Los rayos del sol que iban y venían, dejando su luz por las persianas que aún no me había dignado abrir. El cansancio me invadió pero no cedí a su llamado, solo quedándome en mi cama mirando el techo como si fuera interesante, ni siquiera sé cómo están mis plantas en este momento, ¿ya se marchitaron por la falta de agua? Me abrumaba la idea de no darles lo que necesitaban para seguir viviendo, pero ¿cómo podría ayudar a una simple planta si no fui capaz de ayudarla a ella?
He llorado demasiado. Durante mucho tiempo, aunque me cueste admitirlo. La palabra funeral no es algo que suene bien, especialmente cuando estás a pocos días de celebrar la Navidad. Me gustaría preguntarle al señor Fujiwara cómo está, si necesita algo o si simplemente le gustaría mi compañía, por muy deprimente que pueda ser en este momento.
Suele visitarme para ver que estoy bien a pesar de todo, habla un poco hasta terminar su pipa y regresa a casa, es un hombre que le gusta la compañía pero también le gusta la soledad algunas ocasiones, esa era otra cosa que teníamos en común.
Se cumplía un mes desde que Saori ya no está, era irreal no ver su sonrisa todos los días saludando por la mañana, o verla reír con las señoras Fukuda mientras se echaban chismes de famosos que veían en sus novelas o de algunos vecinos. Pensar que el tiempo pasó tan rápido me abrumaba, necesitaba de su escencia que inundaba el lugar cuando aparecía, me sentía tan solo. ¿Que era de mi vida antes de conocerla? ¿Qué será ahora que ella ya no está? Otro día más sin ella es inimaginable, casi aterrador aunque sepa que así será.
Si tan solo le hubiera dicho todo lo que mi corazón le gritaba, tal vez no me sentiría tan lamentable. O tal vez si, pero al menos ella sabría mis sentimientos.
—Osamu —Se escuchó de una forma grave y algo rasposa detrás de la puerta, mi cabeza se despegó de la almohada para mirar en esa dirección—. Se que estás despierto, muchacho. Preparé un café para ti, te espero afuera.
No me sorprendía escucharlo otra mañana para pasar el rato, se hizo costumbre despertarme con su voz atrás de mi puerta y decirme que tenía listo un café, probablemente con mucha espuma y la suficiente azúcar para mantenerme despierto dos días seguidos.
Con pesar en mis piernas me puse mis pantuflas y fui a mojar mi cara con agua fría en el baño, me arreglé un poco luciendo medianamente decente y bajé escuchando el crujir de la madera con cada escalón.
Sentí el sol golpeando mi rostro una vez abrí la puerta, siendo recibido por el aroma floral de la tienda y el canto sin falta de unos pájaros mañaneros del exterior. Di un repaso por el lugar analizando cada planta, parecían estar regadas recientemente, mi mirada se detuvo en el hombre sentado afuera en una silla reclinable al lado de la puerta.
—Hasta que sales por fin, un poco más y mi pipa se acababa para cuando estuvieras aquí. —Escuché del hombre que parecía regañarme con despreocupación, parecía estar mejor que hace unas semanas.
