La noche temida deslizaba sus sombras escarlatas sobre el inframundo, preludio de un presagio funesto que desencadenaría el pánico y el caos en cada rincón del averno. El penetrante olor a humo se mezclaba con el fuego devorador que avanzaba como una vorágine, marcando el inicio de una jornada catastrófica: el Día del Exterminio.
Los alaridos de terror, como un coro desgarrador, reverberaban por las tortuosas calles del inframundo, testimonio audible de la tragedia que se desplegaba. Entre las estrechas sendas, los ángeles, portadores de una justicia divina implacable, avanzaban con sus lanzas celestiales en alto. Cada paso que daban resonaba como una sentencia de condena para los pecadores, su misión clara y despiadada: purgar el infierno de cualquier entidad demoníaca que desafiara su divina autoridad.
La falta de piedad marcaba el ritmo frenético de la noche. Las lanzas celestiales se alzaban y caían, perforando la oscuridad con una luz divina que consumía todo a su paso. Demonios, presos de un miedo profundo, se dispersaban como sombras esquivas, buscando refugio en los recovecos más oscuros, tratando desesperadamente de eludir la mirada inquisidora de los ángeles vengadores.
En el ambiente impregnado de una tensión palpable, la anticipación del desastre se volvía casi tangible. Bajo el manto escarlata de la noche del exterminio, el inframundo se sumía en un caos desordenado. Cada callejón se convertía en un campo de batalla donde las fuerzas celestiales y demoníacas colisionaban en un enfrentamiento épico, una danza de destrucción y redención.
En este escenario dantesco, la dualidad de la desesperación y la resistencia se entrelazaba.
La resignación a un destino inminente, la desesperada huida y la resistencia desafiante eran las opciones sobre el tapete, cada una con sus propias consecuencias nefastas. Aquellos que se atrevían a enfrentar la oscura marea sin las armas adecuadas sabían que su lucha sería una odisea fútil, y las paredes impregnadas de sangre y los suelos poblados por cadáveres silenciosos contaban la trágica narrativa de vidas extinguidas.
En el epicentro del pandemonio, el rugido ensordecedor de la tormenta de fuego del exterminio resonaba en el aire como un presagio apocalíptico, desplegando su furia sobre las ciudades del inframundo. Las calles, antes llenas de vitalidad y bullicio, ahora se hallaban en ruinas, consumidas por las llamas voraces de la condenación que todo devoraban a su paso.
Los "ángeles ejecutores", entidades celestiales envueltas en armaduras etéreas, avanzaban con determinación implacable, persiguiendo a la desesperada población. Sus alas, resplandecientes con una energía divina, cortaban el aire pesado de humo mientras se acercaban a sus objetivos con una certeza inquebrantable. Cada paso resonaba con la inevitabilidad de su misión divina, y sus miradas penetrantes reflejaban un compromiso inquebrantable con el decreto celestial de exterminar a los pecadores que manchaban el inframundo con su presencia repugnante.
En este escenario distópico, la escena se convertía en un épico enfrentamiento entre fuerzas celestiales y los últimos bastiones de resistencia demoníaca, una danza mortal donde la supervivencia colgaba en un delicado equilibrio entre la desesperación y la esperanza. Mientras la tragedia se desplegaba en cada esquina.
En medio del caos y la desolación, la demonio de aspecto femenino, visiblemente alterada y nerviosa, lanzaba maldiciones al viento, manifestando su descontento ante la falta de un trabajo que la protegiera de los implacables ángeles exterminadores recién llegados al inframundo. Sus días en este reino oscuro habían sido escasos, y la falta de un sustento le dejaba vulnerable ante la inminente amenaza celestial.
Después de esconderse en un bote de basura para evitar la furia de los ángeles que masacraban a los demonios a su alrededor, la demonio experimentó un efímero respiro cuando otro demonio más grande agarró el bote de basura y asu vez arrojó en el mismo bote, librándola momentáneamente de una muerte segura a uno verdadero. Sin embargo, la ironía del destino se hizo evidente cuando el bote, al tocar el suelo, la expulsó, forzándola a salir y a enfrentar una nueva oleada de peligros.

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Mundo demoníaco y un son Goku
Casualeintentaré poner 2 series que combine bien y estás son hazbin hotel y helluva boss aver cómo me va. Bueno... soy malo para las descripciónes y como tal se que mi historia no es buena y este lo hago como borrador para mejorar en mi escritura para avan...