Nueva Vida

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El viaje fue largo y tedioso, el autobús estaba lleno de gente, el aire acondicionado no funcionaba, y los asientos eran demasiado pequeños como para dormir en ellos. Me senté junto a la ventana, tratando de distraerme con el paisaje, pero una vez que nos alejamos de los húmedos y pantanosos rincones de Louisiana, solo pude ver campos secos y carreteras polvorientas que se perdían en el horizonte.

No podía dejar de pensar en mis padres, en sus últimas palabras, en sus miradas de decepción y odio. Me preguntaba si alguna vez podría volver a verlos. Me sentía sola y apartada, como si no tuviera a nadie.

Pero entonces recordé a Zach, mi amigo, mi héroe, mi ángel. Recordé cómo me había ofrecido una nueva oportunidad, una nueva esperanza, y no era la primera vez. Él y sus padres me acogían en su hogar cuando el mío se desmoronaba y mi familia decidía dejarme a la deriva para darme una lección. Fueron los únicos que se preocuparon por mi bienestar e intentaron hacer algo por mí, incluso cuando toqué fondo y me llevaron detenida. Me sentía agradecida y emocionada, como si por fin tuviera algo por lo que vivir, por fin estaría en presencia de miradas afectuosas y gestos de amabilidad.

Le mandé un mensaje desde mi celular apenas tuve algo de señal, diciéndole que ya estaba casi a medio camino, que pronto nos veríamos, que lo extrañaba mucho y que deseaba verlo más que a nadie en el mundo. Él me respondió al instante, diciendo que me estaría esperando apenas bajara del autobús. Me sentí aliviada, tranquila y cuidada, como si tuviera a alguien en el mundo para mí.

El autobús llegó a Denver al atardecer, el sol se ponía detrás de las montañas, tiñendo el cielo de naranja y rosa. Los pasajeros comenzaron a bajar con prisa y tuve que obligar a mis pies a moverse. Bajé temerosa, con mi mochila harapienta y mi ilusión a cuestas, allí empezaría mi vida nueva.

Lo primero que hice al pisar la terminal fue buscar a Zach entre la multitud. No logré verlo por ningún lado, comencé a sentirme nerviosa y algo decepcionada. ¿Y si él no había venido? ¿Y si se había arrepentido de su oferta? ¿Y si todo era una broma cruel?

Saqué mi celular y le mandé un mensaje, preguntándole dónde estaba. Esperé unos segundos mientras mi pierna se movía sin cesar por la ansiedad, pero no hubo respuesta. Me mordí el labio frustrada y me dirigí a la salida, esperando encontrarlo fuera. Caminé entre la gente, sintiéndome perdida y desolada, buscando su rostro, su sonrisa, su cabello, algo que me dijera que estaba allí. No conocía a nadie en esa ciudad, no tenía a dónde ir, no tenía un plan.

De pronto, escuché una voz familiar que me llamaba por mi nombre. Giré y lo ví, como una luz en las penumbras. Era Zach, con una sonrisa enorme y los brazos abiertos, resaltando entre la multitud como siempre lo hacía. Corrí hacia él y lo abracé con fuerza, sintiendo su calor y su aroma a lavanda. Él me estrechó contra su pecho, acariciando mi cabello y susurrando palabras de alivio y alegría. Nos separamos un poco y nos miramos a los ojos, reconociendo el brillo y la emoción que compartíamos.

-Por fin estás aquí. Te extrañé tanto, amiga. No sabes lo feliz que me hace verte - me dijo Zach con sinceridad, no podía creer que nuevamente estaba escuchando su dulce y cálida voz.

-Yo también te extrañé ,hermanito. Gracias por venir a buscarme, gracias por todo. No sabes lo mucho que te necesitaba - le dije agradecida intentando no quebrarme.

-No tienes que agradecerme nada, Mallory. Eres mi mejor amiga, haría cualquier cosa por ti. Estoy aquí para ayudarte, para apoyarte, para quererte.- de inmediato volví a abrazarlo, nos aferramos el uno al otro como si fuéramos la única certeza en este universo.

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