Capitulo VIII

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La discoteca estaba abarrotada de gente. Las chicas que iban con el grupo de la pelirroja se pusieron a la cola y esperaron que fuera rápida la entrada.

—Que frío hace.

—Ven aquí que te abrazo.

La pelirroja se abrazo a la cadera de la morena y apoyo su cabeza en su pecho mientras la otra le daba un beso en la cabeza y acariciaba su espalda. "¿Mejor" preguntó mirando a la mas joven. "Si pero sigue, que sino me congelo" ambas rieron y esperaron a entrar dándose calor entre ellas.

Chiara levantó la mirada para ver cuanto quedaba y vio algo que no esperaba, a la chica de la librería. Estaba apoyada en el mismo muro que ellas con un piti en la mano mientras daba una calada y charlaba con una chica más bajita que ella. Estaba espectacular, llevaba una americana con una camiseta transparentes y un sujetador lencero con una falda negra y aún así, lo primero que pensó la joven fue Esta sonriendo?

La pelirroja giró la cabeza para dar una calada sin echarle el humo a sus amigas y la vio, la vio mirándola. Llevaba un maquillaje oscuro que resaltaba sus facciones y unos pendientes de estrellas que destacaban mucho. Aunque le hubiera gustado quedarse mirándola durante horas en cuanto abrió el plano y vio que estaba dándole besos en la cabeza a una pelirroja abrazada a ella apartó la mirada y su mente se fue a otro universo.

Poco a poco la fila iba avanzando y todos los grupos iban entrando. Ambas protagonistas entraron con sus respectivos grupos sin volver a verse y el alcohol comenzó a fluir por las venas de toda esa gente que bailaba al son de la música. Sonaba No se ve de Emilia y la pelirroja se acercó a Chiara cogiéndola de la cadera y bailando. Chiara, que aunque no solía salir mucho de fiesta le devolvió el gesto poniéndole la mano en el hombro y bailo pegada a ella durante toda la canción. Sus respiraciones se chocaban entre si y ambas sonreían mientras bailaban.

—Que bien te mueves, hija de puta—susurró la madrileña en su oído.

—Tu tampoco te quedas atrás Rus, bailas que te cagas.—Ambas sonrieron y volvieron a bailar con el grupo.

Violeta por su parte estaba en la barra esperando a que le sirvieran su copa mientras miraba el móvil. La música que estaban poniendo le estaba gustando pero no había bebido lo suficiente como para no bostezar. Su dedo cayó en la conversación con su madre que como siempre, era nula y solo discutían. Un nudo en su estómago se colocó y tragó saliva leyendo la ultima discusión. Se sentía culpable por tener esa relación con su madre pero así era y ella no podía hacer nada más. Sentía que era una decepción para su familia y que jamás la querrían por lo que era y lo que quería ser.

Sacudió la cabeza intentando quitar esos pensamientos de su cabeza y solo la chica de la barra pudo sacarla de ahí llamando su atención.

—Chiqui, la copa.

—Ah, si, perdona. Gracias.

—De nada.

Bebió un trago bien largo de su copa y carraspeó aceptando el sabor del alcohol que raspaba su garganta fríamente. Quería disfrutar y si el alcohol era lo único que se lo permitía lo haria asi.

Llegó cuando sonaba badgyal y sin que la otra granadina la viera pegó su cuerpo por detrás colocando una mano en su cadera mientras perreaba con ella.

La rubia se giró y acercó a Violeta a ella haciendo que prácticamente sus frentes chocarán. Ambas sonrieron mientras seguían bailando y bebiendo de sus vasos y la tensión entre ellas cada vez subía más y más. La pelirroja tenía claro que sus sentimientos por la rubia jamás existieron, si no que solo existió una atracción sexual muy grande. Aún así la tension podía cortarse con un cuchillo y ambas lo sabían.

La chica de la librería || kivi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora