«Yo, Marella, he caído tan bajo».
—¡Tú, humano miniatura! ¡No hagas eso!
Cuando se refiere a "humano miniatura", se trata de los hijos de los mortales más grandes de la aldea. Su deber consiste en cuidarlos mientras juegan cerca de la playa para evitar cualquier tipo de desastre. No pudo rechazar la oferta —¿deber impuesto a la fuerza, quizás?— debido a que debe colaborar siquiera en el puesto de niñera de un montón de críos sin sentido alguno de supervivencia. Después de todo, a regañadientes se quedó en la aldea que hay en Tatarasuna.
Es curioso eso. Marella detesta interactuar con los humanos. Claro, su repudio no llega al odio, pero la incomodidad es notable. Se palpa con facilidad en el aire. La doctrina digna de alguien tan longevo está en ella, en su mente. Los mortales jamás comprenderán el pensamiento divino y, además, son molestos. Ingratos, dispuestos a clavar un puñal cuando des la espalda. No confía en ellos. Años atrás, cuando era más joven y, por ende, ingenua de la vida misma, sería imposible que tuviera tal pensamiento acerca de la humanidad. Los años de experiencia hablan por sí solos.
La joven suelta un suspiro cuando uno de los infantes cae al suelo y se raspa la rodilla. Comienzan con los llantos, es irritante. Se baja de la roca y camina hacia el niño. La zona afectada está brotando pequeños rastros de sangre. Para Marella no significa nada, una herida tan insignificante. Sin embargo, para el pequeño humano, es como si le hubiesen amputado la pierna.
—¿Por qué lloras? Eso no es nada. —Le dice, cruzada de brazos.
El llanto se intensifica a tal grado que deja de usar una pose tan relajada para cubrir sus oídos. Marella rueda los ojos, mirando el panorama.
—¡Pero deja de llorar! —exclama. No sabe qué hacer. —¡Allá, muy lejos de aquí, hay personas que sufren heridas peores y no están llorando!
La humanidad es tan emocional.
Marella frunce el ceño mientras el infante sigue con el coro de gritos. Ve una cosa mucosa por la nariz del niño, mocos. Está moqueando. Además, su rostro se hizo tan rojo como un tomate, hay sudor de por medio. La desesperación, dolor y tristeza. Suelta otro suspiro. Si demuestra molestia, el pequeño seguirá llorando. Si lo ignora, el llanto se volverá más agudo. Por eso, con pesar, suelta un suspiro. Arranca un trozo del kimono carísimo, se acerca al infante de a pocos. Lo describe como alguien pequeño y no tan escualido. Ahora mismo está sudando y chillando. Tiene el cabello oscuro con una yukata azul con decoraciones de olas por las mangas y el borde. Las getas tienen los cordones rojos. No hay presencia de medias.
—Te ayudaré, pero no vas a llorar más. —dice.
Cualquiera que viese dicha acción estaría con la boca abierta. La tela del kimono es costosa. El infante se sorprende al ver la mano de Marella, rodeada de un halo de luz azulina. Se ve confiable, tan calmada como un mar pacífico y sin olas feroces. Mira los ojos, brillantes. Un poder sobrenatural. Marella no es humana, eso se evidencia muy bien.
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moral of the story | scaramouche.
FanfictionMOTS | Scaramouche ha nacido por el egoísmo de la Arconte Electro, Raiden Ei. Su versión actual se originó por el enojo y la furia hacia los dioses y humanos, quienes lo han traicionado múltiples veces. Antes ha sido una marioneta hueca y sin propós...