Capítulo 3 - Culpas indiscriminadas vuelan libres para mí

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Para sorpresa de absolutamente nadie, el inmenso sol se posicionó en la punta más alta del cielo, provocando que el termómetro subiera a la noble cantidad de 43 grados

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Para sorpresa de absolutamente nadie, el inmenso sol se posicionó en la punta más alta del cielo, provocando que el termómetro subiera a la noble cantidad de 43 grados. Iniciando un asfixiante calor que para mentes y cuerpos de algunos era inimaginable y tortuoso de experimentar, yo incluido. Se podía comprobar por las exhalaciones de alivio que soltaban las personas una vez entraban a la biblioteca, pues esta siempre mantenía una temperatura agradable donde era difícil llegar a sudar.

Tras saber la situación con el clima, mi gerente ya me había advertido anteriormente sobre lo que ocasiona que afuera ataquen temperaturas extremas y es la poca clientela que recibe la biblioteca, agregando también, el hecho de que hoy es martes. Día al cual no hallo la razón del porqué a la gente le gustaría visitar una vieja biblioteca, a excepción de venir a dejar a sus pequeñas criaturas en la guardería, porque sí, hay una área dedicada a cuidar monstruos miniatura.

Igual jamás me quejé porque, ni siquiera siendo así de gigantesca; la gente seguía sin venir. El lugar casi siempre permanece desolado y con a lo mucho 3 personas en cada sección.

Los fines de semana eran los únicos donde los ancianos y algunos adultos visitaban el lugar meramente por no saber a dónde más ir. Purple Wings no era grande, entonces no había muchos lugares los cuales visitar o entretener los músculos un rato; entonces un libro en el cual sumergir tus ojos sonaba la mejor opción para los adultos mayores e incluso para algunos escuelantes.

Eso me quitaba de encima el peso que más me preocupaba y es: tener que lidiar con los clientes. Al ser, probablemente, el establecimiento que menos visitan, no tengo que estar ayudando a gente con sus problemas ni estar satisfaciendo sus necesidades, aunque ese sea mi trabajo y objetivo aquí. Si puedo ahorrarme la fatiga, lo haré totalmente.

Por lo tanto, en ausencia de visitantes en las diferentes secciones, la irresponsable y descuidada chica que tengo por gerente dejó a cargo al jefe de áreas sobre todos los simples mortales para que al menos nos asignará una actividad con la excusa de que no quería a nadie de adorno por los pasillos.

Dijo que estaría ocupada y tras esto, se encerró en su oficina junto con una bolsa de chetos y un litro de soda. Su oficina era la única con un televisor, entonces era más que obvio lo que estaba haciendo ahí dentro.

Dadas las circunstancias, mis manos iban y venían desde el fondo de una caja de cartón hasta la base de un estante; depositando libros en forma vertical para formar la característica hilera donde solo los lomos son visibles.

Me habían enviado hasta el rincón más olvidado de la biblioteca para que acomodara la mercancía que nadie quería, lo digo porque en serio me encontraba en un área que ni yo había pisado desde que entré a trabajar. Las luces parpadeaban como una buena película de terror y el ambiente se sentía frío, casi gélido.

Notas de un verano felizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora