(1)

34 8 1
                                    

Me despierto con la primera luz del día filtrándose por las cortinas entreabiertas. La habitación está impregnada de un silencio que solo es roto por el murmullo distante de la ciudad. Mi figura se perfila en la penumbra cuando me levanto de la cama.
Me paro frente al espejo mientras me arreglo rápido, la camisa blanca ceñida, los pantalones oscuros, y los zapatos brillantes. El pelo, peinado hacia atrás con prisas, pero no desordenado.

Ajusto la corbata con la misma precisión que tomo decisiones. El reflejo me muestra alguien atractivo pero con un toque de dureza. Me pongo un reloj en la muñeca, para finalmente colocarme el saco abotonandolo de manera ágil, cada botón del traje es una declaración de intenciones: elegancia superficial, pero no menos letal.

Antes de dirigirme a la reunión que tenía programada para aquella mañana, me aseguro de que todo esté en orden. Mis hombres; sombras leales, reciben instrucciones concisas. La ciudad, nuestro territorio, espera con una calma tensa.
Subo a la camioneta seguido de mis hombres , el motor rugiendo en el momento que aceleramos dejando a la ciudad queda atrás mientras nos desplazamos hacia la reunión. El cuero del asiento se siente fresco, y la atmósfera está cargada. Cada hombre a bordo sabe lo que se juega.
La charla, si hay alguna, es corta y directa. Somos sombras en movimiento, en camino hacia un encuentro que definirá quién tiene el control en esta jungla urbana.

La camioneta se detiene frente al lugar. Al abrir la puerta, el sonido de la ciudad vuelve con fuerza. Salimos en formación, cada paso marcando nuestra determinación. Mi presencia genera un silencio momentáneo entre los presentes.

Las miradas se encuentran con la mía, y sé que la imagen que damos intimida. Las voces se apagan ante nuestra llegada. Mi camino por la sala es firme, mi expresión imperturbable hasta que finalmente rompo el silencio luego de haber tomado asiento en un extremo de la mesa...

- Espero que lo que tengan que decirme sea algo interesante, que para escuchar estupideces ya tengo suficiente con tu esposa,Guzmán.- dije aquello con la misma seriedad con la que ingresé para luego dibujar una sonrisa ladina en mis labios al escuchar las carcajadas de los presentes ante la expresión de Guzmán; uno de los representantes del tráfico de armas que se lleva acabo en Colombia, está aquí hace ya tres reuniones reemplazando a su padre.

- Cierto, la esposa de Guzmán habla estupideces cuando está su atención en otra cosa más importante.- Responde con diversión Dominic haciendo un gesto con las cejas dando a entender el doble sentido.

- Cuidado Vaughn, creo que estás confundiendo la personalidad de mi esposa con la de tu hermana.- responde tajante Guzmán defendiendo la reputación de su mujer, pero manteniendo su rostro apacible sin perder la elegancia característica de su hablar.

-Dejemos a la mujer de Guzmán a un lado y vayamos al grano...- corta la conversación Massimo; un hombre de edad avanzada pero de buen porte, y también el que nos citó a todos en este horario. Giro su vista hacia mi entregándome unos papeles por sobre la mesa.- Blackwell -menciona mi apellido mientras yo tomo las hojas observando la información escrita en ellas para luego el continuar hablando- Te mandaremos el cargamento a tu casa, eres el único que vive a las afueras de la cuidad. Predicen que habrá una tormenta muy fuerte está noche y no es seguro volar el avión en esas condiciones.-

- ¿Solo eso? De haber sabido me quedaba con tu esposa Guzmán- dije con carisma notando la expresión sería de mi amigo lo cual palmee su hombro antes de ponerme de pie acomodando mi traje saliéndome de la mesa- Vendre a buscarlo hoy por la noche.- dije mientras caminaba en dirección hacia la puerta de la habitación, antes de salir escucho la voz áspera de Massimo.

-No dejes que nadie se entrometa- me recuerda como si olvidara con quién está hablando.

- Descuida Massimo, no por nada me dicen El Verdugo- finalice saliendo de aquel lugar.
------------------

Salimos de la mansión en silencio, listos para el trabajo. La oscuridad nos envuelve mientras avanzamos hacia la tarea que acordamos en la junta. Mis hombres se despliegan, y la noche está tranquila, pero el viento trae consigo un cambio.
Miro al cielo y veo que se arma una tormenta. Los relámpagos destellan, iluminando por un instante mi expresión seria. La naturaleza parece estar al tanto de lo que está por venir. La tormenta que se forma en el cielo refleja la que se avecina en las calles.

En medio de la noche, cuando la oscuridad abraza la mansión y su entorno, una repentina luz con tonos entre violeta y azul, destella en el bosque a aproximadamente un kilómetro de distancia. Esta luz es tan intensa que ilumina momentáneamente la vegetación circundante y el cielo nocturno.

Simultáneamente, un estruendo ensordecedor acompaña la explosión de luz, sacudiendo el entorno con su potencia. El sonido retumba, reverberando a través de los árboles y perturbando la quietud habitual de la noche.

La sorpresa se refleja en los rostros de mis hombres. La luz y el estruendo han generado confusión, y todos buscan respuestas en la dirección del inesperado evento. La mansión queda en silencio por un momento, interrumpida por la incertidumbre que se ha apoderado de nosotros.En medio de la oscuridad mi expresión, normalmente imperturbable, se ve afectada por la sorpresa. Mantengo la calma, pero la incertidumbre se cierne lo cual está se vuelve más perturbada al ver que algo se aproxima corriendo con gran desesperación hacia nosotros, rápidamente mis hombres a mi alrededor alzaron sus armas apuntando a esa cosa que venía en dirección a nosotros.
Conforme más se acercaba entre la densidad de la noche pude notar la silueta de una mujer, mi impulso me llevo rápidamente a acercarme a ella cuando note que sus piernas perdían la fuerza al correr desplomandoce en mis brazos.

Su pecho subía y bajaba con violencia debido a su agitada respiración, su cabello oscuro totalmente desordenado y sucio con algunas hojas, su vestimenta rasgada por arañazos y en su rostro... Marcas de viejos golpes y una cicatriz que iniciaba desde la mitad de su frente descendiendo por el inicio de su ceja rodeando el ojo por sobre su pómulo.
Aún en su estado más débil pude notar como sujetaba un collar aferrandose a ello con todas sus fuerzas; la sujete con firmeza tomando su rostro con una de mis manos obligándola a reaccionar.

-¿Quien diablos eres? - pregunté notando como apenas abría sus labios para poder pronunciar su nombre como un susurro.

-H-Hayley...- pronunció desmayandose en segundos dejando caer el collar al suelo.

El Verdugo Negro: El misterio de Hayley Donde viven las historias. Descúbrelo ahora