Mar y presagio

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  Las sensaciones que me dominaban eran invasivas e inciertas, yo, esta nueva mujer envejecida pero ahora en un cuerpo juvenil. Piensa tan severamente sobre esa vida que he dejado atrás. Sobre esta incierta y magnifica oportunidad de volver empezar, aun cuando creí que para mi todo estaba perdido. Simplemente sumergida en un cúmulo de pensamientos, que no parecen llevarme a ningún lado, solo me abruman.

El constante e irritante sonido de la odiosa cafetera, me desconcierta, me saca de esa vorágine de pensamientos, que supongo, no me llevarán a ningún lado. El olor del café recién hecho me llena de una repentina sensación de plenitud, hace años que no tomo un buen café. En Fez el café es un poco caro y por el precio no pude tomar un trago en si mal no recuerdo, dos años. Por eso, después de saborear el amargo sabor y sentirlo descender por mi garganta, sonrió aliviada, el vapor alivia un poco mi rostro hinchado por el llanto.

Ese alivio no duró mucho, fue efímero, el poder tener conciencia de mi pasado y de mi ahora nuevo presente, me llena de dudas que solo pueden alimentar ese sentimiento de desesperación tan característico de mi vida anterior. Esa inestabilidad que me produce la siempre angustiante incertidumbre, antes, cuando vivía escondida bajo esos zarrapastrosos burkas la incertidumbre de no poder comer, de no poder mantenerme, de divisar cada vez más cerca el final de mi vida. La incertidumbre de no poder recuperar lo perdido, la misma exacta incertidumbre que ahora en este nuevo presente experimento.

¿Podré recuperar aquello que ame?

Hasta lo que se, nuevos comienzos implican nuevos cambios, el pensar que estoy aquí en mi adolescencia, con un cuerpo atractivo y joven. Aunque con un alma madurada y experimentada. Solo me hace rebuscar ideas en mi propia cabeza. Pensar nuevamente en mi madre, opaca por momentos mis sentimientos de gratitud.

Con esfuerzo me acostumbre a vivir sin mi madre, a seguir la vida aunque con el recuerdo de su memoria presente, aunque sin ser demasiado recurrente. Recuerdo estas baldosas, esta casa, donde mi madre corría tras de mí para atraparme y donde creo que fue la única etapa de mi vida en la que tuve paz. Comer galletas al atardecer, hacer la tarea a su lado. Sin saber lo desafortunada que sería mi vida después de su partida. Quisiera darle nuevamente un abrazo, decirle lo mucho que la he extrañado en esta, en la pasada vida y en en el resto de las vidas que me tocaran por vivir. En cada una de ellas, te extraño y la niña que fui te busca.

Yo también fui madre.

Saber que vuelvo a ser virgen y que mi vientre nunca ha gestado otra vida, es una sensación extraña, que me produce de todo menos agrado. Me pregunto si en esta vida seré madre de Khadija, si ella nacerá con otras características, si tendré que vivir con una hija nueva, pero a la vez con el recuerdo de una hija perdida. Pensar en eso, me revuelve el estómago y hace que el sabor del café me sea más amargo.

Pensar en mi hijo fallecido por leucemia es abrir heridas y bañarlas en sal con limon, aun cuando sea hijo de un bastardo como Lucas. Es mi hijo y eso, ni el tiempo, ni los nuevos comienzos pueden cambiarlo. Su imagen tan inocente, tan sufrida, tan vulnerable al inminente beso de la muerte, han quedado selladas en mis córneas y grabadas en mi memoria. No creo que podre tener la oportunidad de redimirme y pensar en ello, solo me deja una sensación de vacío.

No hay nada como perder a un hijo.

En la vida de Said, ahora, ni siquiera existo y en el fondo de mi alma no se que me lastima mas al pensar en ello, si el hecho de haberlo hecho sufrir o el hecho de que no sepa absolutamente nada de mi. Mientras él es personaje recurrente de mis recuerdos y el dueño de mis pensamientos. Es como amar temporalmente a un espejismo.

-¡No puedo llorar!-me repito una y otra vez sentándome en el piso.

Luego de respirar profundamente por varios minutos, apoyo mis manos sobre el frío piso, al levantarme de él, limpió suavemente mis hinchados ojos. No tiene sentido ser tan dura conmigo misma, culparme por lo que no pude controlar. No podía predecir que iba a renacer, ni mucho menos el costo que tendría ello. No tiene sentido ver tan detalladamente una vida, un pasado que no cambiará y que debería quedar como un amargo recuerdo, aun cuando pienso, que será imposible desprenderme de todo lo que viví, porque forman parte de lo que soy. Puedo, por lo menos, intentar evadir ese sentimiento y adaptarme a la nueva vida que estoy viviendo.

La Escritura De Allah-(Jade y Said)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora