió la vista hacia el escritorio de su nueva subordinada—. Kyouka.

La chica alzó la mirada en su dirección, dejando a un lado lo que estaba haciendo. Naomi estaba a cargo de enseñarle cómo funcionaba el papeleo en la Agencia, y parecía que se adaptaba rápido, pues casi no hacía preguntas. Chuya envidió un poco la capacidad de Kyouka de acoplarse con tanta rapidez al ambiente de la Agencia, aunque en seguida se sintió ridículo por tener ese pensamiento.

—Recoge tus cosas —Ordenó Chuya, pues parecía que Kyouka no había escuchado su conversación con el presidente—. Saldremos a trabajar.

Kyouka simplemente asintió, recogiendo una pequeña bolsa con sus pertenencias básicas en ella, que siempre mantenía a un lado, sobre su escritorio. Se acercó con cortos pero rápidos pasos a Chuya, que la esperaba ya en la puerta de entrada. Le entregó la hoja de papel con los detalles de su misión mientras salían de la oficina, dejando la Agencia con el murmullo usual que llenaba el lugar siempre que no había un evento robando la atención de todos. Por supuesto, esa calma no duró demasiado.

—Me gustaría tener un hijo con Chuya —Comentó Dazai, una vez que su esposo y la niña salieron, mirando con anhelo la puerta cerrada. Kunikida chasqueó la lengua, molesto porque decidiera quejarse en lugar de trabajar, pero no dijo nada más, decidiendo centrarse en sus asuntos en lugar de tener que lidiar con Dazai.

—Me temo que eso no es posible... —Sonrió con pena Tanizaki, que se apiadó lo suficiente de él como para conversar con su superior.

—Kyouka es un buen reemplazo —Continuó el castaño, ladeando la cabeza, con la mirada perdida en sus ensoñaciones—. Chuya nació para criar a una niña.

—¿No tienes que trabajar, en lugar de estar pensando en eso? —Finalmente se quejó Kunikida, sin ocultar la molestia en su voz.

—Deberías ver cómo son nuestras mañanas ahora —Sonrió Dazai ante la imagen mental, ignorando el regaño de su compañero. Aunque al principio se sorprendió ligeramente, Kyouka se acostumbró rápidamente al hecho de que él y Chuya estaban casados, a pesar de ser hombres, por lo que no tuvieron una plática incómoda. Eso, sumado a la inclinación de Chuya por cuidar de las personas, hicieron fácil incluirla a su rutina.

—¿También eres parte de ellas? —Ahora comentó Yosano, molestando a su compañero—. Pensé que no te despertabas temprano y por eso nunca llegas a tiempo.

Care. (Soukoku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora