Capítulo 4.

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En ese instante, ambas sabían que habían presenciado algo especial, un paso adelante en el largo camino de la recuperación de Manuel. Y mientras la música continuaba fluyendo, también lo hacía la esperanza, más fuerte y clara que nunca.

La puerta de la sala de terapia se abrió suavemente y Cecilia entró con una sonrisa contenida que iluminaba su rostro. Manuel, aún sentado en la silla donde había recibido la musicoterapia, levantó la vista, sorprendido por la visita inesperada.

Cecilia se acercó con pasos medidos, consciente de la importancia de mantener un ambiente tranquilo.

—  Manuel, solo quería decirte... — Su voz se desvanecía en el aire, cargada de emoción.

Manuel la miró, una mezcla de curiosidad y cautela en su expresión se había dibujado. No estaba acostumbrado a este tipo de atencion, ni siquiera de sus familiares. Al parecer, Cecilia tenía más fe en él que nadie de su entorno.

— Estoy tan orgullosa de ti. — Continuó la joven mujer, su tono era cálido y suave. — Hoy has dado un gran paso. Puede que no te des cuenta, pero lo que hiciste hoy... es una victoria. Tu primera victoria en mucho tiempo.

— ¿De verdad crees eso?. — Manuel bajó la mirada, procesando sus palabras. Luego, lentamente, una sombra de sonrisa apareció en su rostro.

— Lo sé. — Afirmó Cecilia, acercándose para colocar una mano reconfortante sobre su hombro. — Y no solo yo, todos lo creemos. Has demostrado una fuerza increíble y quiero que sepas que cada pequeño paso cuenta.

Manuel asintió, permitiéndose sentir el peso de ese reconocimiento.

— Gracias, Cecilia. — Dijo, su voz aún resonaba baja pero con un nuevo timbre de esperanza. La gratitud en sus palabras era palpable, un suave eco que llenaba la habitación con una calidez inesperada.

Ella se inclinó y le dio un abrazo cuidadoso, un gesto poco común pero sincero que rompía las barreras formales entre médico y paciente. Era un momento de pura humanidad, un recordatorio de que, más allá de los diagnósticos y tratamientos, el afecto y el reconocimiento también tienen el poder de sanar.

— Gracias... Gracias... Gracias... — Repetía Manuel, en cortos susurros cargados de emociones emergentes.

Cecilia no se detuvo, le permitió sacar todo aquel peso que tenía encima. Ella sabía que lo necesitaba y no le iba a pribsr de algo tan necesario como el calor y afecto de otro humano.

El abrazo de la joven doctora fue corto, pero en ese breve contacto, algo cambió. Manuel abrió los ojos, y por primera vez en mucho tiempo, hubo un brillo claro y vivo en ellos. Era como si el simple acto de un abrazo hubiera reavivado una chispa dentro de él, un destello de la persona que una vez fue.

— Sigue adelante, Manuel. — Animó Cecilia, su voz firme y llena de una convicción que parecía infundir fuerza. — Cada día, cada sesión, es un paso hacia adelante. Y no estás solo en esto. — Vamos a seguir adelante, juntos. — Susurró Cecilia, retrocediendo con una sonrisa. — Esto es solo el comienzo, Manuel.

Manuel miró a su alrededor, su mirada se detuvo en los instrumentos, la tableta con la aplicación de musicoterapia, y luego en la figura de Cecilia, que le sonreía con una mezcla de profesionalismo y cariño. En ese instante, un sentimiento de determinación pareció apoderarse de él. Con un gesto decidido, extendió la mano hacia la tableta. Estaba listo para comenzar su próxima sesión de terapia.

Lo que habita en sus mentes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora