Capítulo 5: Un encuentro raro

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Poco a poco, el cielo comenzó a cambiar de tonalidades, pasando de oscuro a una mezcla de colores vibrantes y etéreos. La aurora boreal comenzó a bailar sobre sus cabezas, iluminando el horizonte con su resplandor ondulante y mágico.

Quedó sin palabras ante la belleza del espectáculo celestial que se desarrollaba ante sus ojos. Se sintió agradecido por tener a Jei como amigo y por compartir este momento único juntos.

—¡Es increíble! —exclamó Jih maravillado—. Gracias por traerme aquí. Nunca olvidaré esto.

Los dos amigos se quedaron allí, admirando el fenómeno celestial hasta que la aurora boreal finalmente se desvaneció en la distancia, dejando una impresión duradera en sus corazones.

En ese instante, Jih se giró hacia Jei.

—Has hecho honor a lo que me dijiste, que no me ibas a decepcionar —dijo emocionado y sorprendido a la vez.

—Jei, nunca decepciona —respondió mientras guiñaba un ojo.

—Convertiste un susto en algo inolvidable y maravilloso.

—Me alegro que te guste —respondió emocionado.

—¿Cómo supiste que iba a ver una aurora boreal esta noche? —preguntó con curiosidad.

—Estaba con el móvil cuando me saltó una notificación "No te pierdas la aurora boreal", así que me puse a investigar.

—¡Quién lo diría! Tú, investigando —respondió sorprendido.

—Es que soy como un libro lleno sorpresas —dijo mientras ríe.

Después de disfrutar del espectáculo de la aurora boreal, decidieron regresar a casa. Comenzaron a pedalear, compitiendo entre ellos mientras recorrían las calles oscuras.

El viento fresco de la noche les golpeaba el rostro mientras aceleraban por las calles, riendo y disfrutando de la adrenalina de la carrera. Finalmente, llegaron a la casa de Jih.

—¡Esa fue una gran carrera! —exclamó Jei, deteniéndose frente a la casa de Jih.

—¡Sí, definitivamente! Gracias por la increíble noche —respondió sonriendo mientras se bajaba de la bicicleta.

Se despidieron con un fuerte abrazo y Jei continuó su camino a casa, que tampoco estaba tan lejos de la suya. Jih entró en su casa sigilosamente, tratando de no hacer ruido para no despertar a su madre.

Una vez dentro de casa, se encaminó directamente hacia el baño y tomó una ducha rápida para refrescarse. Acto seguido, se vistió con ropas cómodas y se deslizó silenciosamente entre las sábanas de su cama, preparándose para descansar tras una noche llena de emociones y aventuras. El reloj marcaba una hora avanzada, mucho más tarde de lo habitual para él, por lo que se entregó al sueño sin demora.

Se despertó con el sol filtrándose a través de las cortinas entreabiertas de su habitación. Bostezó y se estiró antes de levantarse de la cama. Después de un rápido aseo matutino, bajó las escaleras hacia la cocina para desayunar. La mesa estaba puesta con una taza de café humeante, un plato de frutas frescas y una rebanada de pan tostado.

—¡Vaya día! Estoy muerto de hambre. ¿Qué hay para desayunar hoy, mamá?

—¡Buenos días, cariño! Hay café, frutas y tostadas. ¿Qué te apetece?

—¡Genial! Café y tostadas suenan perfecto. Gracias, mamá.

Después de desayunar, se dirigió a su habitación para cambiarse de ropa. Se colocó una camiseta ligera y unos pantalones cortos cómodos. Había estado esperando con ansias el lanzamiento de un nuevo libro de su autor favorito, y hoy era el día en que salía a la venta. Se puso los zapatos y salió de casa con entusiasmo.

La librería estaba a unas pocas manzanas de distancia, así que decidió caminar. El aire fresco de la mañana lo animó mientras avanzaba por las calles familiares de su vecindario. Finalmente, llegó a la librería y entró con paso decidido.

