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Un mes después de aquella cita, y Karl se sentía en las nubes. Había tenido unas cuantas citas más con el alfa, a veces se llegaba a quedar en su casa, incluso dormía en la misma cama que él y se despertaba a su lado.

Si pudiera flotar de la felicidad ya estaría en la luna. Todos en la guardería sabían que él estaba saliendo con el papá de Selene y se alegraban por él y por la pequeña.

Más bien, estaban orgullosos de él, pues se había encariñado mucho con la pequeña y la amaba como propia. No muchos omegas podían hacer eso, la mayoría querían pequeños propios, no de otro omega.

Pero quizás se debió a que Selly no tenía ningún aroma de omega y estaba necesitada. Él también lo estaba, lo que más quería era tener cachorros y un alfa. Ser amado y amar.

No sabe si fue un ángel quien escucho su deseo y envió a dos personas para que fuese cumplido. Un alfa necesitando ayuda y amor, y una pequeña necesitando atención y cuidados.

Karl estaba más que dispuesto a dárselos, tenía mucho amor para los dos. Su Sapnap era un alfa atento, quizás aprendió eso por tener que hacerse cargo de una pequeña él solo, pues los cachorros necesitaban de mucha atención.

Le gustaba mucho eso. Le encantaba ver su celular y encontrar pequeños mensajes de Sapnap, le respondía cuando podía, pues tampoco descuidaba a los cachorros, antes muerto que eso.

El castaño rubio quería dar otro paso, mudarse con el castaño, así podría estar a tiempo completo con la pequeña Selene, pero no sabía si era muy pronto para hacer algo como eso. Podría ser un intruso en el territorio del castaño, sin embargo, ya había estado varias veces en la casa del alfa, y en su cama, y este no mostro ningún signo de molestia.

Ansioso, nervioso e inseguro, esos eran sus defectos, tenía que lidiar constantemente con ellos, pero hacia lo mejor que podía para enfrentarlos, aún cuando las cosas parecían en su contra.

Siempre estaba allí con una sonrisa tratando de ver el lado positivo de las cosas. Nunca se arrepentiría de trabajar en esa guardería y estar a cargo de la cachorra, menos de querer ser su madre.

Un día en particular, estaba en su trabajo en la guardería, Selene jugaba en el suelo con algunos peluches.

Eran las cuatro y media, los padres iban llegando poco a poco por los pequeños. Todo iba bien, hasta que vio llegar a un señor mayor, su cabello blanco y rizado, tenía los ojos grises. No le dio buena espina.

— Buenas tardes, señor, ¿puedo ayudarle en algo? — pregunto cortésmente, tratando de impedir que entrara en el salón a su cuidado. No sabía quién era, no podía dejarlo entrar con los cachorros.

— Vengo por mi nieta — dijo con simpleza y trato de entrar al salón, pero Karl se atravesó.

— ¿Su nieta? Disculpe señor, pero nadie dijo que vendría, ni siquiera sé quién es usted. No puede entrar, si me da más detalles puedo ayudarle — lo único que quería era que se fuera, podía sentir la tensión en el aire, incluso algunos de los otros padres le miraban curiosos por la situación.

— Selene, ese es el nombre de mi nieta, vengo por ella — el corazón de Karl dio un vuelco, y sus nervios se encendieron como pólvora.

— No puede llevársela señor. Sapnap no me dijo que usted vendría, él es su padre y no puedo dejarla salir sin su autorización — Karl solo quería que él se fuera. Sapnap le había mencionado que no se llevaba bien con la familia de la madre de Selene. Nunca lo hizo y eso que solo los había visto un par de veces.

¿Mamá? [Karlnap]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora