traitor

1K 58 19
                                    

You betrayed me
And I know that you'll never feel sorry for the way I hurt, yeah
You talked to her when we were together, loved you at your worst but that didn't matter
It took you two weeks to go off and date her, guess you didn't cheat
But you're still a traitor

---

No había salido de su casa en tres días. Para muchos, eso no sería diferente a un fin de semana alargado, pero para Martin distaba mucho de su horario habitual. Todo lo que había avanzado en los meses tras la ruptura, las barreras que había roto y los miedos a la vuelta a la realidad que había superado... todo eso se había ido a la mierda.

Todo por Hugo.

Todos los insultos y adjetivos peyorativos se quedaban cortos: hijo de puta, imbécil, estúpido; idiota, insensible... No acabaría nunca, y seguramente se inventaría más insultos para decirle en su mente cada segundo que pudiera.

Las bolsas bajo sus ojos se habían vuelto algo más prominentes y tenía los párpados hinchados de tanto rascárselos con los dedos para fregarse las lágrimas. Sus pestañas, siempre tan largas, se quedaban pegadas entre ellas por la humedad, y la zona blanquecina alrededor de sus iris estaba enrojecida por la irritación. Sin duda, estaba en su peor momento —incluso peor que cuando Hugo le dejó—.

Ahora, por fin entendía por qué lo había hecho.

Le había reemplazado, y eso dolía todavía más que simplemente no ser querido.

Puede que no le hubiese puesto los cuernos, pero quizás lo hubiese preferido así. Quizás hubiese sido mejor que sus impulsos le hubiesen llevado a ello y que luego se hubiese tenido que sentir culpable, tanto como para dejarle.

¿Pero qué estaba diciendo? No estaba pensando. ¿Cómo no iba a dolerle que le montase cuernos?

Llegado a tal punto, tan solo estaba buscando formas de remediar la tristeza, sin pensar en la lógica de su monólogo interno. Quería, no, necesitaba que todo dejase de doler.

La pantalla de su teléfono se encendió abruptamente y Martin tuvo que entrecerrar los ojos al tenerla apagada tan cerca de su cara. Todo le molestaba a la vista, pero lo electrónico, lógicamente, más aún.

Dándole toquecitos a su móvil, suspiró con desgana y desbloqueó la pantalla para colarse en la aplicación que le había sacado del llanto durante unos segundos, aunque hubiese sido simplemente porque le había distraído.

Como era de esperar, era un mensaje de WhatsApp. Concretamente, de Álvaro.

Si alguien podía entenderle, al fin y al cabo, era él. No por nada su ex le había puesto los cuernos con, mínimo, 17 personas. Quizás el número era algo exagerado, pero si Álvaro se lo tomaba con tanto humor; Martin prefería pensar que era verdad para sentir que alguien que lo había tenido peor que él lo había superado con creces.

Al contrario de lo que Martin pudiese haber creído, el mensaje no era una simple comprobación sobre si estaba bien, sino que era un aviso de Álvaro: había llamado al timbre de su casa ya tres veces y nadie contestaba. Los ojos de Martin se abrieron como platos, y no tuvo tiempo de cuestionarse qué hacía el sevillano delante de su puerta antes de oír dicho timbre. Había estado tan ensimismado que ni cuenta se había dado de ello.

El vasco era consciente de que contestarle al mensaje pidiéndole que se fuera no sería suficiente, así que resopló con pocas ganas y se levantó de la cama como buenamente pudo, subiendo la persiana casi al momento para que entrase algo de luz en la estancia. Parecía una pocilga, pero no iba a martirizarse por ello.

SOURDonde viven las historias. Descúbrelo ahora