Capítulo Uno.

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Presente.

En todos sus años de profesión, jamás pensó que se tendría que enfrentar a un homicidio tan siniestro. La manera de deshacerse de la víctima fue tan cruel, fue un crimen tan frío... ¿Quién en su sano juicio podría dejar a un adolescente muriendo en la mitad del bosque mientras el resto del pueblo celebra?

La alguacil Savannah Kuffler caminó por el pasillo de la estación de policía hacia la sala de interrogación, apretaba su placa con tanta fuerza que la fría superficie le dañaba la palma de la mano, era como si temiera que, al soltarla, todo el asunto se le saliera de control.

Antes de entrar en la sala echó un vistazo a un folleto, estaba colgado en una pizarra de notas desde la semana pasada, indicaba el evento que se había llevado a cabo tres días atrás e invitaba a todo el pueblo a asistir a la plaza mayor, donde se estaría llevando a cabo una ceremonia y posterior celebración con música en vivo, comida y bebidas que comenzaría a las cinco de la tarde y terminaría cerca de la medianoche; GoldCrest cumplía ciento cincuenta años y era un evento histórico para la comunidad, un punto perdido a dos horas de la ciudad más cercana en donde nada malo ocurría, o por lo menos así era hasta el día del aniversario.

Kuffler había escuchado que el alcalde Juwell se había gastado millones en la celebración que, para el bien económico del pueblo, había sido un completo éxito y planeaba repetirlo el año entrante. No tuvo que esperar mucho para una respuesta de su equipo que se mostraron igual de entusiasmados que él para repetir el evento el próximo aniversario de GoldCrest.

Recordaba que esa noche, a pesar de no beber ni una sola gota de alcohol, lo pasó de maravilla. Todo parecía ir viento en popa en su vida y también en el pueblo. Donde quiera que mirara en esa enorme plaza, había risas, familias enteras jugando y compartiendo comida en una mesa de uno de los tantos locales que se abrieron especialmente para la fecha.

Cuando despertó por la mañana, después de una noche de haber dormido profundamente, como nunca en su vida, tomó el teléfono para revisar la hora, tenía el día libre así que no se preocupó al darse cuenta que era casi medio día, pero si se extrañó al ver que tenía veinticinco llamadas perdidas de Patrick Harvy. Si bien habían sido muy cercanos cuando jóvenes en el instituto, a tal punto de ser mejores amigos y posteriormente novios, sus mundos se habían alejado y ya no formaban parte de la vida del otro, mucho menos cuando Patrick se casó y tuvo su primer hijo con Joanna Cleveland, quien, en su tiempo, había sido la chica nueva en GoldCrest.

A pesar de no tener ningún tipo de relación con la familia Harvy, la alguacil mantenía los números de los pueblerinos en su agenda del teléfono, con el fin de saber quién necesitaba su ayuda y que su labor para con las personas se le facilitara mucho más.

Si Patrick Harvy la había llamado casi treinta veces durante la madrugada, quería decir que no era algo urgente, era algo gravísimo lo que le había sucedido y requería su atención inmediata.

Sin pensarlo dos veces, y con el corazón acelerándose dentro del pecho, desconectó su teléfono y marcó de vuelta el número de Patrick. Sus pulsaciones aumentaban cada vez que el tono de espera se escuchaba del otro lado, era la primera vez en años que tendrían una conversación directa, pero debía actuar de manera profesional, su labor como alguacil del pueblo estaba primero que sus sentimientos.

Patrick no contestó a pesar de haberlo intentado cuatro veces. Buscó en su lista de contactos y dio con el número de Joanna, pero ella tampoco contestó. Podría haberse quedado tranquila y pensar que, de haber ocurrido algo, ellos ya lo tendrían solucionado y ahora no necesitaban su ayuda porque, de haber necesitado su asistencia de manera urgente, habrían contestado sus llamadas, pero no pudo serenarse, de hecho, se sentía más intranquila que nunca.

Muy Profundo en el BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora