Es una fresca mañana de otoño, el aire lleva consigo el preludio del cambio de estación, mientras yo, apurada por las obligaciones del día, noté con pesar que había olvidado mi bufanda en casa. Este descuido, es una constante en mi vida, que revela un mal hábito arraigado: la impuntualidad. Soy consciente de su impacto en mi reputación y credibilidad, lamentaba profundamente cómo este defecto minaba mi capacidad para ser considerada como una empleada confiable.
La impuntualidad, como una sombra persistente, parecía seguirme en cada paso de mi vida. Aunque trataba de remediarlo, se manifestaba de manera inevitable, como un hábito difícil de erradicar. Recuerdo con claridad cómo esta tendencia me afectó incluso en mi infancia. A los once años, formaba parte de un grupo de danza en el que la puntualidad era fundamental. La llegada tarde era castigada con la mirada reprobatoria de mis compañeros y profesora, quienes subrayaban cada retraso con una crítica implacable. Me hacía sentir no solo frustrada, sino también pequeña e incluso desprotegida. Cada reprimenda por llegar tarde resonaba como un recordatorio de mi incapacidad para cumplir con las expectativas, dejándome vulnerable ante el escrutinio de los demás. En la clase de danza, por ejemplo, mis retrasos no solo generaban críticas, sino que también alimentaban un sentimiento de insignificancia, como si mi falta de puntualidad reflejara una falta de compromiso o valor.
Una vez, antes de una importante presentación, recibí una advertencia clara: si volvía a llegar tarde, las consecuencias serían severas. Sin embargo, ese día no fui yo quien causó mi ausencia en la muestra. Una acalorada discusión entre mis padres eclipsó cualquier posibilidad de contar con su ayuda para llegar puntualmente. En medio del conflicto, ninguno de ellos estaba dispuesto a brindarme el soporte necesario, sumiéndome en un estado de impotencia y frustración.
Sin embargo, al descubrir que ellos habían previsto mi posible ausencia y habían tomado medidas para evitar contratiempos, experimenté una compleja amalgama de emociones.
Por un lado, sentí un alivio momentáneo al saber que mis compañeros habían cubierto mi ausencia de manera eficiente y que la muestra había transcurrido sin problemas. Esta sensación de alivio fue acompañada de un atisbo de gratitud hacia ellos por su previsión y capacidad para adaptarse a la situación. Pero al mismo tiempo, me invadió una oleada de dolor y confusión al darme cuenta de que mi ausencia no había sido solo un incidente aislado, sino que mis compañeros ya habían contemplado la posibilidad de que no estuviera presente.
Esta revelación profundizó mi sensación de marginación y desamparo. Sentir que mis compañeros no confiaban plenamente en mí para cumplir con mi parte en la muestra, e incluso habían planeado sin mí, fue un golpe duro para mi autoestima y mi sentido de pertenencia en el grupo. A pesar de que su previsión evitó contratiempos evidentes, el daño emocional causado por su falta de confianza fue profundo y duradero. Y la unica responsable de eso, era yo.
―¡Al fin un cliente! ―exclamó mi compañero con un dejo de alivio al verme llegar, mientras acomodaba algunas fundas de peluche en el mostrador. ―Dime ¿Para que modelo estas buscando?―pregunto con una pizca de ironía con las manos en la cintura a modo de burla.
―¡Oh, parece que soy la primera cliente de la tienda de fundas de peluche exclusivas! ―respondí con una sonrisa, intentando seguirle el juego.―Bueno, para ser honesta, soy más del tipo de personas que elige una funda según el el color del teléfono. ¿Tienes algo en rosa con brillos y diamantes incrustados? ¡Eso sería perfecto para mí!
Su risa estalló en la pequeña tienda, resonando en el aire y llenándola de una energía contagiosa. En un gesto juguetón, intentó lanzarme una de las fundas del mostrador, mientras exclamaba entre risas: "¡Maldita! ¡Me haces reír para que no te mate por dejarme solo!" Su comentario, aunque en tono de broma, llevaba consigo un peso de verdad que no pude ignorar. Sentí una punzada de culpa por las veces que había dejado que él cubriera mis responsabilidades, y su aprecio hacia mí se hizo aún más evidente en ese momento.
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Colorimetría del Amor
Romans..."Voy a perturbarte, cada fibra de tu ser anhelará por mí y pedirás ser mi musa. Desde ahora, seré yo quien capture tu esencia en esa cámara."... ..."Pierdes tu tiempo, siempre he tenid...