—entonces... max, ¿o me equivoco? —la mujer suena insegura sobre si es ese o no el nombre del chico.
el joven rubio retuerce sus blancas manos sobre su regazo, sus dedos son largos y en sus uñas se pueden observar un pequeño rastro de esmalte rojo. se lo había quitado para causar una buena impresión.
—está en lo correcto —por fin contesta, con la mirada fija en la alfombra morada, era bastante bonita como para ser pisada por sus desgastadas botas, justo como ahora.
—¿no estudias?
max quiere resoplar fuerte, rodarle los ojos a la elegante mujer e irse de ahí. porque no, no estudiaba. si lo hiciera, no estaría pidiendo ese trabajo. con dieciocho años, presentó un examen de admisión a la universidad de belgica. no fue aceptado. estuvo dos puntos abajo del puntaje con el que debía ser seleccionado. su mamá le dijo que no perdiera la esperanza, ya el próximo año lo intentaría, pero que no iba a quedarse ese curso sin hacer nada. debía ayudarla con los gastos de la casa, porque verstappen no era rico, tampoco pobre. pero una ayudita nunca está de más.
—no, señorita...
—oh, cierto. soy carola martinez. muy pronto carola de perez —ella sonríe de lado, soltando una risa chillona, bastante para el gusto del rubio.
—me alegro, señorita martinez —sus ojos tienen cierta chispa. le gustan las bodas, así que se pone feliz por todos los que estaban a nada de casarse.
—pero bueno, estamos aquí para hablar de ti, no de mí. entonces, no estudias.
—no, presenté un examen de admisión el mes pasado pero no quedé seleccionado, lastimosamente.
carola asiente en compresión, dándole una mueca de pena al chico de ojos azules.
la puerta principal de la pequeña, pero elegante casa, se oye abrirse, revelando a un hombre pelinegro vestido a traje. su mirada es seria, no tiene expresión en su rostro. la muy poca barba que lleva se ve algo descuidada, aunque para los ojos de max no le quita lo guapo, al contrario, siente que le da un toque más joven y fresco. no es tan alto pero demuestra dominancia en su recta postura. sus pómulos se marcan haciendo al rubio perder la respiración.
él camina hasta llegar al sillón, con el ceño fruncido, preguntándole a la mujer quién era ese y qué hacía ahí, sin hablar, sólo con la mirada.
—ven, amor. este es max y vino para el trabajo de mujer de servicio, aunque... no es mujer pero bueno. y lo que le iba a decir es eso, que nosotros buscamos a una mujer para esto, creemos que puede ser más dedicada a su trabajo.
—es lo que tú crees. el chico tiene pies y manos, lo mismo que una mujer. si tiene ganas de trabajar lo hará bien.
sin poder evitarlo, verstappen sonríe de lado, agradeciéndole al, que se supone que es, señor perez.
—si es eso lo que les preocupa, hace unos meses trabajé con una vecina ayudándola porque ella está enferma y necesitaba a alguien, nunca me pagó. lo hacía porque quería. ella escribió esto para ustedes, creo que cuenta como una mini carta de recomendación.
de su bolsillo trasero, saca una hoja mal doblada. cuando la extiende, trata de ponerla lo más firme posible para que no se viera tan poco profesional.
el hombre trajeado la tomó de sus manos, casi arrebatándosela. instintivamente, max echó sus manos a su pecho. la releyó rápido, después se la pasó a su novia. ella sí leyó atentamente cada palabra que la señora veronica había escrito ahí.
mientras carola estaba ocupada con la nota, max podía sentir la mirada penetrante del otro sobre él. acomoda la bandana de su cabeza, tomando valor para mirar al hombre y brindarle una corta sonrisa. lo hace. el señor perez aparta la mirada rápidamente, evitándolo. con una mueca, el de ojos azules baja la mirada. juega con los anillos de sus dedos, nervioso. quiere y necesita agradarles a estas personas para obtener el empleo, pero parece trabajo difícil.
—entonces, la señora... veronica —lee el nombre con su mirada fija en la carta—. dice que ibas a su casa todas las tardes para arreglar su jardín, alimentar a los gatos y lavar la ropa.
—efectivamente. después de clases, comía en casa y de ahí, cruzaba a la de ella.
—también leí algo de que eres bueno en la cocina, ¿es eso verdad?
la sonrisa resplandece en el rostro de max. él amaba la cocina. trabajar con masa, combinar sabores, texturas, etc.
—así es, desde comidas hasta postres.
—además... —ella quiere seguir hablando pero su novio la corta.
—¿vas a seguir hablando o darle el empleo? puta madre, que me hago viejo aquí.
la futura señora perez le rueda los ojos al hombre.
—sergio, amor. cuida tus palabras —le habla bajo a la cara—. muy bien, max. tienes el trabajo, pero estarás una semana a prueba. después hablaremos de tu paga.
—¿de verdad? —sus ojos se expanden, grandes y brillantes—. muchas gracias, en serio.
y por primera vez, max nota una sonrisa en el rostro de sergio.
una sonrisa que no sabe muy bien cómo descifrar.
@louiskt