Día 2. Hospital

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—No hay nada más que podamos hacer, señor Broflovski, el cáncer hizo metástasis en su sangre y algunos huesos. Sugiero que vuelva a casa y ponga en orden su vida antes de irse.

—¿Cuánto tiempo me queda?

—Probablemente unos cuantos meses como máximo... Los síntomas pueden ir empeorando con el tiempo. Puede seguir tomando el tratamiento, pero no habrá ningún tipo de mejora.

Creyó que en el hospital podría curarse gracias a las quimioterapias, pero solo recibió tratamiento durante un mes hasta que su cáncer se propagó a los huesos de sus extremidades. Sentía dolor constante, que solo era calmada por la medicina, y moretones aparecían en su piel sin previo aviso, sin saber siquiera cómo es que se los hizo; a veces incluso por sentarse o recargarse en algún mueble generaba tales hematomas. La fatiga era insoportable, estaba acostado la mayoría del tiempo, también apenas y tenía apetito. Debido al avance tan repentino de su cáncer, sus hijos, Abby y Elijah, tuvieron que irse con su madre. Aunque estos, desde el primer día, lloraron la separación. Enfermedad o no, ellos deseaban seguir acompañando a su padre.

En este punto ya los extrañaba, quería ver sus caras alegres; saber cómo iban en la escuela, escuchar sus anécdotas, verlos jugar, pelearse... volver a la cotidianidad que perdió en tan poco tiempo.

Sin embargo, ya no podría hacerlo más. Con esta última charla del doctor, supo que ya no tenía que hacer más que irse a casa y "vivir" lo último de su vida.

—¿Estás listo? —cuestionó Stan después de ayudarlo a empacar sus cosas del hospital.

Kyle contemplaba el edificio desde el asiento del copiloto, en cuanto asintió, poniéndose el cinturón de seguridad, salieron rumbo a la ciudad.

Ya en el auto ambos iban en silencio, el tráfico a esa hora de la tarde era un suplicio, apenas y se movían; todo el ruido de los autos y motos traspasaba los vidrios del auto, incluso con la música. Stanley no sabía de qué forma iniciar una conversación con su mejor amigo, sentía que cualquier cosa que dijera sería algo insulso para alguien que perdió todo.

—¿Cuándo te vas a ir con Wendy?

Stan respingó al escuchar la voz débil de Kyle. Carraspeó, apretando levemente las manos en el volante.

—En un par de días, pero volveré en cuanto me necesites, amigo... —respondió, no muy seguro de su respuesta. Tendría que irse por temas de trabajo, pero, a pesar de que insistió en quedarse, Kyle era demasiado terco—. ¿De verdad estás seguro de que estarás bien? Puedo quedarme si me-

—No es necesario, Stan —negó, sin apartar la vista de la ventana. El cielo seguía nublado—. Estaré bien por mi cuenta, ve y haz lo que tengas que hacer. Tampoco quiero tenerte atado aquí.

Volvieron al silencio sepulcral, roto por esa música romántica que ni siquiera iba con el ambiente. Stan cambió la estación al volver a pitar el claxon al auto de enfrente y recibir insultos a cambio. Las noticias se dejaron escuchar brevemente.

Uno de los primeros robots creado por Eric T. Cartman fue vendido por 134 millones de dólares. Objetos personales como aquellos, han sido subastados y codiciados por los más ricos del país, se espera que...

Kyle deliberadamente cambió la estación. Stan tragó saliva al ver su reacción y suspiró.

—¿Supiste lo que pasó con...?

No habían hablado sobre eso antes. Al mismo tiempo de que surgió la enfermedad de Kyle, apenas y habían pensado en el castaño, ninguno de los dos lo veía desde hace años y ahora... ahora ya no podrían.

—Sí. Lo supe hace tiempo. Ese fue el camino que escogió, de todos modos —se encogió de hombros, evitando los recuerdos que le traía la sola mención de su nombre.

Después de unos cinco minutos el tráfico comenzó a fluir, de a poco avanzaban hasta el hogar de Kyle en los suburbios.

—Kenny me contactó hace poco —mencionó Stan.

—¿Y eso? Creí que nos había olvidado —volteó a verlo, enarcando sus cejas.

—Al parecer no. Recuerdas que Cartman creaba robots ¿no?

—Stan —ladeó los ojos, su voz sonaba fastidiada—, los veo en cada maldito lado. Incluso en el hospital. No es un secreto gubernamental si eso es lo que crees que pienso.

—Bueno, no te pongas así. Es que, con mi partida y el tema de que tus hijos vendrán en un par de semanas a verte desde el estado vecino... creí que sería de utilidad que-

—Espera... —abrió los ojos levemente—. Espero que no hayas hecho lo que creo que es.

—Oh, por favor, amigo, te servirá mucho y te ayudará a realizar las tareas más simples.

—¡Por Moisés, Stan! —se tapó el rostro con ambas manos—. Juré desde que Cartman se fue que nunca tendría uno de sus estúpidos androides y ahora tú me traes uno de a gratis.

—Vamos, no fui yo... —se detuvo, no sabiendo si era buena idea decirlo—, fue Kenny.

—¿En serio? ¿Kenny? —cuestionó, incrédulo—. ¿Después de años solo apareció, me regaló un robot asistente y se fue?

—Básicamente —se encogió de hombros—. Cuando supo que estabas enfermo, creyó que te gustaría tenerlo.

—Me desharé de él en cuanto pueda —gruñó, situando su dedo índice y pulgar en el puente de la nariz—. No quiero que sienta lástima por mí, ¿acaso le dijiste?

—No, claro que no —negó—. Sacó el tema de la nada, no supe cómo fue que se enteró.

Suspiró.

—Como sea, solo creo que deberías darle una oportunidad. Según me dijo puede hacer cualquier tarea que le pidas.

Al llegar a casa Stan bajó las maletas y las subió al cuarto del pelirrojo en el segundo piso. La casa seguía igual que cuando se fue hace un mes. Se habría olvidado de todo el asunto del robot asistente si no fuera porque lo vio ahí en medio de la sala de estar.

—¿Es una maldita broma? ¿verdad?

La máquina era un enorme armatoste cuadrado de bronce, sus extremidades eran demasiado cortas y no lucía como de los nuevos modelos que siempre aparecen vendiendo en la televisión o en internet (androides humanoides en su mayoría). Este era distinto, más robusto, bajo de estatura y rígido, ¿de dónde fue que Kenny lo compró? ¿En alguna venta barata en el mercado chino?

Al escuchar las palabras de Kyle, el robot pareció reaccionar. Se encendieron sus circuitos, los botones se activaron y sus ojos parpadearon. La cabeza cuadrada se irguió, divisando a su nuevo dueño y dio un par de pasos torpes hasta estar frente a frente.

—Buenas tardes, señor. Soy A. W. E. S. O. M - O. Su amigo robot y puedo cumplir la tarea que desee.

—Lindo ¿no? —dijo Stan al acabar de bajar las escaleras y ver funcionar el aparato.

Era raro, porque Kenny ni él supieron cómo encenderlo antes. Sonrió situando sus manos en jarras viendo a su amigo en esa sonrisa cómplice.

Kyle en cambió puso sus ojos en blanco y soltó un quejido de su garganta sentándose en el sofá. Todo el viaje lo dejó cansado y más el pensar en qué hacer con semejante artilugio inútil. 

AWESOM-O (CARTYLE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora