Seis.

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Dos días más tarde, Hanbin estaba sentado en la sala de conferencias, escuchando a Jiwoong tratando de aplacar a una de sus clientes. Era una mujer de altura media, de pelo oscuro alrededor de 1.62cm, si tuviera que adivinar, e iba vestida como una sexy bibliotecaria o tal vez una maestra de escuela. .

Llevaba una falda blanca ajustada, que terminaba justo por encima de las rodillas, con una pequeña blusa negra y una chaqueta roja sobre ella. El aspecto general era sexy y recatado, e hizo a Hanbin querer empujar su falda hacia arriba y recostarla en la mesa de conferencias.

Quizás así ella se iría satisfecha, y la mañana pasaría más rápido.

No era un fan de tratar con los divorcios desagradables, pero Jiwoong estaba a punto de salir de la ciudad con Liz durante un par de días, y le había asegurado a Hanbin que este caso en particular, estaba prácticamente terminado, sólo necesitaba ser concluido. Hoy era para atar cabos sueltos y, finalmente, terminar de firmar sobre la línea punteada.

Hanbin ya se encontraba aburrido.

Prefería trabajar con negocios que con mezquinos esposos y esposas con problemas triviales. Sin embargo, eso era parte del trabajo, y en este momento, mientras miraba su reloj, el demandado aún no se había mostrado.

—Estoy seguro de que estará aquí pronto —aseguró Jiwoong a su cliente.

Sentada en la esquina de la sala en un sofá contra la ventana, Hanbin vio su paciencia hacerse más delgada mientras se movía en un ritmo de ida y vuelta.

—Sí, estoy seguro. Él siempre tan puntual. Ni siquiera puede llegar a tiempo a algo importante.

—El tipo está, probablemente, evitando esto —pensó Hanbin.

Y entonces se dio cuenta de que lo había dicho en voz alta.

La mujer se dio la vuelta para inmovilizarlo con una mirada helada, y Hanbin cerró rápidamente su boca, pero tenía más que ver con la mirada feroz que Jiwoong le dirigió que con cabrearla.

—Lo siento —murmuró, sintiendo todo lo contrario.

A medida que la mujer le dio la espalda, Hanbin dejó que su enfoque se desviara a su culo, y tomó una buena y larga mirada de él. Tal vez sólo tenía que dejar de lado la persecución de Zhang hao. El tipo estaba, obviamente, en conflicto, por no hablar de furioso con él. ¿Y esta mujer? Hanbin sabía que si lo trabajaba bien, podría tenerla dentro de una hora, y a su vez, saciar el dolor que se había estado construyendo en él desde hace varios días.

Había llegado a una decisión final de hacer precisamente eso, cuando alguien llamó, y la puerta de conferencias se abrió. Se abrió paso un hombre calvo de baja estatura, con una hostigadora mirada. Su traje se encontraba ligeramente arrugado, y negaba con la cabeza mientras sostenía la puerta abierta para, presumiblemente, su cliente, el acusado.

—Lo sentimos por llegar tarde. El Sr. Zhang consiguió ser detenido en el camino.

—Gran sorpresa allí —Hanbin oyó murmurar a su cliente.

La quinta persona finalmente entró por la puerta, y Hanbin se encontró mirando a nadie más que a...

Zhang. Zhang hao, aparentemente.

Zhang hao levantó una mano y empujó sus dedos por su cabello mientras entraba en la sala de conferencias. Situada en el centro estaba una gran mesa ovalada rodeada por al menos, Zhang hao adivinaría, quince a veinte sillas y la pared del fondo compuesta por grandes ventanas cubiertas por delgadas persianas que dejaban entrar la luz del sol por la mañana.

Sosteniendo su casco al lado de su pierna, examinaba a la habitación, y se sorprendió cuando aterrizaron en el hombre de un par de noches atrás.
¿Qué demo...?

01. 𝗧𝗥𝗬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora