Bienvenido de vuelta 2

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1

James Kidman se había casado hace siete años con Ann Lawrance. James jamás le había dicho a Eddie lo que sentía por Ann y como Ann una vez le correspondió un beso.

Claro, él se hubiese apartado si Eddie y Ann se hubiesen confesado (aunque realmente el que debía confesarse era Eddie y no Ann), era un buen amigo y queria mucho a Eddie. Pero Eddie había muerto en la explosión de la mansión.

Eso fue en 1997 y en 1998 pasaron muchas cosas: la primera de ellas es que James se convirtió en policía del pueblo y era asistente del Sheriff Baker. La segunda, y ocurrida en marzo de ese mismo año, es que James y Ann se casaron.

La luna de miel fue en Oregón y la pasaron estupendo, James y Ann eran tal para cuál pero a menudo se preguntaba si Eddie y Ann también lo eran. Prefería decir que no.

El día era claro y soleado, era 2003 y James hablaba con Ann sobre como el bosque de CristalWater era un lugar concurrido para los adolescentes, drogadictos y gente borracha.

—Es normal —dijo mientras se acomodaba su collar con piedras azules, un regalo de boda de parte su padre—. James, ¿Acaso no eras tú también así?

—Si, pero... Los tiempos cambian y antes el bosque no pasaba ningún alma porque le tenían miedo a los Millers, eso fue hace siete años.

James y Ann estaban en su habitación y la mujer no estaba a espaldas de él. James se acercó y la tomó por la cintura, sintió su piel chocar con la suya y sintió un profundo alivio, siempre lo sentía cuando estaba cerca de ella y Ann también lo sentía.

—Hay veces... —Comenzó a decir Ann—. Que extraño a Eddie...

James no dijo nada, también lo extrañaba.

Ann suspiró y se volvió hacia James y se besaron, todo estaba bien entre ellos y recordar a Eddie era algo nostálgico pero también inquietante.

James ese día agarró su auto y condujo hasta la estación de policía mientras Bryan Butcher hablaba en la radio local sobre cómo el bosque ahora es diez veces más grande que en los últimos años.

—El alcalde debe poner torres de vigía en el bosque y hacer caminos y mapas. No queremos que nuestros niños se pierdan ¿Verdad?

—Verdad. —Dijo en voz alta James.

El día transcurrió con normalidad.

2

La noche fue otra cosa.

Empezó a llover de repente, el río cerca de donde estaba la mansión de los Millers se desbordó e inundó el bosque. Clark Campson de 16 años de edad caminaba entre la lluvia acompañado de una linterna, su bolso color azul mojado y con barro y su cara toda arañada.

Clark Campson odiaba a los patanes como Jhon Kirkman o William Merril. Esos dos eran los peores. Lo habían agarrado saliendo de la escuela y lo habían tirado al río (que era poco profundo pero lleno de rocas grandes).

Ahora está lluvia.

La noche era oscura y con nubes grandes y gruesas que hacían que la lluvia se volviera intensa, caminaba por el camino improvisado que hicieron el resto de personas del pueblo para no perderse.

Había viento y Clark se sentía observado por los árboles de gruesos troncos. Alumbró con su linterna a los árboles pero no había nada en ningún sitio... En ninguna parte del bosque.

Pero su mente divagó demasiado.

Ahora podía escuchar ruidos extraños entre los árboles, el ulular del viento eran susurros extraños y la caída de la lluvia eran, por momentos, gritos de agonía ¿O tal vez de miedo?

«Ya basta Campson —se dijo—, No hay nada que temer. Los fantasmas no existen»

Pero el camino se hacía largo ¿Acaso no lo había lanzado cerca de la entrada del rio? No caminaron tanto —o mejor dicho arrastrado—, para que el camino fuera largo.

El agua del río llegaba a los tobillos y maldijo a los patanes y se recriminó asimismo por ser tan débil.

Algo se movió entre los árboles... Está vez no era una alucinación producto de su imaginación, había alguien observándolo.

—¡No es gracioso! —Exclamó—. ¡Le diré al Sheriff lo que me hicieron!

Pero entonces la linterna alumbró a una sombra alargada, estaba encorvada entre los árboles y se escuchaba un crujir de huesos. La sombra se asemejaba a la de un animal grandísimo.

Entonces la bestia sombría lo miró.

Tenía los ojos grises y era una sombra oscura, con una boca carente de dientes y solo vacío oscuro en su interior. La forma oscura le sonreía.

Clark Campson soltó un grito ahogado y movió su linterna hacia lo que supuestamente comía la sombra. Era Jhon Kirkman con el estómago abierto, mostrando sus costillas, sus viceras y los ojos brillosos.

El segundo grito que soltó Clark Campson fue el último.

3

—Cielo santo...

El hombre que dijo aquellas palabras se trataba de Mike Hackman, trotaba todas las mañana por el bosque; aunque ese día estaba todo inundado. Su estómago protestó con vomitar pero su temor se interpuso en ello.

Mike encontró el cuerpo tenía la espalda abierta, la ropa rasgada y esos ojos cristalinos y brillosos... Había horror en la cara de aquél muchacho. Muchacho que no tardó de reconocer como «El hijo de los Campson»

Mike llamó a la policía.

Thomas Fenn: Sombras de Identidad (Thomas Fenn #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora