Capítulo 5

204 28 3
                                    

Para buena suerte (o mala) de Hana, la noche pasó rápido. Toji hizo una pequeña fogata en un lugar, no era un bosque, pero sí habían unos cuantos árboles que les daban cierta sensación de refugio. Claramente era un lugar que conocía, se notaba por cómo se movía. El caballo había descansado al lado de ellos.

Al principio le costó dormirse, dando vueltas y vueltas sobre el pasto, provocando que el pelinegro le dijera, entre gruñidos, que se quedara quieta. Pensó aún intentar escaparse, pero no pudo recordar bien el camino que hicieron hasta llegar a donde se encontraban y suponía que a pie serían unas quince horas o alrededor hasta el pueblo de antes. Podría arriesgarse... Se había vuelto a voltear y una vez más la voz de Toji se hizo escuchar, pero sonaba más molesto al ordenarle que se durmiera. Y ella, sin saber qué más hacer, decidió cerrar sus ojos hasta caer en sueño.

El hombre, como siempre, se despertó primero. Parecía que con pocas horas de sueño le bastaba. Tras comer unas cosas que compraron el día anterior y beber agua de la cantimplora (que estaba algo caliente, pero servía igual), partieron. Según palabras de él, esa misma noche llegarían a su pueblo y se preguntó si la entregaría tan pronto llegasen o al día siguiente.

Toji la notó distante, como perdida, y asumió que al caer en cuenta de la situación y lo cerca que estaba de su probable lecho de muerte se encontraba pensando en distintas cosas, desde su vida hasta cómo huir. Cualquier error podría significar que se escapase y si bien confiaba en su capacidad para atraparla nuevamente, prefería evitarlo.

Era casi el mediodía y apenas habían intercambiado unas pocas palabras. Él lo prefería así, pues desde que comparó a la joven con su difunta esposa prefirió evitar verla más allá que como un seguro, unas cuantas monedas. No era tonto, sabía que verla con otros ojos haría que se encariñarse mínimamente y aunque fingiera no tener emociones, las tenía y muchas aunque juró hacerlas a un lado desde que el amor de su vida se fue.

―Deberíamos detenernos para comer ―comentó. Hana no dijo nada y él soltó un suspiro.

El sol del mediodía era molesto, intenso, de no ser por el sombrero que llevaba consigo probablemente estaría irritado y de mal humor. Tan pronto encontró un árbol que aseguraba un buen lugar con sombra, se dirigió allí. El animal resopló y el pelinegro, tras bajarse de él, le dio unas caricias. Incluso si habían descansado estaba seguro que era bastante el viaje para el caballo, sobre todo con el calor que hacía. Su mirada se movió a la mujer que aún lucía perdida. Toji rodeó su cadera y la bajó con fluidez, recibiendo simplemente un sonido de su parte que tomó como un "gracias".

Sin necesidad de que le dijera algo, ella desató el bolso de tela del caballo y lo colocó en el suelo, sentándose frente a él de piernas cruzadas, abriéndolo para tomar algo de pan y unas verduras frescas que habían comprado. El pelinegro la imitó, sentándose en frente, comiendo lentamente con su mirada fija en Hana que claramente evitaba la suya. Sintió la necesidad de comentar algo, decirle algo para fastidiarla y así obtener una reacción, pero se abstuvo y dio una gran mordida a su pan.

La mente de Hana estaba llena de diversos tipos de pensamientos, ¿rogarle? ¿pedirle que perdonase su vida? Dudaba que funcionara, simplemente se humillaría, pues mil monedas de oro... Era algo muy bueno para dejarlo ir como si nada. ¿Correr? Nuevamente, estúpido, él era más rápido y sabía cabalgar, la atraparía. Claramente golpearlo o la mera idea de intentar matarlo era absurda, en cuestión de segundos la sometería y probablemente ataría.

Desganada, tomó la cantimplora y bebió algo de agua antes de cerrarla y ponerla en la bolsa otra vez. Qué humillante era todo.

...

Horas más tarde se encontraban camino al pueblo. Para suerte de ambos el cielo se había nublado y la temperatura había descendido, haciendo que el viaje restante no fuera tan denso.

The Bounty Hunter | Toji FushiguroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora