3- final

3 0 0
                                    


Pausadamente fue saliendo de la cabaña y todos los muchachos estaban de nuevo en pie, con los ojos con su color correspondiente y sin ningún problema a simple vista. Trel cogió en brazos a su hermana pequeña, y un recolector avisó a la anciana de que los árboles habían desaparecido. Pese a la alegría colectiva y la posterior celebración de la batalla contra los Rocosos, Tila seguía manteniendo una inquietud incesante en el corazón. 

Tras la estrepitosa derrota, el pueblo vecino propuso un pacto de paz provisional y más tarde llegó a sus oídos la noticia de que el líder había abdicado poco después.

Sin embargo, pasaron algunas semanas y una vez más Viva irrumpió entre lágrimas, esta vez en la Caseta Organizativa. La líder de los comerciantes la tomó de los hombros muy seria con la intención de echarla del lugar, pero Tila se levantó del tocón en el que había estado sentada y preguntó con gesto paciente:

— ¿Qué sucede, querida?

— Es Trel. Está con los pies hundidos en el Pozo.

Los presentes abrieron mucho los ojos y salieron disparados hacia aquel lugar. Lo que no se esperaban era que Trel no era el único que se encontraba en una situación de máximo peligro: todos los jóvenes actuaban de una manera temeraria, como si estuvieran fuera de sí. Viva tomó de la mano a la anciana y ambas fueron hasta el Pozo donde el chico dejaba caer sus piernas con total despreocupación. 

El horror venía dado al ser una zona altamente resbaladiza. El muchacho de cabello rubio tenía sus pupilas fijas en un punto, y ante la sorpresa de ambas, comenzó a llorar. Se notaba que de su mirada emanaba una tristeza que era mucho más amplia que cualquiera que Tila en su larga vida había experimentado. Trel susurraba que el Pozo lo llamaba, que una vez le hubiera hecho caso, dejaría de sentir dolor. Ese asfixiante suplicio que comenzó el día en que ganaron la batalla contra los Rocosos:

— Nos dejasteis solos.— ahora hablaba en voz alta. — Jamás os pusisteis en nuestro lugar, todo el tiempo fuimos muñecos sin vida.

Viva se acercó un poco más a su hermano, pero Tila la agarró del brazo. No tardaron mucho en escuchar gritos por la calle; aquello fue peor que la batalla misma.

— Trel, escúchame. Eres más fuerte, no le hagas caso a lo que te dice. Piensa en tu padre, en tu hermana. No dejes que te lleve.

Entonces, el poblado entero calló de pronto. El chico que momentos antes había estado a punto de tirarse al Pozo fue alejándose de él con lentitud, como un autómata. 

 Viva lo abrazó con fuerza y un hombre de pelo cano fue al encuentro de ambos con desesperación. La anciana fue avanzando entre la exacerbada multitud, como presa de una pesadilla, intentando actuar entre las llamadas de auxilio de su gente. Poco después, los muchachos cedieron del mismo modo a las súplicas de sus familias y despertaron definitivamente de aquel trance que en realidad nunca había terminado. Nadie se explicaba qué había sucedido.

El líder de los cazadores informó a Tila que se habían suicidado un cuarto de los jóvenes. 


Filo Otter.


.

.

.

Gracias por leer hasta aquí :) 

Si quieres saber qué pasó en la primera parte puedes leerlo, se titula Historias de Tabernas y también está disponible en mi perfil.

El trance de la juventud (Continuación de Historias de tabernas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora