Libertad

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Existe una gran diferencia entre la libertad y el ser libre, una es una ilusión, mientras que la otra es un concepto que se vuelve cada vez más inalcanzable. La vida es tan injusta, que sólo te deja ver la diferencia cuando, aún estando fuera de la jaula, te sientes como un prisionero. Tienes la libertad, pero no eres libre de verdad.

Llevaba apenas seis días fuera de prisión, después de cumplir una condena por un crimen que no cometí. Esos días lograron sembrar en mí un nuevo aprecio por el confinamiento, cuando tu rostro se vuelve conocido por las razones equivocadas, la gente tiende a repelerte, como si fueras una especie de plaga. Incluso mis padres decidieron ignorar por completo mis llamadas. Sin familia, sin amigos, en lo que a mí concierne, estaba sola.

Ese día vencía la semana de alquiler del cuchitril donde me refugié al salir de la cárcel, un monoambiente sin ventanas, con paredes grises y sucias, y un olor a humedad que se pegaba a la piel, recordándome que la libertad siempre tenía un precio. Era pequeño, incómodo y oscuro, pero al menos era un techo sobre mi cabeza. No había conseguido empleo todavía, ni una sola oferta o llamada. Sospecho que las personas habrían desechado mi currículum luego de sólo leer mi nombre, como si ellos jamás hubieran cometido errores. Tenía unos cuántos ahorros metidos en una funda de almohada, pero sin un lugar a dónde ir, no me servían de mucho, eran meros trozos de papel.

Así de emocionante estaba siendo mi primera semana fuera, sentada en un colchón cochambroso en el que habrán reposado cientos de vagabundos, bebiendo restos de cerveza, e intentando a fuerzas volver a la vida. Era como si hubiera salido de un coma, y todo lo que me rodeaba fuera extraño y hostil. ¿Qué sentido tenía estar fuera si seguía atrapada en mi propia historia?

Mientras mi mente divagaba en mis minúsculas posibilidades de supervivencia, un sonido estridente me sobresaltó, un número desconocido me estaba marcando a mi celular, llevaba tanto tiempo sin hablar con otro ser humano que decidí contestar. Reconocí al instante la voz ronca y alegre de mi mejor amigo desde la infancia, era mi hermano de corazón, Zachary.

- ¿Hola? Mallory, ¿Eres tú? -.

- Me llamas desde un número desconocido, yo debería hacerte esa pregunta.- le respondí con ironía.

Se escuchó un suspiro de alivio al otro lado del teléfono.

- Gracias a dios, sí eres tú. He llamado a unos seis extraños antes de dar con tu número.-

- ¿Me meten a la cárcel por sólo dos años, y tú borras mi número? ¿Qué clase de amigo eres? Deberías sentirte muy mal ahora mismo.- reproché fingiendo estar enojada.

- Extrañaba tus dramas innecesarios, sólo cambié de celular rubia, no te vuelvas loca.-

Estaba riendo de vuelta, y oyendo la voz de un viejo amigo, no esperaba volver a sentir ese calor en el pecho tan pronto, lo necesitaba más de lo que creía.

- Yo también te extrañé Zach-

- Yo...te...ten...-

La llamada era inestable, como si Zach estuviera en medio de un festival muy bochornoso, percibí gritos y música a todo volumen.

- ¿En dónde estás? Apenas si te escucho.-

Oí cómo se movía, haciendo que el ruido se alejara hasta desaparecer.

- ¿Me oyes mejor ahora?.- su voz ya se escuchaba mucho más clara y tranquila.

- Bastante ¿Acaso estás en Coachella? .- le bromeé

- Ya quisiera, pero estoy atrapado con un montón de mocosos- suspiró - Estoy trabajando, y hay una fiesta infantil con más escándalo del que puedo soportar.-

Mi Hogar En Tí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora