max siempre creyo que cuando fuese mayor y ya hubiese terminado sus estudios, encontraria a alguien con quien ser feliz, casarse y quererse hasta la eternidad. independientemente si era una mujer o un hombre. creyó muy mal.
con ese triste pensamiento, alisa su saco negro frente al espejo de su habitacion. suspira, volteandose para verse mejor. la camisa blanca esta abierta unos cuantos botones abajo, para darle un estilo mas relajado.
unos toques hacen que mire hasta la puerta, mick esta parado ahi, vistiendo un simple traje gris con corbata.
—¿listo? el taxi ya llego.
max asiente con media sonrisa, volviendo su vista al espejo, solo para confirmar que todo estaba bien.
—maxie, sabes que si no quieres ir no tienes porque...
—estoy bien, micky. esto puede ayudarme a... ¿superarlo? a entender que no hay vuelta atras y que lo nuestro ya tuvo un fin.
el menor sonrie triste, viendo a su primo intentando ser fuerte. le hace una seña con la cabeza, indicandole que ahora si, debian irse. cuando bajan, sophie esta sonriendoles, halagando lo apuestos y elegantes que se ven. besa las mejillas de ambos y ellos le devuelven el gesto, prometiendo que no volveran muy tarde.
—¡buena suerte, chicos! ¡no olviden traerme el centro de mesa! —la madre del rubio grita antes de que el taxi arranque por completo.
al dia siguiente de que termino con sergio, habia ido a la oficina de carola para hablar con ella y decirle que no podria trabajar mas ahi por cuestiones de estudio. ella dijo que estaba bien, y le dio su liquidacion de una vez. quiso pasar ahi, porque sabia que si iba a la casa, lo encontraria devastado y no hubiera aguantado las ganas de correr a sus brazos y pedirle perdon.
el trayecto a la iglesia fue largo por el trafico. max no quiere entrar y ver a sergio casandose. quiere irse, no quiere aceptar la realidad. toma aire antes de sentarse en una de las bancas fuera del lugar. mick lo sigue, poniendo una mano en su rodilla.
—podemos irnos cuando tu quieras. siempre estamos bien vestidos, no sé, podriamos ir a comer pizzas.
—estoy bien, mick. quiero hacer esto.
—¿quieres fumar un poco?
max niega con la cabeza, mirando al de ojos azules cristalinos sacar una cajetilla del interior de su saco.
un auto negro, elegante se estaciona en la entrada. es el auto de sergio, el baja del asiento del copiloto, seguido de sus amigos—padrinos. carlos y fernando. los tres tiene el rostro serio y ceños fruncidos.
—buenas tardes —dice sergio, pasando cerca de ellos sin siquiera voltear a ver.
mick solo asiente como saludo, esta muy ocupado expulsando humo de su boca como para hablar, y max baja la mirada, apenado.
—¿crees que.... crees que aún me quiera? digo, parece que...
—tranquilo, max. seguro lo hace, ha pasado poco menos de tres semanas. no dejas de querer a alguien en ese tiempo. ¿lo has hecho tu?
—no, no. para nada, lo quiero igual que siempre.
mick mueve su cabeza de arriba a abajo. —él tambien lo hace.
una pequeña sonrisa atraviesa los labios de max. se para, arreglando las arrugas de su ropa, decidido a entrar, con el pensamiento de que sergio aún lo quiere. su primo tira el cigarro y lo pisa para apagarlo.
al entrar, buscan un asiento cerca de alguna ventana o ventilador. se sientan y max no puede apartar la mirada de sergio. esta de espaldas, hablando con su madre. es una mujer no muy alta y algo llenita, tiene el cabello largo, sujeto a una coleta. su vestido es simple, pero lo que más llama la atencion del rubio es su expresión. luce aflijida, con una sonrisa rota y lagrimas sin soltar en los ojos, mientras acaricia el rostro del pelinegro y este solo niega. por ultimo, besa su mejilla y comienza a caminar lejos de el.