Pasen y beban

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Cada vez me sentía más asqueado y asustado, no sabría decir cuál de ambas emociones me había dominado, es decir, acababa de "presenciar" una orgía, ¿cómo debía reaccionar a eso?. No ví nada con claridad, a excepción de a María y su novia, pero el simple sonido de aquel acto me había sido suficiente para fajarme los pantalones y llevarme a mis amigos, con lujo de violencia si es que se necesitaba, podría haber sentido repulsión en ese instante, sin embargo, el cariño que les tenía era mil veces mayor que cualquier otra emoción que pudiera mostrarles. Ellos eran mi familia.

-Yo creo que ahora sí ya nos vamos, ¿verdad?- solté de repente mientras veía a Skippy hablar con Sánchez y María como si fueran amigos de toda la vida.

-Yo no me quiero ir- respondió Sánchez ante mi pregunta de una forma completa seca.

Observé que Sánchez se encontraba tomado de la mano de uno de los hermanos trapecistas, específicamente el mayor (con quién había pasado la mayor parte del tiempo por decirlo de algún un modo), mientras que, al voltear a buscar a Jesús, este se encontraba conversando muy cariñosamente con una de las bailarinas.

-Creo que formulé mal- tomé valor desde lo más profundo de mi ser y jalé aire como si quisiera inflar mi pecho para parecer una fregata¹ -Nos vamos a ir en este instante- completé con firmeza.

Siempre había logrado mangonear a mi amigos para que hicieran, o por lo menos, consideraran lo que les decía; irónicamente no era tan rudo como ellos, sólo que siempre me había vanagloriado de mi inteligencia, ya que pese a ser prácticamente unos vagabundos y delincuentes, los tres éramos bastante cultos en algunos aspectos, literatura, matemáticas, ciencias, cosas que aunque se enseñan en la escuela en la vida real no valen una mierda. No obstante, de entre nosotros yo era el más listo y estratega (por ello pocas veces habíamos ido presos por nuestras idioteces), así que prácticamente me había vuelto el cerebro de nuestro grupo, sólo que está vez no iban a escucharme ni aunque fuera lo último que hiciera...

-¡Te he dicho que no me quiero ir!- me gritó molesto soltando la mano del trapecista.

-¿Y a este qué le pasa?- preguntó Jesús, que acababa de acercarse.

-Este gilipollas quiere que nos vayamos- respondió aún molesto, sólo que sin gritarle, demostrando que la molestia era sólo conmigo.

-Eres aún más pendejo y aburrido de lo que creía, ¿por qué quieres irte?- Jesús me tomó del hombro con fuerza tratando de simular, sin éxito, aquella indiferencia que le caracterizaba.

-¡¿Qué acaso no les parece extraño?, es decir, Maria y Xandra son una puta reencarnación y nosotros ni siquiera las conocemos lo suficiente para quedarnos, ni a ellas ni a estos fenómenos!- grité sin importar que los entes del circo me escucharan.

-¡¿De qué coño hablas?! este lugar es la hostia, si quieres vete tú- defendió Sánchez.

-¡Puta madre ¿No entienden?!- quité la mano de Jesús de mi hombro y me puse de pie -¡Este lugar es un canto de sirena, un maldito teatro de estafas y no sé de cuántas madres satánicas un... un...!- comencé a trabarme a causa de la furia que me consumía. -¡Un infierno!-

En ese instante algo me hizo voltear a ver los ojos de Skippy; llevaba mucho tiempo sin observar aquellos levemente amarillentos globos oculares, pero cuando volví a concentrarme en ellos me percaté que ahora eran más profundos y me daban aún más miedo que al comienzo de esta travesía. El payaso se rió y volteo a mirarme con un sonrisa un tanto cínica y a la vez sintiera, provocando así que me volviera a paralizar.

-¡¿Por qué sigues en ese pinche plan?!- Jesús sonaba molesto y fastidiado ante mi actitud.

-¡Tú ni digas, cabrón, que estabas igual que yo al principio!-

VerdadeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora