Round I

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Terminaba de arreglar el archivo embrujado de la oficina (como le llamaba Estefan), con la última carpeta de la restructuración de la Sra. Bernarda cuando llamo Lory, quería confirmar por vigésima vez si la acompañaría a uno de esos eventos ilegales que tanto le llamaba la atención. Había estado suplicándome durante semanas hasta que finalmente accedí a acompañarle, pues ella no era lo suficientemente valiente como para asistir sola.

Desde entonces, aunque las llamadas habían disminuido, no dejaba de recordarme nuestra cita para no darme ni la más mínima posibilidad de plantarle.

Cuando le confirme una vez más mi asistencia y colgué, no pude evitar sonreír, me reía de lo tontas que éramos haciendo cosas indebidas como par de adolescente a esas alturas de nuestras vidas.

Después de la oficina me fuÍ a casa para cambiarme, no sé qué se supone que debía llevar puesto para una pelea de boxeo, hacía ya mucho tiempo que no iba a un evento parecido. Finalmente, después de volver un caos una y otra vez el ropero, opte por un blue jean rasgado, una franela blanca y mi chaqueta de cuero negro, pues bien esa era la usual vestimenta que nunca fallaba en los eventos de "Chica rebelde".

Lory quedó en pasarme a buscar, la muy desconfiada no quería que me accidentara intencionalmente. 

Cuando entre al vehículo mi cara seria no resistió un segundo más, me cuaje de la risa al ver tan emocionada conductora con una franela que llevaba impresa la frase "i love boxing" y unos Jean rosa que le restaban lo poco que quedaba de seriedad al outfit.

Ella palideció preguntándome si estaba bien vestida, como ya era tarde le dije que estaba bien y finalmente nos fuimos.

El auto lo estacionamos a unas cuadras del lugar donde se llevaría a cabo la pelea, pues a recomendación de Estefan (el de archivos) era lo mejor si no quería terminar arrestada si las cosas terminaban mal en el local.

Nos bajamos del auto y caminamos el resto de distancia que nos quedaba, mientras más nos acercábamos más sentía que aquello era una terrible idea.

Finalmente llegamos a la entrada del local, era un portón que alguna vez fue gris, desde donde se escuchaba el ruido de la multitud. Un grandulón en la entrada nos registró con un detector de metales y posteriormente nos cedió el paso.

Había mucha más gente adentro de lo que me había podido imaginar, nos costó bastante hacernos un hueco entre la multitud para conseguir un espacio donde pudiéramos ver bien el cuadrilátero. La pelea aún no había comenzado, la personas por doquier apostaban dinero y bienes, el lugar olía a cigarrillo y a sudor. El calor cada segundo empeoraba, ya comenzaba a sentir que me sofocaba y que las paredes del almacén abandonado se me cerraban encima.

Intente respirar profundo para calmarme, ya estaba pensando en irme, en que todo aquello había sido una mala idea, fue entonces cuando me percate de la cara de niña en navidad de Lory junto a mi, la pobre estaba emocionada de hacer algo diferente en su tan aburrida vida con Bob, ella miraba curiosa a todas partes tratando de devorar cada milímetro de espacio que podía captar sus sentidos. Suspire resignada, —Okey podía hacer esto por ella—, luego se la cobraría muy caro, eso sí, pero por ahora me tragaría mi claustrofobia, por lo cual procedí a quitarme la chaqueta para sofocar un poco el calor.

Pues bien, perdida como estaba en mis pensamientos no me percate cuando el presentador se subió al cuadrilátero y comenzó a mencionar a los primeros rivales de la noche, luego de una breve presentación terroríficamente intimidante se subieron uno a uno los boxeadores aún más intimidantes.

Los dos sujetos eran terriblemente feos y agradecí al cielo por estar lo bastante lejos del ring, un encuentro nocturno a solas con cualquiera de esas criaturas me bastaría para todas las pesadillas de por vida, —¡Anda, que no exagero!, si es que parecían sacados de una película de terror—.

Amor entre cuerdasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora