Capítulo Dos.

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La noche del incidente.

Desmond cayó al suelo y apoyó la espalda sobre un tronco cercano, sus ojos sólo se centraban en su mano llena de sangre que no paraba de chorrear sobre su camisa blanca, era demasiado notorio que algo muy serio había ocurrido y él estaba involucrado.

Los gritos de las chicas tampoco ayudaban, estaban aterradas, Nolan estaba muerto, y todos ellos lo habían presenciado.

Los pies de Desmond se movieron con desesperación en el suelo, acumulando tierra bajo sus talones, ensuciando las zapatillas que su madre le había regalado para su cumpleaños ese mismo año.

Brooklyn había corrido a su vehículo, abrió el portaequipaje y sacó su chaqueta del equipo de fútbol americano. Le puso seguro al auto nuevamente apretando un botoncito pequeño en el llavero del que colgaban las llaves del coche y se apresuró a asistir a Desmond, su amigo. Se lanzó al suelo, sintiendo en sus rodillas, que se resbalaban por la tierra, las piedrecillas que no demoraron en abrir agujeros en sus jeans negros, estas mismas piedras pequeñas abrieron heridas que, en pequeñas cantidades, salpicaron el pantalón de Brooklyn de gotitas de sangre.

—Quítate la camisa—ordenó Brooklyn, pero Desmond seguía demasiado aterrado como para oírlo o siquiera mirarlo a los ojos, su percepción de la realidad estaba demasiado distorsionada, todo parecía irreal—¡Desmond, mírame!

Tomó el rostro de su amigo y lo obligó a hacer contacto visual con él. Debían actuar rápido, habían sido responsables de un asesinato, o eso creían ellos, estaba tan oscuro, estaban metidos tan dentro en lo profundo en el bosque, que la visión era un sentido muy limitado, aun así, Desmond podía ver la tibia sangre de Nolan en sus dedos, escurriéndose hacia su brazo, sentía como las gotas se secaban en su piel, marcándolo como un culpable.

—Está muerto, Brooke—murmuró Desmond—. Asesinamos a Nolan. Está muerto por nuestra culpa.

—Fue un accidente—Brook tomó el rostro de su amigo con ambas manos, asegurándose de que no rompiera el contacto visual—. Fue un accidente, nada más que un terrible y fatal accidente, nosotros no hicimos nada.

—¿Cómo que no hicimos nada? —intervino Harriet, moviéndose hacia los chicos—. Pronto lo encontrarán muerto y harán investigaciones y, dime ¿A quién crees que interrogarán? ¡A nosotros, carajo! Sus padres sabían que saldría con nosotros.

—Seremos los principales sospechosos—agregó Taissa, mordiéndose las uñas.

Mientras Brooklyn le quitaba la camisa ensangrentada a Desmond y le ponía encima su chaqueta de mariscal de campo del equipo de fútbol del instituto, Gema comenzó a pensar, se dio cuenta de que, si todo esto salía a la luz, ella podría ir a la cárcel y sus seguidores dejarían de apoyarla, perdería a todas aquellas marcas que habían querido colaborar con ella, y todo ese dinero que la había puesto en el pedestal de grandeza que ella misma, con esfuerzo, había conseguido.

—No seremos sospechosos—dijo Gema, entendiendo que estaba a punto de meter a su grupo de amigos dentro de un juego muy peligroso, pero que estaba dispuesta a jugar siempre y cuando ella y los demás pudieran obtener ese futuro prometedor que les esperaba antes del asesinato—. Tenemos que mentir. Nosotros no estábamos aquí cuando Nolan murió, nosotros no tuvimos nada que ver, ya estábamos en nuestras casas cuando Nolan fue asesinado.

—¿De qué mierda estás hablando, Gema? —preguntó Taissa a su mejor amiga, sintiendo que estaba en presencia de una mente desquiciada y perturbada que estaba dispuesta a todo con tal de salvarse el culo—. Somos responsables de esto, Nolan era amigo de todos nosotros, no podemos fingir que nada de esto acaba de pasar.

Muy Profundo en el BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora