Capítulo 3: ¿Quién era?

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Jih, sumido en sus pensamientos, es interrumpido por el sonido de su móvil.

18 de julio, 11:27 a.m.

Lia:

«¿Dónde estás? ¿Estás en camino?»

Leído a las 11:28 a.m.

Tras leer el mensaje, se quedó pensativo, sin saber qué responderé. Decidió que lo mejor era inventarse una excusa para no ir.

Jih:

«Ay, es que olvidé que tengo una cita médica importante esta tarde y no podré llegar. Lo siento mucho, Lia.»

Lia:

«¿No es grave?»

Jih:

«No, tranquila, no es nada grave. Solo tengo una cita porque me duele el brazo por haber jugado al baloncesto.»

Lia:

«No pasa nada, ya quedaremos otro día. Cuídate.»

Jih:

«¡Gracias!»

Leído a las 11:37 a.m.

Cuando envió el mensaje, dejó el móvil sobre el escritorio. Mientras lo hacía, notó el muñequito, así que lo cogió y se sentó en la cama. Sosteniéndolo en sus manos, lo observó detenidamente y exclamó: «¡No puede ser! ¿Podrías ser tú la clave para encontrar mi amor?».

Habiendo reflexionado sobre este momento en repetidas ocasiones, comenzó a cuestionarse si todo lo que estaba sucediendo era obra del destino, con el muñequito como intermediario. Se sintió afligido por no haber tenido la valentía de devolver el muñequito, pero los nervios le habían impedido seguir adelante.

Después de reflexionar detenidamente, una oleada de determinación empezó a crecer en su interior. Decidió que no podía dejar pasar esta oportunidad sin intentarlo. Tras meditarlo, decidió cambiar de ropa y eligió su conjunto deportivo más cómodo para salir a correr.

Con todo listo para partir, se ajustó los auriculares y puso su canción favorita. Decidió salir a correr sin pensar en un objetivo específico, simplemente ansiaba un cambio de ambiente. Después de un buen rato de carrera, se detuvo y se apoyó en sus rodillas, jadeando por el esfuerzo. Fue entonces cuando vio una tienda cercana y decidió entrar para comprar agua. Al salir, abrió la botella y empezó a beber ávidamente, sintiendo cómo el agua se escapaba por los lados de los labios debido a la intensa sed que sentía.

Mientras bebía, su móvil sonó; era Jei, quien le había enviado un mensaje.

18 de julio, 15:02 a.m.

Jei:

«¡Jih, ¿quieres venir a jugar baloncesto!?»

Jih:

«Sí, ahora mismo, nos vemos.»

Jei:

«¡Aquí te espero!»

Jih:

«No tardaré.»

Leído a las 15:10 a.m.

Al responder, se volvió a poner los auriculares, reanudó la música y se puso a correr de nuevo. Mientras corría hacia el lugar donde se encontraba Jei, Jih reflexionaba sobre lo inesperado del encuentro. La idea de jugar baloncesto le emocionaba, y la posibilidad de pasar tiempo con Jei le alegraba el día. A medida que se acercaba al parque, la emoción se apoderaba de él.

Al llegar al parque, encontró a Jei y algunos otros amigos reunidos y listos para el juego. Después de un efusivo saludo, se unió al partido con entusiasmo palpable. Durante el emocionante juego, se sintió liberado de preocupaciones y disfrutó plenamente del momento, enfocándose únicamente en el deporte y la diversión que compartía con sus amigos.

Tras el partido, se despidieron de sus compañeros con una sonrisa en sus rostros llenos de energía. Mientras caminaban de regreso a casa, él no pudo contener su emoción y se giró hacia Jei con una mirada de sorpresa.

—¡No sabes lo que pasó! —exclamó, con los ojos brillantes de emoción—. No te lo vas a creer.

—¿Qué pasó? —preguntó Jei con curiosidad palpable.

—¿Recuerdas al chico con el que había cruzado miradas, ¿el que te conté? —dijo aumentando el misterio en su voz.

—Sí, claro. ¿Qué ocurre con él? —respondió Jei, intrigado.

—¿Recuerdas también al chico que perdió el muñequito? —preguntó agregando aún más misterio.

—¡Sí, claro que sí! ¿Qué pasa con eso? —preguntó Jei, cada vez más interesado en saber la revelación de él.

—¡Son la misma persona!

—¿Cómo averiguaste eso? —preguntó sorprendido por la revelación.

—Me había asomado con intriga de saber quién es el chico al que le iba a devolver el muñequito cuando quedé en el parque con Lía y el dueño del muñequito (Min). —respondió con tristeza—, pero no tuve el valor de devolverlo al darme cuenta que era él.

—No pasa nada, mira la parte positiva. Ahora sabes quién es y tienes más oportunidad de conocerlo —dijo Jei, intentando consolarle.

—Tienes razón —respondió sintiéndose más animado.

—Ahora vamos a casa que ya es tarde —dijo Jei con una sonrisa, tratando de cambiar el tema hacia algo más relajado.

Le reconfortó mucho hablar con él y se alegró de tener un amigo en quien confiar sus preocupaciones. Luego, al llegar a casa, se despidió de Jei agradeciéndole el tiempo que habían pasado juntos. Entró a casa y saludó a su madre con una sonrisa en el rostro. Subió a su habitación y preparó la ropa que usaría después de ducharse. Una vez listo, se adentró en la ducha y al terminar se secó con la toalla y se vistió con la ropa que había seleccionado. Escuchó a su madre llamándolo desde abajo.

—¡Hijo, baja que la cena está lista! —gritó para que lo escuchara.

—Ya voy —respondió mientras descendía las escaleras.

Llegó a la mesa y se sentó, probando con gusto la comida preparada por su madre.

—Está delicioso, mamá —elogió con una sonrisa—. ¡Gracias!

—De nada, hijo —respondió con una sonrisa—. Buen provecho.

—Igualmente —dijo—. ¿Cómo estuvo tu día?

—Estuvo bien. Pasé el rato con mis amigas en el gimnasio haciendo gerontogimnasia —respondió su madre.

—Suena divertido —comentó sorprendido y alegre al mismo tiempo.

—¿Y tú? —preguntó su madre.

—Después de correr, fui a jugar baloncesto con Jei.

Tras una agradable charla entre él y su madre, decidieron recoger la mesa. Colocó los platos en el lavavajillas y se despidió de ella antes de retirarse a su habitación. Al entrar, cerró la puerta tras de sí, sumiéndose en la penumbra al apagar la luz principal y encender la del escritorio. Sentado frente a la mesa, como de costumbre, sacó una libreta y un bolígrafo del cajón y comenzó a escribir sobre las cosas positivas que le habían sucedido recientemente. Absorto en sus pensamientos, el flujo de recuerdos le llevó a un estado de introspección profunda, hasta que una notificación en su móvil lo sacó de su ensimismamiento.

—¿Quién será a estas horas? —se preguntó sorprendido, mientras desviaba su atención hacia su móvil.

El muñequito celeste Donde viven las historias. Descúbrelo ahora