1 step forward, 3 steps back

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And maybe in some masochistic way
I kinda find it all exciting
Like, which lover will I get today?
Will you walk me to the door or send me home crying?

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No había podido quitarle la mirada de encima a Martin en toda la noche, y la verdad es que se sentía bien.

Juanjo había vivido con esa seguridad de no haber tenido nunca nada más allá de unos besos tontos con copas de más encima, de sentirse imparable y rompedor como una ola. Claro, poco sabía él la historia que Martin tenía con el mar, que tantas veces le había visto llorar.

Solo había bastado con una caricia para que Juanjo se estuviese comiendo la cabeza durante minutos sin parar. Se estaba comenzando a arrepentir de no haberse pedido un cubata bien cargado desde un principio, pero la ternura que le había provocado la decisión de Martin de no beber alcohol le había sobrecogido y se había visto simplemente obligado a no hacerle sentir excluido.

El vasco ya se había alejado de él hacía rato, pero el fantasma de sus dedos sobre su abdomen era fino y sutil, gatuno y juguetón. Hacía tiempo que no sentía ese tipo de contacto —por no decir que, como mucho, lo había sentido una o dos veces antes en su vida— y la chispilla que brillaba en sus ojos era notoria hasta para sí mismo.

—¡Maño! ¿Qué bebes? —Sin dejarle tiempo a responder, mucho menos a percatarse de su presencia, Naiara le arrebató la botella y dio un trago, pensándose que quizás el chico había colado alcohol de fuera de ese modo. Al ver que no era así, sin embargo, Naiara degustó con la lengua durante unos segundos —exageradamente, claro— para luego volver a dirigirse a su amigo. —¿Esta mierda no será agua, verdad amigo?

El chico puso los ojos en blanco y rio a carcajada limpia para después volver a quitarle la botella a la chica. Sabía que le resultaba extraño, pero fue en ese momento que se dio cuenta de la imagen que solía dar cuando salían juntos. Borracho, vomitando por las esquinas del baño o de la propia pista de baile y sin la capacidad de dar un paso derecho detrás del anterior.

Aquella noche, la música retumbaba con más ímpetu, y quizás era debido a que Juanjo se encontraba en sus plenas facultades, pero eso le hacía sentir las cosas con más intensidad. Bueno, o al menos, le hacía querer sentirlas, porque tampoco había vivido demasiado en la última hora. Se había dedicado a charlar con Chiara de musicales —sí, en medio de una discoteca— mientras esta, borracha, se echaba a reír por cualquier tontería. Él no era para nada una persona que pudiera estar quieta sin hacer nada, mucho menos ver películas, pero se recordó a sí mismo que Chiara, cuando la conoció, le había parecido fabulosa.

Y lo era, pero quizás el alcohol le había nublado un poco la vista aquella noche.

Ahora que la veía desde la sobriedad, veía otra persona con sus puntos fuertes, pero quizás no los que él esperaba haber encontrado en ella. Esos los encontró en otra persona, la cual parecía querer evitarle a toda costa desde el ligero roce de sus cuerpos. Comenzaba a entender que era ese misterio el que le hacía quererle cerca, conocerle más, pero también sabía que se acabaría cansando si Martin no dejaba entrever un poco sus intenciones.

¿Qué quería, exactamente? ¿Ser su amigo? ¿Desquiciarle? ¿Tocarle? ¿Ir más allá?

Porque Juanjo podría decir que quería que Martin hiciera todas esas cosas y se quedaría corto. Ya era innegable la atracción física que tenía por el contrario: el pelo alborotado y desenfrenado, los ojos grandes y llenos de vida de nuevo, los labios carnosos y —a la vista— esponjosos y ese cuerpo de bailarín que se había dedicado a admirar más de lo que le gustaría; pero no podía evitarlo. No cuando alzaba los brazos y los músculos de estos se flexionaban, o cuando se pasaba una mano por el torso y se le levantaba la camiseta por la zona del abdomen bajo, dejando entrever una línea de vello demasiado peligrosa.

SOURDonde viven las historias. Descúbrelo ahora