𝑴𝒂𝒅𝒓𝒆𝒔𝒆𝒍𝒗𝒂 ✧・゚•̩̩͙ | 𝑆𝑒𝑣𝑒𝑛.

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𝑴𝒂𝒅𝒓𝒆𝒔𝒆𝒍𝒗𝒂 ✧・゚•̩̩͙ | 𝑆𝑒𝑣𝑒𝑛

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𝑴𝒂𝒅𝒓𝒆𝒔𝒆𝒍𝒗𝒂 ✧・゚•̩̩͙ | 𝑆𝑒𝑣𝑒𝑛.

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El calor chocaba contra mi piel como una plaga, sentía como me quemaba de a poco, odiaba salir durante estos días de calor inusual, ya que se supone que empezaría la temporada de invierno, pero el sol parece tener más ganas de desprender su fogoso calor estos días.

¿Porqué tengo que hacer esto? —Volví a preguntar con la esperanza de tener una respuesta coherente, subiendo escalón por escalón, el una gota de sudor bajando desde mi frente hasta mi mandíbula— Debería estar atendiendo mis plantas en este momento.

Epicamente, volví a ser ignorado a propósito, mirándola frente a mi por milésima vez, subiendo a unos escalones más adelante que yo, solo seguía su curso tratando de que su enorme gorro no se volará por la brisa que, por suerte para mí, ayudaba a refrescarme aunque sea un poco.

la colina bañada de un vigoroso verde daba algo de vértigo, ya que los escalones de piedra estaban tan empinados que si me resbalara por un segundo, caería tan rápido como si de un tobogán de tratase, por suerte traje los zapatos para caminar que me obsequio Atsumu. Según él me vendría bien una “caminata en la naturaleza”, aunque basta solo con dar un par de vueltas por la tienda, es casi lo mismo.

¡Ya casi llegamos! —Al voltear su cabeza para dirigirse a mí, la comisura de sus labios se curvearon en una radiante sonrisa, la punta de su nariz y mejillas se encontraban rojizas por el ambiente caluroso de la tarde, con los rayos del sol reflejándose tranquilamente sobre sus ojos que aún, eran adornados por unas pequeñas ojeras.

Me maldigo a mi mismo por no haber traído mi cámara para tomar aunque sea una foto de tan bello paisaje frente a mi.

Espero, me duelen los talones de tanto subir estás benditas escaleras —Sus ojos dijieron un giro hacia arriba como pidiendo paciencia y siguió su camino empinado.

No seas tan quejoso, Osamu. ¡Te lo compensare cuando lleguemos, te gustará! —Cuántas ganas tenía de tirarme al descampado y rodar hasta abajo entre el césped, junto con esos dientes de león que desprendían sus delicadas cipselas más pequeñas que un alfiler.

Eso dices porque no tienes una mochila con el doble de tu peso en la espalda. —A pesar de no ver su rostro, era evidente su pésimo intento de no reír ante mi desgracia. De todas formas, sus carcajadas fueron la respuesta a mis incesantes quejas.

Mientras seguíamos caminando escalón por escalón, Fujiwara soltó un suspiro de satisfacción al divisar a lo alto una entrada al puro estilo japonés que anunciaba el final del camino de escaleras tan horripilante y empinado. Agradecí al cielo que este martirio haya acabado por fin y apresuramos el paso con todo lo que daban nuestras piernas para llegar de una vez.

𝑺𝒖𝒔𝒖𝒓𝒓𝒐𝒔 𝒅𝒆 𝒖𝒏𝒂 𝑮𝒂𝒓𝒅𝒆𝒏𝒊𝒂  𝄄 ᴼˢᵃᵐᵘ ᴹⁱʸᵃDonde viven las historias. Descúbrelo ahora