Por cosas del destino la mañana siguiente me llamaron de la oficina, necesitaba firmar unos papeles para autorizar al servicio de plomeros romper unas paredes.
Y así fue como me encontré preparándome entusiasmadas el bolso del gym por si acaso. Cuando llegue a la oficina casi me muero, había un inmenso hueco en la pared de la recepción donde alguna vez había estado el nombre de la compañía en increíbles letras doradas, el suelo estaba vuelto un desastre, había tierra y pedazos de pared por doquier, aunque habían recogido la mayoría del mobiliario para que no se terminaran de dañar, aun quedaban la inmensa mesa de recepción empotrada con cristal que tanto temía terminara como la pared.
Estaba acostumbrada a ver localidades así, mi trabajo era volver lugares miserables y sin estilos en lugares realmente asombrosos, pero aquello no era ninguna obra ni remodelación aquello era un desastre, una locura. Firme lo más rápido que pude los papeles, aun no habían dado con el problema y lo peor es que seguirían rompiendo hasta encontrar la tubería rota, por lo cual adiós a mi esperanza de tener ese día la oficina operativa.
Ya con dolor de cabeza salí pintada de allí, necesitaba aire, y así caminando me encontré yendo directamente al gimnasio.
—Caramba pero no y que te ha gustado nada la cosa!. Me autocritique.
La recepcionista del día anterior no estaba en su puesto, así que entre y no la vi, antes de llegar a los vestidores alguien me silbo, cuando voltee me di cuenta que era Alan desde lo alto del cuadrilátero, estaba apoyado de la cuerdas con aquella sonrisa que derretía a cualquiera.
—Así que has vuelto. Eres más dura de lo que pensaba.
—Ya ves.— le dije devolviéndole la sonrisa.
—Bonito traje.—Me dijo mientras se abría paso entre las cuerdas y bajaba al suelo a mi encuentro.
Por alguna razón me sonroje, —venga que no es la primera vez que me lanzan un piropo.—
—Iré a cambiarme.— Dije sin saber que más decir y así me fui a los baños casi corriendo.
Para mi tristeza cuando salí, Alan no estaba por ningún lugar, —¿y ahora que haría?— , pues algo tendría que hacer, no podía quedarme todo el día parada allí, así que comencé a hacer los ejercicios de estiramiento que poco a poco comencé a recordar de cuando realizaba Karate, mientras más me concentraba más me recordaba, al principio uno que otro me vio raro pero nadie me dijo nada. Cuando ya no recordé ninguno más me dispuse a hacer los ejercicios que el día anterior había realizado con Alan, los abdominales, saltar la cuerda. Pero cuando llegue al momento de golpear el saco me sentía estúpida.
—¿Qué demonios hacia allí perdiendo el tiempo, en debe de estar en un gimnasio de verdad corriendo en la cinta o haciendo algo real para bajar esos kilitos de más?—, tome mi toalla y me fui directo al vestidor, había unas cuantas mujeres duchándose, me dio una pena terrible pero me les uní en la última regadera pues no saldría de allí sudada nuevamente.
Cuando me iba lo vi, Alan estaba entrenando a la muchacha delgada que había visto la mañana anterior en el vestidor. Le corregía la postura mientras ella lanzaba golpes al aire. Aquella imagen fue como una picada en el cuerpo, retire la vista por que estaba molesta, en ese momento mi cabeza se burlo de mí.
—Pero mira quien esta celosa.—¡No estoy celosa!—, dije furiosa para mí misma, mientras aceleraba el paso hacia la puerta, —¿Que diablos me importa a quien coño entrene?, además ese es su trabajo, es entrenador no?, debe trabajar para pagar las deudas. ¿Pero necesita tocarla como lo hace?, ¿acaso lo hace con todas?, pero que tontas has sido pensando que contigo ha sido diferente.—¡Joder ya basta!, enfocate! si que eres pesada mente! .
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Amor entre cuerdas
RomanceAvril es una diseñadora de interiores con una vida lo que ella consideraría lo bastante normal, pero todo parece ponerse patas arribas desde que asiste a una pelea ilegal de boxeo donde conoce a un boxeador llamado Alan, por el cual se siente atraíd...