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❪🫧❫ MiniOneShot.
Se había despertado a mitad de la noche. No sabía cuál era la razón por la cual estos días no podía dormir sin despertarse de madrugada, pero quería que ya dejara de suceder. Lo odiaba.
Solía correr para despejarse o hacer alguna actividad física para cansarse, pero nada funcionaba. Suspiró. Decidió ponerse sus zapatillas y salir a correr como se le estaba haciendo un hábito está semana.
No obstante; sus pies se dirigieron, de forma automática, a un lugar en específico que le hizo sonreír de forma tonta. Al parecer todo su ser sabía a dónde debía recurrir.
Entro con cuidado por la puerta de entrada, tratando de no hacer mucho ruido. Luego, se dirigió a la habitación del chico y con sumo cuidado lo sacudió para despertarlo.
El zorro se quejó, murmuró un par de incoherencias, y cuando ya estuvo totalmente despierto se sorprendió de ver una figura frente a sí.
Sin evitarlo, soltó un pequeño grito. Y en un acto de defensa tomo la llave inglesa que estaba debajo de su almohada.
—¡Tails! —exclamó el erizo antes de ser golpeado injustamente. Tails detuvo su objetivo y con extrañeza preguntó:
—¿Sonic? —parpadeó y froto sus ojos, tratando de aclarar su vista— ¿Que estás...?
—Perdón, solo quería verlos...
—¿Vernos? ¿A qué te refieres?
—¿Podemos ir a la casa de Amy? —preguntó, encendiendo la pequeña lámpara en la mesita de noche, haciendo todo más claro para ambos.
—¿Qué? ¿Por qué ahora? ¿Que horas son? —tomó el comunicador y lo encendió mirando la hora— ¿Es en serio? —preguntó, mirándole fijamente con seriedad.
—¡Es que no tenía sueño! —excusó, con una risita nerviosa.
—Ya que... No creo que pueda dormir después de ese susto de todos modos. —acusó en una indirecta, recibiendo una mirada inocente de parte del cobalto— Espera me coloco mis...
El azulado en una velocidad increíble, tomó los zapatos del menor y se los coloco en menos de un santiamén.
—¡Listo! ¿Nos vamos?
El cánido rodó los ojos con una risita burlona.
—Esta bien, va...
Sin siquiera esperar a que terminara, el índigo le tomo al estilo nupcial y corrió a la casa de la rosada.
—¡O-Oye! —exclamó en protesta, aferrándose al cuello del mayor gracias al mareo que se llevó debido al repentino movimiento.
