«A veces nos topamos con la persona correcta en el momento equivocado.»
Pues si eran eso, Gala y Kevin habían tenido muchos. Tantos, que cualquier persona cuerda habría terminado por tirar la toalla.
«Pero cuando se trata de sentimientos, la sensat...
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Otoño de 2014.
La alarma de su teléfono empezó a sonar frenéticamente; el pitido iba aumentando, casi al mismo ritmo que las embestidas de su acompañante. Las piernas de Gala empezaron a temblar mientras se dejaba acariciar el clítoris por los largos dedos del joven con el que había revuelto la ropa de cama.
—Mierda, no pares —masculló entre dientes y volvió a separar las piernas para permitirle enterrarse en ella con plena totalidad.
El placer la embriagaba e iba en aumento; mientras se aferraba a sus hombros, dejó caer la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. Él sujetó uno de sus pechos con firmeza y lo relamió, haciendo que Gala se estremeciese. A esas alturas, ninguno de los dos era consciente de que la alarma seguía sonando incesantemente.
—Voy a correrme —anunció ella; él la correspondió con un pequeño gruñido.
Fue apenas unos segundos antes de que su cuerpo y sus sentidos estallaran por completo. La sacudida se apoderó de ambos y, entre gemidos y sudor, terminaron por perder el control.
—Cállate —pronunció en un susurro, alargó la mano y acalló su teléfono.
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Gala salió de la cama desnuda y descolgó la bata de satén azul que descansaba tras su puerta. Aun sintiéndose observada, recogió su cabello en un moño improvisado y se acercó a la ventana de su habitación y la abrió para ventilarla.