𝙲𝚞𝚊𝚗𝚍𝚘 𝚎𝚕 𝚌𝚘𝚛𝚊𝚣𝚘́𝚗 𝚜𝚎 𝚚𝚞𝚒𝚎𝚋𝚛𝚊

991 70 20
                                    

𝐂𝐨𝐧 𝐦𝐢𝐬 𝐛𝐞𝐬𝐨𝐬 , 𝐜𝐮𝐫𝐚𝐫𝐞́ 𝐭𝐮𝐬 𝐡𝐞𝐫𝐢𝐝𝐚𝐬,
𝐲 𝐞𝐧 𝐦𝐢𝐬 𝐛𝐫𝐚𝐳𝐨𝐬 , 𝐞𝐧𝐜𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚𝐫𝐚́𝐬 𝐥𝐚 𝐯𝐢𝐝𝐚.
𝐉𝐮𝐧𝐭𝐨, 𝐛𝐨𝐫𝐫𝐚𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬 𝐞𝐬𝐞 𝐯𝐢𝐞𝐣𝐨 𝐚𝐦𝐨𝐫,
𝐲 𝐜𝐨𝐧𝐬𝐭𝐫𝐮𝐢𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬 𝐮𝐧𝐨 𝐧𝐮𝐞𝐯𝐨 , 𝐥𝐥𝐞𝐧𝐨 𝐝𝐞 𝐜𝐚𝐥𝐨𝐫.

.
.
.
.
.
.
.
.
.
.

El amanecer ya había llegado, disipando la noche y dejando rastros de lo que había ocurrido en esa horrible y tortuosa noche para Edgar. Aún sollozaba, devastado en su cama. El dolor en su pecho era insoportable; sentía que en cualquier momento su corazón podría parar.

Decidió llamar a una persona especial que pudiera ayudarlo.

—No tardaré mucho, Edgar. Por favor, mantén la calma y no te alteres más de lo que estás —dijo una voz masculina desde el otro lado del teléfono, tratando de calmar al pelinegro—. ¿De acuerdo?

—Lo intentaré —respondió Edgar, respirando con dificultad y con una voz quebradiza.

—Bien. Solo espérame, Edgar —dijo el albino antes de colgar la llamada.

Con cada latido, el dolor en su pecho se intensificaba.

—¿Cómo pude caer tan bajo? —aumentó su llanto—. ¿Por qué no puedo morirme de una buena vez? ¿Por qué no puedo dejar de pensar... en ti? —agarró su pecho con más fuerza, escupiendo un poco de sangre, como si alguien lo hubiera golpeado. Empezó a temblar, quedándose sin fuerzas para seguir respirando.

No pasó mucho tiempo antes de que Byron llegara y comenzara a llamar a la puerta. Con esfuerzo, Edgar se arrastró hasta la entrada y la abrió. Byron se preocupó al instante al ver a Edgar en ese estado y lo cargó hasta el sillón de la sala.

—¡¿Edgar, pero qué pasó?! —preguntó, alarmado mientras lo examinaba con la mirada—. ¿Volvió a pasar de nuevo?

—Tal vez... —contestó Edgar, apenas consciente.

—No quiero que cierres los ojos, Edgar. Te necesito consciente ahora —dijo el médico, mientras le ponía un suero en el brazo—.

—No... puedo —respondió Edgar, tratando de no desmayarse.

—Sí puedes, Edgar. Sé que puedes hacerlo —trató de mantener la calma—. Solo... aguanta hasta que pueda rehabilitarte de nuevo.

Byron lo miró preocupado mientras pequeñas lágrimas comenzaban a caer por las mejillas de Edgar. Tardó un largo rato en que Edgar se reincorporara un poco. Sin embargo, sus lágrimas no cesaban y su pecho seguía doliendo, aunque un poco menos que antes.

—¿Edgar, qué fue lo que pasó ahora? —preguntó el médico, ansioso.

—Nada importante, lo mismo que la otra vez... creo —respondió el pelinegro, tratando de detener sus lágrimas.

—Edgar, ya hemos hablado de esto. Si sigues así, tu salud solo seguirá empeorando —suspiró antes de continuar—. ¿Cuánto tiempo has pasado sin comer y dormir?

—Antes de ayer dormí un poco y... —respondió Edgar, con dificultad.

—¿Solo dormiste una vez durante todo este tiempo? Me imagino que no has comido nada tampoco —mencionó Byron, preparando una aguja.

—Es algo complicado de explicar —dijo, observando cómo el mayor preparaba la aguja, extendiendo débilmente su brazo derecho, el que no tenía el suero.

𝚄𝚗 𝚌𝚘𝚛𝚊𝚣𝚘́𝚗 𝚌𝚘𝚗𝚏𝚞𝚗𝚍𝚒𝚍𝚘 ♥︎ (𝙵𝚊𝚗𝚐 𝚡 𝙴𝚍𝚐𝚊𝚛)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora