Capítulo 3

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Toji no se molestó ante la curiosidad ajena, le parecía algo lógico. Sin embargo no podía negar que no le agradaba hablar de su hijo y su difunta mujer, por lo que permaneció en silencio un buen rato hasta que el sol estaba exactamente sobre ellos, indicando que ya era el mediodía. El pan que tenían debía ser suficiente para hacerlos aguantar hasta la mañana siguiente por lo que no hizo una pausa para comer algo a modo de almuerzo, él estaba bien y pararía solo si lo viera necesario para ella. Pero Hana tampoco dijo nada e incluso si tenía hambre, no pensaba decirlo en voz alta.

Y así, una vez más, las horas pasaron hasta que el dolor en las piernas de las joven era demasiado, así que le pidió al pelinegro un descanso para estirar sus piernas y tomar algo de agua. Toji buscó un lugar para frenar, buscando una vez más la sombra de un árbol y, como parecía volverse ritual, la tomó de las caderas y la bajó. Hana se estiró, sintiendo sus piernas adoloridas claramente por la falta de costumbre.

―Tengo que hacer uh... mis necesidades ―dijo ella. Toji arqueó una ceja y luego se encogió de hombros.

―Estamos en el medio de la nada, preciosa. Todo esto es un enorme baño ―respondió juguetonamente.

Hana sintió sus mejillas un poco más calientes de lo normal y no dijo nada, simplemente caminó hasta unos arbustos cercanos, entendiendo lo que quería decir.
Al principio le costó, entre hacer equilibrio para no mojar su ropa, tener miedo a los insectos y saber que del otro lado estaba él y no había nada que la protegiera, la orina no parecía salir. Para su suerte consiguió relajarse lo suficiente e hizo sus necesidades, secándose con un paño de tela que tenía, el cual luego con asco tiró, pues no tenía dónde enjuagarlo y no pensaba llevarlo. Finalmente ella volvió al árbol, pero Toji no estaba. ¿Adónde había ido? En menos de un segundo varias posibilidades pasaron por su cabeza: huir, escapar, pero luego sintió miedo, ¿dónde iría? Sin embargo un sonido la distrajo: era él acercándose desde detrás de un árbol, ajustando la cinta de su pantalón a su cadera. Al notar la mirada de la joven, sonrió de forma burlona.

―También tengo necesidades ―habló y otra vez las mejillas de Hana se tornaron ligeramente rosadas. Él notó eso y soltó una risa. Si bien era tedioso el viaje, por lo menos la joven lo estaba haciendo más entretenido―. No sabía que eras tan tímida.

Para sorpresa de Toji, ella levantó su mano y le enseñó el dedo del medio, lo que causó una nueva risa de su parte. Definitivamente no se esperaba eso, si bien sabía que ella no era como la mujer convencional no esperaba que tuviera tan malos modales como él. Tal vez, solo tal vez, el viaje sería más ameno. El hombre se propuso hablar más con ella durante el tiempo que les quedara juntos hasta que la entregara para recibir la recompensa. Además, quizás haría que sus últimos días no fueran tan malos. Mentiría si dijera que se sentía culpable sabiendo que al entregarla probablemente la quemarían o ahogarían como a todo acusado de brujería, pero... No podía negar que sintió un revoltijo en su estómago ante ello.

Cuando ella pareció estar lista, él la subió al caballo y se sentó detrás suyo, sus brazos rozando los de ella mientras él sostenía las correas de su caballo. No es que antes ambos no lo sintieran, pero ahora parecían estar más conscientes del toque ajeno.

Esta vez, en lugar de ser ella la que inició la conversación, fue Toji.

―¿Y tú? ¿Tienes familia? ―dijo él, provocando que la piel de ella se erizara, pues la tomó por sorpresa y habló cerca de su oído.

―Sí, en algún lado. Madre y abuelos. Mi padre falleció cuando era pequeña ―dijo ella, explicando brevemente. Como imaginó que él preguntaría más cosas, continuó―. Mi madre y abuela saben de plantas, pero yo decidí ayudar a otros con mis conocimientos, así que me alejé de ellas y del pueblo hasta que, uh, bueno ―hizo un vago gesto con la mano que él comprendió. Claro, hasta que él la había capturado y la estaba llevando de vuelta.

The Bounty Hunter | Toji FushiguroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora