Lo último que supo ella es que estaba dormida al lado del hombre que la entregaría el día siguiente. Por otro lado, Toji no pudo dormir por un largo rato, escuchando simplemente la respiración de la contraria mientras se estabilizaba hasta que asumió que se había caído en sueño.
A la mañana siguiente la despertó, aunque Hana ya estaba saliendo de su estado somnoliento tan pronto sintió la cama moverse cuando el hombre se levantó de la misma. No hubo desayuno ni amabilidad, simplemente la hizo bajar, pagó y ambos se subieron al caballo. Hana no había hablado desde que se despertó y él tampoco se molestó por soltar palabra alguna. No tardaron mucho hasta que Toji reconoció la construcción que sería lo más cercano a una comisaría en el pueblo y, tras atar su caballo vagamente, la bajó, sintiendo que la mujer temblaba bajo sus manos, cosa que decidió ignorar. La tomó del brazo y arrastró prácticamente hasta dentro del lugar, siendo recibido por un par de miradas de hombres que trabajaban allí.
―¡Miren a quién tenemos aquí! ―dijo una voz ronca que provocó que la mujer quisiera esconderse tras Toji al reconocerla. Aquel hombre era amigo, o sirviente como ella decía, del hombre que puso un precio por su cabeza―. El señor Hideo se pondrá muy feliz de verte, pequeña puta.
Los ojos del cazarrecompensa se movieron al más bajo y arqueó una ceja, "¿en serio?" pensó, y se abstuvo de burlarse de él. Ahora la entendía un poco, era lógico que odiase estar allí y no la culpaba, también lo hubiera golpeado de no ser porque quería su oro. Cuando notó que el hombre se acercó a la joven, hizo un sonido con la lengua y dio un paso, poniéndose delante de ella.
―El dinero ―habló, su voz ronca, sonando como una advertencia. El comisario lo miró con el ceño fruncido y luego soltó un suspiro antes de voltearse a ver a su compañero.
―Dale el dinero ―ordenó, y el otro obedeció, sacando de un cajón una bolsa que luego lanzó a Toji. Tomó la bolsa y entrecerró sus ojos, contarlo sería algo molesto, pero por el peso estimaba que debería estar bien. Hana, mientras tanto, seguía temblando ligeramente, aunque intentaba mantener la compostura, no quería verse débil.
―Toda tuya ―dijo finalmente, haciéndose a un lado y empujando a la mujer frente a él, entregándola.
Rápidamente se volteó y abrió las puertas, saliendo de ahí sin darle una sola mirada, no quería ver su rostro asustado o enfadado, no lo necesitaba. Ya había cumplido con su parte y tenía el dinero, lo que le sucediera de ahora en adelante no era su problema.
Abrió la bolsa tan pronto llegó a su caballo e inspeccionó el interior, no estaba seguro de si eran mil, pero más de quinientas monedas eran. Lo guardó y comenzó a desatar al animal, listo para subirse cuando se escucharon gritos del edificio de donde había salido. Soltó un suspiro y procuró ignorarlo mientras terminaba de desatar el nudo que había hecho, pero cada vez eran más fuertes, mezclados con llantos. "No es tu problema" se dijo a sí mismo, "ya tienes el dinero, vete" pensó. Pero no pudo, no pudo cuando escuchó el grito desgarrador de su nombre, ella pidiendo ayuda mientras claramente lloraba y gritaba que la dejaran. El corazón de Toji había comenzado a latir más rápido y sintió el calor viajando a sus orejas.
―Maldita sea ―gruñó, intentando ignorarla una vez más, pero no pudo, no pudo porque esa mujer le recordaba a su esposa, le recordaba a la mujer que una vez amó. Porque esa mujer era inocente y no merecía estar allí. Soltando a su caballo, dejándolo desatado, a paso rápido volvió al lugar abriendo la puerta con fuerza.
Su ceño se frunció tan pronto entró y una imagen hizo que su sangre hirviera: ella estaba siendo sostenida de los brazos por uno de los hombres, su camisa abierta y su camiseta levantada, exponiendo torso, su pecho aún cubierto por una fina tela. Tenía ligeras marcas rojas de rasguños en su abdomen y lo peor fue ver al hombre que le habló antes intentando desatar su pantalón. No, no, él no iba a dejar que eso pasase. El rostro de Toji mostraba ira, su cuerpo controlado por la adrenalina. Fue cuestión de segundos, sin siquiera poder contenerse había golpeado al hombre que la estaba desnudando antes de ser atacado por el que la sostenía, al que sin mucha fuerza lanzó a un lado antes de seguir golpeando al otro imbécil. Estaba seguro que mínimamente la nariz la tendría rota y le daba igual, no paró hasta dejarlo completamente sangrando, hasta que estuvo inconsciente. Y cuando el otro se lanzó sobre él para detenerlo, lo empujó nuevamente, provocando que se golpeara la cabeza con fuerza contra la pared, cayendo inconsciente al suelo. Estaba tan molesto que los hubiera matado, pero el sollozo de la joven los sacó de su trance, volteando rápidamente a donde estaba, encontrándola en posición fetal en el suelo. Sintió que su corazón se había estrujado y rápidamente se acercó, pero Hana se apartó de él.
―Ya está, no te van a hacer nada ―habló con voz dulce, una voz tan dulce que provocó que por fin lo mirara.
Su rostro estaba rojo, sus ojos hinchados y sus mejillas mojadas por las lágrimas. Se sintió culpable, sabía de lo que eran capaces, pero no pensó que intentarían abusar de ella.
Por unos segundos no se acercó más, simplemente la miró, no seguro de qué hacer. Ella no era su problema, apenas la conocía, no era nadie. Pero allí estaba, enojado, enfadado, con sangre en sus manos luego de haber dejado a un hombre inconsciente de tantos golpes. La joven no paraba de llorar y era entendible.
―Debemos irnos antes de que venga más gente ―sentenció finalmente y le extendió la mano.
Era verdad, los gritos y el ruido seguro atraerían gente de alrededor. Si quería vivir, debía irse ahora. Hana tomó temblorosa la mano de Toji, quién luego ayudar a que se parase comenzó a acomodar su ropa, evitando tocar su piel para no estresarla más. La joven se dejó, estaba aún en shock y él era la única persona que conocía, que podía ayudarla, él había parado a esos hombres. Nuevamente el pelinegro le tendió la mano y ella la aceptó. Con suavidad, pero rápido, la sacó de allí y la subió al caballo, sintiendo cómo la mujer se tensaba ante su toque, pero no podía evitarlo, tenía que agarrarla para subirla. Rápidamente saltó sobre el animal y lo hizo andar, notando miradas y cómo la gente se acumulaba a su alrededor. No tenía tiempo para esto, así que sacudió la tira y lo hizo trotar más rápido. Con una mano rodeó la cadera de Hana para que no se cayera, sintiéndola temblar ante su toque, escuchándola aún sollozar.
Estaba mal, todo estaba mal. Ella, él, lo que hizo, lo que le iban a hacer, lo que estaba haciendo. Todos vieron su cara y ambos hombres estaban vivos, inconscientes pero vivos. No podría volver a ese pueblo.
―Shhh, ya está, ya estás segura ―murmuró, inclinando su rostro para dar un beso en el cabello de Hana, buscando calmarla.
...
Horas más tarde, tras haber cabalgado sin rumbo, Toji aminoró el paso de su caballo hasta que se detuvo. Hana, para su suerte, se había calmado, pero no había emitido palabra alguna. En algún punto se había recostado contra el pecho del pelinegro mientras continuaba llorando hasta el cansancio y él la dejó, después de todo lo que le había sucedido había sido algo intenso aunque pudo detenerlo a tiempo. Su brazo izquierdo seguía rodeando a la mujer sentada frente a él mientras la diestra sostenía la correa del animal.
Nuevamente se inclinó, dando un beso en el cabello de la vulnerable joven mientras soltaba la correa para así poder rodearla con ambos brazos, sintiendo la tensión en el cuerpo ajeno que luego de unos segundos desapareció. Hana se sacudió y su respiración irregular fue escuchada, dándole a entender a Toji que estaba llorando nuevamente.
―No te voy a volver a llevar allí ―murmuró él y afianzó su agarre en ella―. Ya pasó ―repitió y le permitió llorar.
Mentiría si dijera que no se encariñó con la mujer con la que compartió estos últimos días. Tal vez era su inteligencia, la actitud segura, desafiante, o el hecho de que verla a ella era como ver a su amada. El hombre soltó un suspiro y cerró sus ojos, abrazándola hasta que se calmó.
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The Bounty Hunter | Toji Fushiguro
Hayran KurguUna joven acusada de brujería muy adelantada para su época y un cazarrecompensas al que solo le interesa el dinero. ¿Qué sucedería si sus caminos se cruzasen valiendo la cabeza de la joven mil monedas? Trigger Warning: mención de intento de abuso.