Isabella acarició su cabello mientras lo miraba a través del espejo del retrovisor. Lo había dejado crecer desde la última vez que se vieron. Un par de mechones caían desordenados sobre su frente, pero había algo en su expresión que los hacía parecer perfectamente en su lugar.
—Te dejaste crecer el pelo —dijo él, con esa sonrisa que siempre parecía estar al borde de un abrazo.
Isabella giró lentamente, dejando que su cabello se deslizara sobre sus hombros.
—Sí, me lo corté después de la última visita —respondió, como si aquella afirmación cargara con todos los meses que habían pasado.
Él asintió, con los ojos llenos de un cariño antiguo, de esos que no necesitan palabras para ser entendidos.
—Te ha vuelto a crecer.
Isabella se detuvo un instante, bajando la mirada, como si en la alfombra del coche pudiera encontrar la respuesta adecuada.
—Sí, gracias.
Él la miró un poco más, como si buscara algo en su rostro, una sombra de algo que aún no se atrevía a preguntar. Pero al final solo dijo:
—¿Por qué?
Isabella levantó los ojos, su mirada sincera y serena, y dejó salir las palabras en un susurro.
—Por dejarme que me quede en tu casa.
Él se acerco a ella como pudo en apretujado coche.
—Isabella, eres mi hija, siempre serás bienvenida en mi casa.
Ella sonrió, con esa gratitud que solo se expresa en los gestos más pequeños, en los detalles más sencillos.
—Gracias —dijo, y dejó que el silencio entre ambos volviera a llenar el espacio con su propia música.
(...)
—Este es tu cuarto —dijo Charlie, abriendo la puerta con una mezcla de orgullo y nerviosismo en su expresión.
Isabella dio un paso al interior y dejó que su mirada recorriera el espacio. Las paredes pintadas de un tono suave de morado, la cama perfectamente hecha, y una cortina que se balanceaba apenas, mecida por la brisa que entraba por la ventana entreabierta.
—Es... bonito —respondió, buscando las palabras adecuadas mientras su mente se llenaba de la incertidumbre que siempre traen los cambios.
Charlie asintió, satisfecho con su esfuerzo, pero con esa inseguridad que se cuela entre los padres cuando intentan acertar con los gustos de sus hijos.
—¿Te gusta el morado? La encargada de la tienda dijo que el morado le suele gustar a los adolescentes.
Isabella sonrió un poco, con un toque de ternura ante aquel detalle tan cuidadosamente planeado.
—Sí, el morado me gusta... pero mi color favorito es el rojo. Para la próxima.
—Sí, vale —dijo Charlie, rascándose la nuca con una sonrisa que apenas se dibujaba en su rostro. Intentando retener todos esos pequeños datos que, en su mente, le harían un mejor padre—. Tienes una estantería en el baño para ti.
—Okey, gracias.
Isabella dejó que el silencio envolviera la habitación por un momento antes de dirigirse a la ventana. Desde allí, vio a su padre, con su camisa de cuadros y su andar ligeramente encorvado, hablando con alguien en la entrada. La escena le arrancó una sonrisa nostálgica, y de pronto, sin poder evitarlo, su mente voló hacia un mundo de libros y películas. Recordó a Bella Swan saludando a Billy Black desde el porche, y a Jacob, siempre allí, con esa sonrisa franca y cálida.
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¡¿REENCARNE EN ISABELLA SWAN?! [Jacob Black]
FanfictionEstaba cruzando una calle para ir hacia mi mejor amiga, eso diría si fuera verdad, pero en realidad pues me quité la vida, luego solo hay oscuridad, y luego desperté en una casa que no conocía. Me mire en el espejo que había en el armario de la habi...