Capítulo I.

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  Llueve a cántaros

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  Llueve a cántaros.

  La joven va corriendo a toda velocidad por la playa de Kannazuka, llevando ambos brazos hacia la cabeza para mitigar la humedad del aguacero, el cual logró atraparla en plena caminata. Los truenos rompen el cielo con el pasar del tiempo, la naturaleza muestra la violencia tan temida por el mundo mortal. Una errante sufriendo aquello es una historia trágica de contar. Entonces, como si fuera un alivio del cielo, logra hallar una cueva natural y algo corroida por la humedad y la sal de las olas. Pero sirve. Cualquier cosa con un techo sirve en esos momentos, pues el kimono abierto, para una mejor movilidad, estaba empapado, la tela logró absorber el agua, causando así que la prenda resultara pesada para su gusto.

  Chasqueando los dientes de la rabia, se detiene abruptamente en plena lluvia. Se quita el haori que cubre el kimono. Con rabia se deshace de los nudos del lazo, quedando únicamente en una especie de tela interior más delgada. No siente frío, el haori basta para ella. El kimono es una prenda tradicional de Inazuma que simboliza el estatus social de uno. La versión al alcance del pueblo es la yukata, una ropa que se caracteriza por lo cortas que resultan ser las mangas y la poca cantidad de bordados y el material empleado. Mientras tanto el kimono usa sedas de fina calidad y poseen decoraciones llamativas. Tuvo suerte de tener un kimono a su disposición, pero en esos momentos resulta ser un estorbo.

  Ingresa.

  Es ahí donde visualiza la silueta de un joven varón de agraciados cabellos añiles, los cuales son cubiertos por una especie de velo amatista, el cual llega casi tocar el suelo. Traslúcido. Parece confundido, moviendo la mirada de un lado a otro, visualizando el entorno natural que lo rodea. Y es entinces donde alza la mirada y mira a la damisela frente a él, la cual permanece en silencio, analizando el entorno. Tiene cautela, no se acerca a él, pero la curiosidad se refleja en sus gemas amatistas. El chico y ella comparten ciertas similitudes. Él posee ojos morados oscuros, ella de un tono más claro. Tiene la melena de un oscuro azul, ella de un hermoso celeste cielo. Gritaba "mar", "humedad", "océano". Como una ola que viene con calma debido a la marea alta. Irradia tranquilidad, le hace sentir tranquilidad.

  —¿Quién eres tú?

  —¿Cómo te llamas?

  —No tengo nombre.

  —Ah, ya veo.

  Al parecer aquella joven no sabe interactuar con otros individuos.

  —¿Tienes familia?

  Él niega, triste.

  —Mi creadora me abandonó.

  La mañana llega en cuestión de horas que consistieron en silencio puro donde la marioneta estuvo durmiendo en medio de lágrimas por el dolor en su pecho y mera existencia. No tiene corazón. Jamás lo ha tenido. Es una vida artificial sin aquello que caracteriza a los humanos. Pero aún así es capaz de sentir como ellos, de llorar como ellos, de reír como ellos, de soñar, de vivir. De querer ser feliz. Y quizás la Raiden Shogun, la diosa del rayo, lo abandonó por tal motivo. Una marioneta no debe sentir emociones ni manifestarlas bajo ningún concepto, porque el motivo de la existencia de tales cosas es para ejercer un dominio autoritario, donde la voluntad del creador es ejercida sin dudar ni un segundo.

moral of the story | scaramouche. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora