Capítulo 1

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La vida agitada de Tokio le recordaba un poco a New York, por lo que no le había sido díficil adaptarse de nuevo luego de diez años fuera del país. Sin embargo, a veces buscaba lugares tranquilos para pasar el tiempo, tal cual aquella cafetería a seis calles de la empresa de su padre y a la que Teruki asistía con bastante regularidad cómo para ser saludado por su nombre por el personal del local y que siempre tuvieran un lugar reservado para él apartado de la gente y junto al ventanal.

Le encantaba el ambiente. Los ventanales eran amplios y siempre bien limpios por lo que podía entretenerse mirando a la gente caminar con prisa por las calles, habían flores de varios tipos por todo el local y música instrumental salía a través del equipo de sonido. Los clientes que asistían siempre se aseguraban de ser educados y hablar en voz baja por lo que el tenue murmullo hacía que la experiencia de estar allí sentado fuera agradable. Lo suficientemente agradable cómo para poder terminar una de sus tantas novelas de terror a tiempo y que su editor a cargo no quisiera arrancarle la traquea por los días de retraso.

Teruki no sabía en que punto aquella afición se había convertido en su segundo oficio. Todo había comenzado cuándo el trabajo empresarial se había vuelto un tanto aburrido, así que terminó usando su facilidad de palabras para algo más que una exitosa venta de propiedades o una reunión con la junta directiva. Resultaba que tenía talento para ello, en gran parte porque la mayoría de las cosas que contaba en sus novelas eran experiencias personales con espíritus debido a su condición de psíquico, un tanto exageradas y más aterradoras de lo que en realidad habían sido, pero experiencias reales a final de cuentas.

Sin embargo, en esta última semana le había sido un poco más díficil escribir, debido a que por alguna razón la ciudad carecía de espíritus activos. Cosa rara pues las grandes ciudades siempre eran alimento de espectros y leyendas urbanas que cobraban vida, y mira que los hubo cuándo recién llegó a la ciudad. Así que aquel día miraba la pantalla de su laptop sin saber que plasmar en ella, y después de quince minutos de intentar unir tres ideas coherentes, decidió que ese no era su momento. El editor podría esperar unos días más.

Prefirió disfrutar del delicioso sabor del café y darle una probada al trozo de pastel de chocolate que había ordenado mientras observaba a la gente caminar por la calle. Y de pronto comenzó a ponerse nostálgico, a recordar sus días de preparatoria y todas las cosas que habían pasado en su tiempo en la Ciudad Aliño. Muchas veces extrañaba esos días, más de las que podía contar. Aunque lo que más extrañaba de allí era a cierta persona y fue lo que realmente le dolió dejar cuándo tuvo que irse.

En aquellos diez años había conocido cientos de personas, había salido con muchos hombres y había explorado su sexualidad abiertamente. Pero aquel chico guardaba un lugar demasiado especial en su corazón, un lugar que no había logrado ocupar nadie. Que no quería que ocupara nadie. Realmente, nada le impedía visitar su ciudad natal otra vez. Pero tenía miedo de encontrarselo de nuevo y que no fuera capaz de controlarse a sí mismo y arruinarlo todo. Y aún así, desde que puso un pie en el país había deseado fervientemente encontrarse con él, así fuese a la distancia. Pero ya llevaba seis meses allí, y su deseo no se cumplió.

Oh, Teruki querido. Los caminos de la vida son un total misterio.

El sonido de la campanita de la puerta que anunciaba la llegada de un cliente interrumpió su viaje a los recuerdos. Muchos habían entrado a la cafetería en el tiempo que llevaba ahí, y nunca se detuvo a mirar quienes llegaban. Pero por alguna causa sintió el impulso de mirar a la persona que había entrado al café.

Señor bendito.

Era un hombre, ¡y que hombre! Tan alto que su cabeza casi rozaba el borde superior del marco de la puerta. Un rostro anguloso de piel pálida, tan guapo que podría haber sido una celebridad, con unos ojos rojizos y oscuros que le parecían conocidos. Vestía de negro por completo, un sueter de cuello de tortuga, gabardina y pantalones de corte recto, reconocía la marca de los mocasines que llevaba puestos. No sabía cómo lucía debajo de la ropa, pero la anchura de sus hombros y lo duras que se veían sus manos le daban una idea. Pero lo más llamativo es que a alguien se le veía tan bien el cabello negro en un corte de tazón.

¡Señor bendito! ¿Ese era...? No podía ser, ¿cierto? El mundo no podía ser tan pequeño.

— Buenos días. Quisiera ordenar un latte frío. — la voz era profunda, masculina, pero había un deje suave en ella que parecía enterrar su oído en nubes de algodón. Una voz que a pesar de los años reconocería dónde fuera. Así que cuándo lo vió salir con su café en la mano, Teruki se paró de su asiento con prisa, recogió sus cosas, siguió al hombre hacía el exterior del local y lo llamó por su nombre.

— ¿Kageyama-kun? — el hombre se giró, lentamente, le lanzó una mirada con un rostro sin expresión que duró unos eternos segundos, y cuándo finalmente, finalmente, pareció reconocerlo, su fascie se suavizó de tal forma con una sonrisa que a Teruki casi se le sale el corazón por la boca.

— Hanazawa-kun, cuanto tiempo.

Y Teruki, por un momento quiso desmayarse. Pero no lo hizo, porque no sabía a quién le iba a agradecer por el deseo cumplido.


After All This Time [TeruMob]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora