Día 14 y 15. Cicatriz y llanto emergente

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Cartman era el único en el taller de la compañía a esas horas de la noche. Trabajaba en uno de sus proyectos personales, un robot de bronce que le costaba hacerlo andar; cada día tenía que cambiarle piezas, el software era una molestia de instalar y sus extremidades aún no podían moverse con fluidez. Uno de sus peores robots, si se lo preguntaban, pero, por alguna razón, no podía dejarlo a un lado... Era su distracción y su excusa para quedarse hasta tarde sin que Heidi lo molestara por no estar el suficiente tiempo en casa.

Suspiró, limpiándose el aceite oscuro de las manos en ese trapo percudido. Tiró las herramientas a un lado de la mesa, visiblemente cansado e irritado. Tamborileó los dedos de su mano derecha al apoyarla en la mesa, contemplando su creación, por ahora, fallida; toda deshecha en un rincón. La estúpida máquina seguía echando humo y chispas, por más que intentaba arreglarlo no sabía el origen, por lo que ya no sabía qué más hacer.

Se dirigió al lavabo del baño y dejó correr el agua por el desagüe en un intento de tranquilizarse. Estaba demacrado, cansado. Las ojeras se percibían por debajo de sus cuencas y sentía que su vista ardía al estar tanto tiempo sin dormir. Se lavó el rostro múltiples veces con el agua helada del grifo, antes de salir y dejarse caer en una incómoda silla de metal de su taller. Sin importarle mucho que el agua se escurriera por su rostro, hasta mojar su arrugada camisa blanca, ya que no deseaba secarse.

Suspiró al tiempo en que se cruzaba de brazos.

No sabía qué más hacer. No quería trabajar, pero tampoco deseaba regresar a esa lujosa mansión con una mujer que no quería ni deseaba, tanto de forma emocional como carnalmente.

La luz de la luna entraba por los amplios ventanales que daban a los jardines de la empresa, los grillos e insectos cantaban sus melodías nocturnas en un aire nostálgico y melancólico.

El taller se convirtió en su segundo hogar. Dormía, comía y hacía su vida allí, básicamente. El único que lo visitaba era Kenneth, su mejor amigo, y, de vez en cuando Leopold, el joven asistente que se convirtió en pareja de Kenny después de que se conocieron por las prácticas profesionales del chico.

Heidi a veces suplicaba por su presencia en casa, pero se había distanciado tanto de ella que ya solo hablaban como si fueran meros desconocidos.

Aunque su situación "familiar" no era lo mejor en su vida privada; a la compañía y a Tenorman no parecía afectarles demasiado. En la televisión y frente al público en general aseguraban que su "ingeniero estrella", además de ser un esposo y padre dedicado al 100% a su familia, trabajaba arduo por traer más robots que ayudaran a la humanidad. Más excéntricos y útiles que los primeros diseños. Aunque tampoco sabía mucho sobre aquello. Se alejó tanto de la compañía que el equipo directivo era el que manejaba todo, solo él aprobaba o desaprobaba los diseños, el software y los materiales, según lo que Kenneth le contaba cómo iban las reuniones.

Lo increíble fue que la primera generación salió hace un par de años atrás... Después de que se enteró del paradero de Kyle. Apretó el puño al pensar esto y el recuerdo de lo que sucedió la última vez que lo tuvo entre sus brazos llegó a él. Cuando el judío fue a reclamarle hasta su oficina por su casamiento con Heidi.

Escondió el rostro entre sus manos al rememorar los ojos esmeraldas de Kyle, llenos de ira y miedo por ver en lo que se convirtió.

«Por Dios, ¿qué es lo que he hecho? —pensó al apretar sus cabellos aún mojados entre sus fríos dedos».

Su ambición ocasionó que todo terminara de este modo. Ya no podía salir de las garras de Tenorman sin perderlo todo y la vida que tanto deseó darle a Kyle se escurrió de sus manos desde hacía tiempo.

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⏰ Última actualización: Oct 07, 2024 ⏰

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