—¡Hola! ¿En qué puedo ayudarte hoy? —preguntó el empleado de la librería.

—Hola, estoy buscando el nuevo libro de Shasu Minaritte.

—Sí, tenemos algunas copias en la sección de novedades. Déjame mostrarte.

Después de examinar varias opciones, finalmente encontró el libro que estaba buscando. Lo sostuvo con cuidado mientras se dirigía hacia la caja para pagar. Al salir de la librería con su nuevo libro en mano y despedirse del vendedor con una sonrisa de agradecimiento, se topó de frente con alguien más al doblar la esquina, haciendo que el libro se le resbalara de las manos y cayera al suelo con un golpe sordo.

—¡Rayos! ¡Lo siento muchísimo! —se disculpó mientras levantaba la mirada hacia la persona con la que se había chocado.

Se dio cuenta de que era el dueño del muñequito que se había perdido. No pudo confesar que lo tenía y actuó como si fuera la primera vez que lo veía.

—No te preocupes. También estaba distraído. ¿Estás bien? —preguntó Min con una sonrisa tranquilizadora.

—Sí, estoy bien, gracias. Solo me hice un rasguño en la palma de la mano. —respondió mientras inspeccionaba la herida—. ¿Y tú?

—Estoy bien. Esa herida parece dolorosa —dijo preocupado—. Necesitamos desinfectarla.

—No, no es necesario. Estoy bien, de verdad.

—No te lo tomes a mal, pero mejor prevenir que lamentar. Vamos, te llevaré a un parque cercano para limpiar esa herida y puedas descansar un poco en un banco, mientras te la desinfecto.

Finalmente, cedió ante la insistencia y aceptó acompañar a Min. Una vez en el parque, este sacó un botiquín de su mochila y procedió a limpiar y desinfectar la herida.

—Listo, todo limpio. ¿Cómo te sientes ahora? —preguntó mirándole a los ojos.

—Mucho mejor, gracias. Aprecio mucho tu ayuda. —respondió nervioso.

—No hay de qué. Por cierto, ¿ese es el nuevo libro de Shasu Minaritte que estás sosteniendo?

—Sí, justo lo acabo de comprar. Estoy ansioso por empezarlo.

—¡Genial! He oído hablar mucho sobre ese libro. ¿De qué trata?

—Es una historia de misterio ambientada en el siglo XIX. Parece ser bastante intrigante.

—Suena interesante. Si alguna vez terminas de leerlo, ¿te importaría prestármelo?

—¡Claro! Será un placer compartirlo contigo una vez que lo termine.

Intrigado, cambió de tema, preguntándole sobre el contenido de su mochila.

—¿Y eso que llevas desinfectante y tiritas en la mochila? —inquirió curioso.

—Es que soy muy torpe y cada vez que entreno al baloncesto, inevitablemente terminó cayendo. —respondió riendo.

—Ah, entiendo. Yo también soy de tropezarme mucho. —dijo mientras se reía también—. Puedes darme tu line para cuando termine de leer el libro.

—Por supuesto, aquí tienes el QR para escanearlo.

Giro el móvil hacia él para que pudiera escanearlo.

—¡Ya está!

—¡Por cierto, ¿¡cómo te llamas!? —exclamó de repente, con los ojos abiertos de par en par por la sorpresa que le causó la olvidada formalidad—. ¡Con todo lo que pasó, se me olvidó presentarme! Soy Min.

—Jih —dijo él, devolviendo la sonrisa—. Encantado de conocerte, Min.

—¡Igualmente! —dijo él con una expresión amistosa, pero con una ligera prisa en sus movimientos—. Ya me tengo que ir.

Se alejó con paso rápido, despidiéndose apresuradamente.

—¡Adiós, Jih! —llamó por encima del hombro antes de desaparecer en la distancia.

—Adiós, Min —susurró él, viendo cómo se alejaba.

El muñequito celeste Donde viven las historias. Descúbrelo ahora