Después de todo, no puedes confiar nuevamente en aquel que te traicionó inicialmente. Forjamos un pacto con la misma persona poderosa, lo que nos hacía casi iguales.
Al final, resulta ser simplemente un idiota manipulador y egoísta, centrado en sí...
Me desperté en aquel último bosque que había visto con vida, y al contemplarlo detenidamente, me maravillé con la exuberancia de sus bellos árboles y flores coloridas. Cada detalle era una obra maestra de la naturaleza, un oasis de vida en medio de la desolación.
Mis ojos escudriñaron el paisaje, contrastando la frescura y vitalidad de este bosque con la imagen desolada de aquellos árboles sin hojas, quemados y podridos que había dejado atrás. Las flores aquí eran como pequeñas joyas, desplegando sus pétalos en una sinfonía de colores y perfumes, muy diferente a las flores marchitas y sin aroma que había visto anteriormente.
Caminé por el bosque, dejando que mis dedos acariciaran la corteza de los árboles, sintiendo la humedad de la vegetación y la sequedad del suelo. Al levantar la vista, me encontré con el espectáculo del atardecer, el sol dorado descendiendo lentamente mientras las nubes pintaban el cielo de tonos anaranjados y rosados. Algunas estrellas comenzaban a asomarse, pero el color naranja predominaba, tiñendo todo con su cálido resplandor.
Continué caminando, y al cruzar un charco de agua, noté cómo mi vestido blanco se empapaba ligeramente. Mis ojos, de un hermoso color esmeralda, reflejaban la belleza del entorno, mientras mis mechones de pelo caían grácilmente sobre mi espalda, sus ondas marrones adornando mi cabellera con un toque natural.
Respiré hondo, dejando que el aire fresco de la tarde llenara mis pulmones, y divisé una pequeña montaña entre las flores. Me dirigí hacia ella y, al llegar, me senté, cerrando los ojos para disfrutar de la tranquilidad del momento.
A pesar de todo, percibí una presencia a lo lejos, una mirada que parecía observarme con afecto. Sentí una mano posarse sobre la mía y, al girarme, me encontré con aquel joven moreno de ojos profundos, cuya sonrisa encantadora iluminaba su rostro. Sus modales tan formales y su presencia serena me recordaban a tiempos pasados, cuando nuestros corazones latían al unísono.
Sin decir una palabra, él se sentó a mi lado, compartiendo el silencio y la belleza del paisaje.
Lo miré unos segundos y me levanté, empezando a caminar, pero su voz me detuvo en seco.
- ¡_____! ¿Está todo bien? Porque te alejas...- dijo, captando mi mirada. Me giré para verlo a los ojos, pero su sonrisa se había desvanecido y se acercaba a mí. Mientras yo me alejaba, noté el destello de un stiletto en su bolsillo. Apreté los ojos, intentando despejar la visión borrosa, pero nada cambiaba, chasqueaba mis dedos pero nada pasaba.
Hasta que finalmente sentí el impacto contra un árbol y sus manos se posaron en mis hombros, mirándome con preocupación. Su sonrisa había vuelto, pero yo solo sentía la urgencia de expresar mi dolor.
— ¡Por qué, Alastor, por qué lo hiciste! ¡Yo confiaba en ti, te amaba!- grité entre lágrimas, buscando respuestas que no llegaban. El abrazo cálido que me ofreció no pudo calmar el dolor punzante conocido en mi abdomen. Solté un jadeo de dolor.
— Mí querida _____, no tengo opción, ellos me obligaron, yo...- intentó explicarse antes de que todo se volviera borroso y el pitido llenara mis oídos, sumiéndome una vez más en la oscuridad de la confusión y el miedo.
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