CAPÍTULO 29

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Bien, vamos a jugar... Por fin.

—Esta noche solo buscaremos tu placer, y yo disfrutaré de ello. No dejaré que nadie te posea, hoy no... Será nuestro juego, solo tú y yo mandamos en el. ¿De acuerdo?

No me compartirá... Bien, no estoy lista aún. ¿Ser vista y que sólo me toquen? Puedo con eso.

—Me parece bien.

Me mira por un momento más para ver mi seguridad, cuando ve que no hay dudas en mí, me besa y va hacia la puerta que está al otro lado de la habitación. Yo pensé que era un baño...

Entra un hombre rubio desnudo y mojado de gran atractivo, no puedo evitar observarlo de pies a cabeza. Su pene está erecto y hace buena presencia. Eric me alza una ceja y yo asiento segura.

—Acuéstate en la cama con las piernas abiertas, bonita.

Como una total sumisa hago caso. Me tumbo boca arriba, flexiono mis rodillas y abro mis piernas, mostrándome sin vacilación y sin un poco de timidez. Me sorprendo yo misma ante mi osadía.

El hombre rubio de impresionantes ojos verdes se sienta en la orilla de la cama y acaricia mis piernas, en ningún momento hace contacto visual conmigo. Eric se sienta a la altura de mi cabeza y me sonríe, veo en sus ojos la lujuria de lo que le hace que un hombre esté a punto de darme placer. Esto es lo que a él le gusta, y yo quiero dárselo para ver su expresión placentera como la que tiene en este momento.

Las manos extrañas y cálidas siguen acariciando mis piernas, arriba, abajo, arriba, abajo... La punta de sus dedos acarician mis labios vaginales haciéndome estremecer, estoy húmeda, ansiando cualquier toque. Estar en esta situación me hace sentir deseada y toda una Diosa del sexo. Aunque sólo son preliminares.

El desconocido sigue con su lento masaje, sus dedos me abren y acaricia mi clítoris. Eric me toma de la mano y besa cada nudillo cuando me remuevo un poco inquieta.

El hombre se agacha y sopla en mi hendidura, hago la cabeza hacia atrás, con la repentina ola de placer que me embarga.

La voz ronca de Eric me habla al oído —. Eso bonita, disfruta.

Siento un dedo hundirse dentro de mí y me muerdo el labio para no gemir, hay algo tremendamente erótico y morboso estar con dos hombres en la cama, uno tocándote y el otro diciéndote las cosas más sucias y perversas al oído como Eric hace.

—Abrete para mí, imagina que soy yo quien está follandote con su dedo, cómo te haré venir y te haré gritar hasta que quedes ronca y todo el local sepa mi nombre...

Oh, mierda...

El desconocido hunde un segundo dedo en mí, mi cabeza cae hacia atrás por la deliciosa fricción de sus dedos en mis paredes internas de su va y ven.

Dentro, fuera, dentro, fuera...

Mis caderas se sacuden cuando siento una cálida boca y delgados labios cubrir mi clítoris, el rubio lo succiona y lo rodea con su lengua.

Girando, girando, golpeando, golpeando y girando y girando.

Murmura el desconocido —. Deliciosa...

Eric me besa para acallar mis gemidos que son incontrolables, su lengua saquea mi boca en sincronía con el Dios rubio, como si hiciera espejo de lo que él le hace a mi clítoris.

La presión de mi vientre es pesada, mis piernas están comenzando a dolerme por la fuerza que utilizo para dejarlas quietas y no intentar rodear con ellas el cuello del desconocido.
Me muevo inquieta en la cama mientras Eric continúa besándome y el otro me toma con sus dedos y me chupa sin cansancio ahí abajo.

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