MOTS | Scaramouche ha nacido por el egoísmo de la Arconte Electro, Raiden Ei. Su versión actual se originó por el enojo y la furia hacia los dioses y humanos, quienes lo han traicionado múltiples veces. Antes ha sido una marioneta hueca y sin propós...
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Lluvia y dolor traídos por el tiempo y el viento. Inundan la zona en silencio, lágrimas traicioneras corren por los ojos de los guerreros, de aquellos soldados, quienes aguantan toda clase de barbaries en nombre de la batalla, alzando las armas en alto y corriendo hacia el enemigo, raudos. Hierro y sangre, congoja acumulada, recuerdos en el aire mientras la vida se va esfumando. Esta es la verdad de la guerra, la otra cara de la moneda. Una capa milagrosa de agua se extiende velozmente entre los caídos y cura a quienes merecen una segunda vida, logrando sacarlos de las garras de aquella parca que se aleja silenciosamente del sitio. Los zapatos blancos de la oceanida resonan en el sitio, apenas llegando a la zona más sangrienta de la formación por culpa del Shogunato, quienes poseen armadas especializadas en las artes marciales y están conectados a sus naginatas. Heridas cicatrizan y la vida se devuelve, los hombres escuchan las palabras apenas entendíbles de su salvadora, quien se aleja a toda rapidez a base de pequeños saltos en lugares específicos.
La katana de la mujer se alza en alto y derriba a unos samurais, quienes no titubean en defenderse. Cortes precisos, armas bailando en la lluvia y el viento feroz, emitiendo chirridos cuando los metales chocan entre sí. La tela del mango se mueve con violencia gracias a la fuerza de la mujer, quien no duda en seguir avanzando, en dar zancadas y golpes estratégicos a todo guerrero que oscile en acercarse a su cuerpo. Incluso si su rostro es herido y haya una fina línea de sangre más líquida de lo usual, no duda y sigue enfrascada en dicho enfrentamiento. Su pie dominante da una fuerte pisada y la tierra tiembla. Tras su espalda hay montículos de agua salidos del suelo, el cual está quebrado.
Las espadas tienen dos significados: protección y asesinato. Al seguir el camino de dicho arte es imposible no hallarse en una situación de vida o muerte donde sí o sí tengas que blandir la espada en protección tuya. Es matar o morir. Pero es tu decisión darle un sentido positivo a tu arma, a no corromper su pureza con el hedor metálico de inocentes, con almas sin pecado alguno que murieron por los deseos venenosos de su portador. La espada muere el día donde quede corrompida. El filo se inunda de agua, emitiendo luz fulgurante, tan aliviante que los soldados de la resistencia de Sangonomiya deben permanecer quietos durante unos segundos para apreciar dicho brillo que parece envolverlos en un vasto océano calmo, sin peligros, protegiendo sus almas con ayuda de las olas que alejan los enemigos.
Marella da un salto usando el hombro del samurai como apoyo, levantando a su izquierda la katana, la cual finalmente deja salir el agua acumulada en forma de látigo, la cual azota la tierra apenas y la oceanida mueve el brazo hacia abajo con todas sus fuerzas. Oleadas de soldados de la Shogun salen rodando a otros lados, lejos de los hombres de Watatsumi. La lluvia se vuelve ruda, gotas gordas de agua descendiendo a toda velocidad y volviendo la arena más resbaladiza y húmeda. La gente de Kokomi tiene suerte en usar zapatos especiales para esos momentos repentinos. Su cuerpo cae grácil al suelo, sin tanto esfuerzo en adquirir un buen aterrizaje. A la lejanía divisa a la comandante tengu, Kujou Sara, observando el panorama de nueva cuenta. Sonríe apenas escucha un chasquido y ordena a los pocos que siguen vivos a una retirada estratégica.