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🚨🚨Aviso este especial contendra contenido sensible como el suicidio, si eres sensible por favor no leer🚨🚨

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13 de marzo del 2024

Narra Nyx/Isabella (Nyx es el nombre de Isa en su antiguo mundo)

Me levanté como siempre a las 06:30. Entrar al instituto a las 08:15 significaba que tenía una hora exacta para ducharme, vestirme y desayunar, así que cada minuto contaba. El agua caliente en la ducha fue el único momento de calma antes de enfrentarme a otro día de clases, una rutina que, por más predecible que fuera, solía darme algo de consuelo.

Mi padre me dejó en la entrada del instituto, como lo hacía cada mañana. Su despedida fue un murmullo rápido y distraído, pero yo ya me había acostumbrado. A veces, me preguntaba si le preocupaba la frialdad que había crecido entre nosotros, pero lo cierto era que ambos habíamos aprendido a vivir con esa distancia.

Entré a clase, buscando con la mirada la cara familiar de mi mejor amigo. Le di un saludo rápido, una sonrisa que no necesitaba más explicaciones porque conocía lo que significaba: un día más de lo mismo. La mañana se deslizaba entre clases, tareas y conversaciones que llenaban los huecos del tiempo, y yo intentaba no pensar demasiado en la monotonía de todo aquello. Al menos hasta que las cosas tomaron un giro inesperado, de la peor manera.

Fue a mitad del día cuando Eki apareció, como un mal presagio. Había sido mi sombra desde la escuela, siempre buscando la manera de hacerme la vida imposible, como si eso le diera un propósito. No sabía exactamente por qué me tenía esa especie de resentimiento; quizás era su manera de desquitarse de algo que no tenía nada que ver conmigo. Tal vez era por la falta de atención, o porque necesitaba aplastar a alguien para sentirse menos insignificante. A estas alturas, daba igual.

Lo que sí sé es que, ese día, algo en mí cambió. Se torció, se rompió, y llegó al límite.

Eki se acercó en el pasillo, con esa sonrisa burlona que conocía demasiado bien. Sus amigos le seguían, como siempre, como si fuera el rey de su pequeño reino de crueldad. Empezó con sus comentarios, pequeños dardos disfrazados de bromas que sólo él encontraba graciosos. Y yo, como siempre, intenté ignorarlo, mantener la calma, no darle la satisfacción de una respuesta. Pero ese día, las palabras encontraron un hueco entre las grietas de mi paciencia, y la rabia se coló por ahí, como un río desbordado.

Algo en mi interior, la parte de mí que ocultaba en otro mundo, esa que había aprendido a contener la oscuridad y a vivir en un lugar donde no encajaba del todo, se rebeló. Eki no lo supo, pero en ese instante dejó de ser solo un chico molesto y se convirtió en el detonante de algo mucho más profundo. Ese día, la historia dio un giro, y aunque no lo sabía aún, yo también.

(...)

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Horas después, en casa, las lágrimas corrían por mi rostro, como si cada una de ellas fuera una promesa rota. Yo quería ser fuerte, les prometí a mis amigos que lo sería. Pero hay momentos en los que, por más que te aferres, la oscuridad es más fuerte, más pesada. Y cuando llegas a ese límite, ni siquiera la voluntad más firme puede impedir el colapso. Así que, cuando me aseguré de que la casa estaba vacía, tomé aquel frasco de pastillas sin nombre. Eran treinta, las conté sin que mi mente llegara a comprender el número. Me las tomé todas, una tras otra, dejando que el sabor amargo se disolviera en mi boca, como las esperanzas que ya no podía sostener. Después, me tumbé en la cama y cerré los ojos, buscando un "sueño" del que no pensaba despertar.

¡¿REENCARNE EN ISABELLA SWAN?! [Jacob Black]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora