Capítulo 4: El mensaje

25 7 2
                                    

 Mientras Jih desbloqueaba su móvil, una oleada de anticipación lo invadió a él al ver un mensaje de un número desconocido. Con curiosidad, abrió el mensaje y descubrió algo enigmático:

18 de julio, 23:28 p.m.

Número desconocido:

«Te estoy observando.»

Su corazón comenzó a latir con fuerza mientras miraba a su alrededor, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. «¿Quién podría ser el remitente de este inquietante mensaje?», pensó. «¿Qué quería decir con 'Te estoy observando'?».

Las dudas lo invadieron, haciendo que cuestionara cada sombra y cada ruido en su habitación, mientras se preguntaba quién podría estar tras este misterioso acertijo.

Cuando su móvil volvió a sonar, el miedo lo invadió de nuevo al pensar qué mensaje podría haber recibido de esa persona desconocida. Sin embargo, al desbloquear su móvil, se dio cuenta de que era su amigo. Se sintió aliviado al darse cuenta de que todo era una broma. Aun así, una mezcla de emociones lo invadió: la preocupación inicial se transformó en alivio y risas nerviosas.

18 de julio, 23:45 p.m.

Jih:

«¡Vaya, me has asustado!»

Jei:

«Ja ja ja, qué fácil es asustarte. Bueno, ¡mira por la ventana!»

Se acercó a la ventana y vio a su amigo saludándolo con una sonrisa amigable.

Jih:

«¡Ya voy!»

Leído a las 23:56 p.m.

Rápidamente, se dirigió hacia la puerta para encontrarse con él. Al abrir la puerta, se encontró con una sonrisa cómplice y una disculpa sincera.

—Lo siento, ¡no pude resistirlo! —se disculpó su amigo, con una mirada divertida.

—Bueno, te perdono si me das una buena razón por la que viniste hasta aquí a estas horas. —sonrió, pero fingió estar molesto.

—¡Tienes razón! —respondió con una sonrisa traviesa—. Solo quería ver tu reacción en persona, ¡pero no esperaba que te asustaras tanto!

—¡Ja, ja, ja! Qué gracioso, Jei. —respondió con sarcasmo—. Tendrás que esforzarte más la próxima vez si quieres asustarme de verdad.

—Prepárate para ver algo que no se ve muy a menudo —dijo enigmáticamente, agregando un toque de intriga a su propuesta.

—¿Algo que no se ve a menudo? ¿Qué es exactamente? —frunció el ceño, no muy convencido.

—Ya verás, no te vas a arrepentir —sonrió con confianza—. Te aseguro que te va a gustar —respondió con entusiasmo, intentando disipar las dudas de él.

—Voy a subir a cambiarme rápido —dijo Jih con determinación mientras se apresuraba a subir las escaleras lo más rápido que pudo.

Subió rápidamente a su habitación y abrió el armario con impaciencia, sintiendo la urgencia de prepararse para la misteriosa sorpresa que le aguardaba. Sin detenerse a pensar demasiado, cogió lo primero que encontró, dejando de lado cualquier preocupación por la combinación de prendas o el estilo. La intriga por descubrir qué era ese evento especial dominaba su mente, impulsándolo a actuar con rapidez y anticipación. Cuando terminó, bajó las escaleras.

—Espero que el lugar al que me llevas no decepcione —dijo mientras se sentaba para ponerse las zapatillas.

—No te decepcionará, ten un poco de fe —respondió con confianza—. ¡Ve a por tu bicicleta que ya vamos tarde!

—Vale, espera, no entra el pie en la zapatilla —dijo Jih estresado.

—¡Jajaja, nada te sale bien! —respondió riendo para estresar más a su amigo.

—Bueno, por fin estoy listo —dijo levantándose con un salto.

—Ve por tu bicicleta.

—¡Ya voy!

—Espero afuera.

Después de que él cogiera su bicicleta, salieron juntos. En ese momento, Jih se giró.

—Qué bien se siente andar en bicicleta a esta hora de la noche. Es tan reconfortante, sentir el aire fresco en la cara, todo se siente tan tranquilo —dijo con calma, dejando ver que realmente estaba disfrutando de ese momento en bicicleta.

—Deberíamos hacer esto más seguido para disfrutar de esta tranquilidad —respondió con una sonrisa.

—Lo que realmente disfrutaste fue el susto que me diste.

—Bueno, hay que admitir que la broma estuvo buena —respondió riéndose—. Después de un susto, viene la diversión.

—Espero que recompenses mi susto.

Tras un buen rato pedaleando, decidieron descansar. En ese momento, Jei avistó una tienda de 24 horas.

—¿Te gustaría comer fideos instantáneos?

—Vale, vamos, pero tú invitas esta vez —dijo sonriendo.

—¿Qué vamos a hacer contigo? —respondió mientras movía la cabeza de un lado a otro.

Se acercaron a la tienda para estacionar las bicicletas y entrar.

—Hola —dijeron al unísono.

—Hola —respondió el propietario de la tienda con una sonrisa—. ¿Necesitan ayuda con algo?

—No, gracias —dijo Jei, devolviéndole la sonrisa.

Se dirigieron al pasillo de los fideos, eligieron los que les gustaban y se dirigieron a pagar.

—Aquí tienes —dijo mientras dejaba los fideos en la caja para que los escaneara.

—Son 5,34€, ¿pagarán en efectivo o con tarjeta?

—Con tarjeta, por favor —respondió mientras pasaba la tarjeta para pagar.

—Listo, gracias —dijo el señor amablemente.

Después de comprar los fideos, los prepararon en el puesto designado para ello dentro de la tienda y se sentaron en una mesa desde donde podían ver hacia afuera. Al terminar, continuaron el trayecto de Jei para descubrir a dónde los llevaría. Después de pedalear durante un buen rato, Jih, cansado e intrigado, no pudo evitar preguntar.

—¿Falta poco?

—Sí, ya falta poco.

—Escucho el mar —dijo sorprendido—. ¿Estamos cerca?

—Mira, ya se ve la playa —dijo con alegría—. ¿Ves? Te dije que faltaba poco.

Tras llegar a la playa, Jei condujo a Jih hacia una parte apartada de la costa. Allí, le explicó emocionado que había descubierto un lugar perfecto.

—Jih, estoy emocionado de mostrarte esto. Es un espectáculo natural increíble que ocurre aquí ocasionalmente. ¡Y esta noche es una de esas veces!

Miraba con asombro el cielo estrellado mientras se acercaban al lugar indicado por Jei. Una vez allí, se sentaron en la arena y esperaron con impaciencia.

El muñequito celeste Donde viven las historias. Descúbrelo ahora