Capítulo Seis.

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Presente.

—Encuentro que es una falta de respeto lo que nos estás haciendo pasar, Savannah—decía Monique Stainer, la madre de Harriet, mientras, esta última, se limitaba a encogerse en su silla y dejar que su madre cacareara como se le diera la gana—. Tú sabes lo bien portados que somos en mi familia. Jamás hemos dado ningún tipo de problema en el pueblo, contribuimos en todo lo que nuestro papel de ciudadanos nos permite y cumplimos sin falta con nuestro deber civil, pero aun así nos haces pasar estos malos momentos.

Savannah Kuffler, en su papel de alguacil, se sentó frente a ambas y soltó un suspiro, no había que ser adivino para entender que Harriet estaba igual de harta que ella de oír a Monique quejarse sin parar, incluso llegó a sentir pena por la muchacha que cada vez se retraía más en su silla, la idea de tener que soportar la aguda y rasposa voz de esa mujer, desde el amanecer, debía ser desgastante para cualquiera.

—Joseph y yo nunca hemos sido problemáticos—continuaba Monique—, incluso después de la muerte de mi marido continué siendo una ciudadana ejemplar, siempre educada y respetuosa, cuido el medio ambiente y tengo buenos modales y he criado a mi hija para ser igual que yo, igual que su fallecido padre. No voy a permitir que nos denigres de ésta manera, no tenemos que estar aquí, y te exijo que des la orden para que una patrulla nos lleve de vuelta a nuestra casa.

—No haré eso—dijo la alguacil, cortante, mirando directamente a los ojos oscuros de Monique que ahora estaban hundidos en cuencas negras, como si la delgadez de la mujer se la estuviera comiendo poco a poco de una manera extrañamente rápida—. Si estás aquí es porque la ley dice que debe haber un adulto presente en la interrogación, y tengo una labor que cumplir con la familia Harvy.

—Vaya, Savannah, eres toda una santa—dijo Monique con sarcasmo, aplaudiendo lentamente con sus huesudas y filosas manos—. No engañas a nadie, no quieres ayudar a los Harvy, lo que quieres es...

—¡Su hijo está muerto, Monique! —bramó Savannah, sintiendo su sangre hervir—¡Si tu hija estuviera ahora en un ataúd y tu estuvieses destruida por no saber quién demonios la asesinó, te prometo, que estaría intentando ayudarte de igual manera!

—Mi hija no tiene nada que ver en esto, Savannah—reiteró la mujer.

—Eso lo decidiré yo, y soy alguacil Kuffler para ti—se mordió la lengua para no agregar la palabra perra al final de esa oración, debía mantener la compostura y ser profesional ante ese incómodo y nada grato escenario. Desde que el nombre de Harriet había salido en la lista de personas que estuvieron con Nolan la noche del asesinato, Savannah supo que tendría que enfrentar a la loca de Monique, que se había vuelto un poco trastornada, agresiva y malhumorada desde la repentina muerte de su marido en un trágico accidente, por eso la había dejado al final, no tenía las ganas de lidiar con ella e intentó retrasar lo más que pudo la interrogación con ambas—. Ahora, no quiero que pienses que estás aquí porque eres sospechosa de asesinato—ahora se dirigía a Harriet, y había suavizado su tono e incluso su voz era más dulce—, necesito unir las piezas del rompecabezas para saber qué fue lo que le pasó a tu amigo. La familia de Nolan está pasando un momento muy difícil, y tú y yo podemos darle un descanso si me ayudas respondiendo, con sinceridad, las preguntas que te haré a continuación, estoy segura de que el señor y señora Harvy estarán más que agradecidos por tu colaboración para darles un cierre.

—Oh, santo cielo—rio Monique por lo bajo—. Eres muy buena actuando que eres una santa. —Se incorporó en su silla y puso sus dedos flacos sobre la mesa metálica, quería intimidar a Savannah, pero no lo lograría, la alguacil era consciente de que, si lo quisiese, podría dejar inconsciente a Monique de un puñetazo bien dado—. Pero ambas sabemos que no es así. Que no se te olvide las cosas feas que hiciste cuando éramos jóvenes, Savannah... ¡Oh! perdón, alguacil Kuffler.

Muy Profundo en el BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora