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Adam suspiró frustrado mientras pasaba sus manos por su rostro repetidas veces.
Se encontraba estresado.
Había discutido contigo en la mañana sobre la princesa y el hotel de rehabilitación.
Le habías insistido que aceptará la reunión que había solicitado Lucifer para su hija y hablar del hotel que tenía como objetivo terminar con los exterminios.
Pero él.
Él definitivamente no quería saber de eso.
Era claro, ¿por qué darles otra oportunidad a quienes tuvieron tiempo de cambiar estando vivos?
Era idiota siquiera pensar en la posibilidad de que un pecador llegará al cielo cambiando su conducta.
Eso era imposible.
Él mismo iba a exorcizar, sabía que clase de gente estaba ahí abajo.
Y le molestaba que fueras tan generosa con quienes menos lo merecían.
Ellos eran malos.
Simplemente no entendía por qué querías ayudarlos.
- maldita sea.
Quito los papeles de la mesa de manera brusca y recostó su cabeza sobre esta, buscando calmarse.
Se sentía culpable también.
No quería parecer como un idiota que no toma en cuenta la opinión de su novia, no quería cometer el mismo error que con Lilith y Eva.
Te quería demasiado, tanto como para cambiar todo lo que consideraban malo de él.
Pero es que no había manera de que hablará con la hija de Lucifer para aprobar que no se hagan más exterminios y dejarla hacer su tonto sueño de redimir a esos hijos de puta.
No le encontraba lógica.
Si estaban ahí, es porque ya era la última palabra.
La reglas son claras, blanco, negro, no hay grices.
- Dame paciencia, Dios.
Suspiró y tomó entre sus manos la solicitud escrita de Lucifer que le habías entregado en la mañana.
En el momento que entraste a su oficina con una gran sonrisa se sintió tan feliz y completo que le hizo considerar dejar todo su trabajo pendiente e ir a hacer algo contigo en la tarde.
Pero todo fue para abajo cuando le mostraste la carta y le hablaste sobre el contenido, pidiéndole que por favor bajará.
- Siempre te metes en todo, Lucifer - Sé quejó mientras guardaba la carta en el sobre y la guardaba en un cajón del escritorio.
