papi y bebé

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da una calada profunda a su cigarrillo, alejando su brazo hasta el cenicero que descansa en el buró junto a él. la única luz que alumbra la habitación viene de una larga lámpara, parada en la esquina derecha del lugar. su luz es naranja, tenue. en cinco minutos ya se ha fumado dos y este es su tercero. el humo se le atasca en la garganta pero no tose, simplemente se queja en un gemido. y no precisamente por culpa de esa nubecilla negra.

max está haciendo su trabajo, chupando a sergio. sabe que a su bebé le encanta hacerlo y no podía negarse a sus pedidos para jugar.

siente cómo el menor aprieta la base de su pene, chupando la punta, haciéndolo gemir roncamente. la colita de max rebota sobre su cabeza por los movimientos que hace.

algunos cabellos se escapan de ella, cayendo alrededor de su rostro. haciéndolo lucir más hermoso y delicado de lo que ya es por costumbre.

llevaba así, tal vez ¿año y medio? sergio cree que sí. ninguno de los dos sabía cómo habían empezado. sólo recuerda que un día max ya estaba empotrado a la meseta de la cocina, gimiendo por su papi, que estaba en lo más profundo, dentro de él. al principio habían pensado que sería cosa de una vez, porque el rubio se sentía culpable. sergio lo entendía, pero necesitaba más. las cosas se fueron haciendo frecuentes. cada mes, cada semana, cada tres días... todos los días. max comenzó a llamarlo papi y desde ahí el pelinegro se dio cuenta que no iban a parar.

nadie sabía de esto, solo sergio y max. o eso era lo que el mayor creía, porque el de ojos azules le había contado todo a su primo mick, quien juró mantener la boca cerrada. y ha cumplido su juramento. obviamente, carola no estaba enterada de eso. a sergio le daba un poco de risa, incluso, a veces ellos eran muy obvios. se guiñaban los ojos, se envían miraditas y la mujer ignoraba todo ello. seguro estaba tan atareada con la boda, que no podía pensar en nada más.

sergio sale de sus pensamientos cuando los dientes de max aparece en el acto. su cara se contrae de placer, juntando las cejas y cerrando los ojos. como instinto, alza las caderas, pidiendo más. alcanza el fondo de la garganta del rubio, provocando una arcada. eso no lo desanima, al contrario. ayuda a que haga su trabajo más rápido y profundo. las uñas esmaltadas en azul cielo de max se entierran en las caderas de sergio, cuando él comienza a restregarse contra el colchón. carola siempre odió que max fuera tan femenino. que usara esmaltes, cosas en el cabello, y que tuviera un hermoso cuerpo. todo eso es lo que sergio ama. ama a su delicado bebé.

—papi... —max se queja con voz rota.

sigue frotándose, imaginando que es su papi quien lo toca. le encanta chupar a sergio, porque sabe que lo disfruta. además, cuando termina le dice que ha sido un buen bebé, tomándolo todo hasta el final. hoy su papi sabe a fresas, posiblemente por el jabón de baño.

cuando el rubio entró a la habitación para acomodar la ropa limpia, sergio estaba saliendo del baño. con el cuerpo y cabello húmedos, una toalla colgaba por el borde de su cadera. max le había sonreído inocentemente. cuando terminó, el pelinegro ya estaba recostado en la cama, tocándose a él mismo. los ojos azules del joven habían brillado en total deleite de ver a su papi así.

—¿puedo jugar contigo, papi? —max preguntó, acercándose a él, lentamente. observando las manos del rubio subir y bajar por su grueso y largo falo.

sergio le sonríe de lado.

—sabes que sí, princesa.

max ama ser llamado así. le gusta que al momento de estar con sergio, le hable de manera delicada pero sucia a la vez. siempre diciéndole apodos como: bebé, nena, o el favorito de max. princesa.

porque él es la princesa de papi.

entonces, con una mano sostiene la polla de sergio, y con la lengua traza todas y cada una de las venas que sobresalen de la erección. tiene la punta roja, casi morada y húmeda de la saliva de max y el líquido preeyaculatorio. oye al mayor por falta de aire. lo conoce muy bien y sabe qué es lo que le gusta o no. esto le encanta. de un sólo golpe, se mete todo a la boca, tarareando de gusto. sergio gime por las vibraciones de la garganta de max. se siente tan bien que pronto se correrá. pero hoy no tiene ganas de hacer en su boca.

—venga, bebé. en cuatro, ahora. papi quiere comerte antes de follarte como te gusta.

max da una última lamida a la ranura de la cabeza, limpiando el líquido del presemen que sale. siente desfallecer por la propuesta de sergio. le encanta ser comido por su papi.

—quítate la ropa.

𝐭𝐨𝐝𝐨 𝐩𝐨𝐫 𝐩𝐚𝐩𝐢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora